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La tropa contraataca
¿A quién le interesa que el país se desborde en materia de inseguridad?. El arranque del gobierno de Claudia Sheinbaum tiene esa presión adicional, a lo que ya enfrenta después de una herencia compleja que recibió.
Es evidente que los grupos delictivos son los más interesados y en particular aquellos integrantes que tienen entre los 18 y 25 años de edad; estos jóvenes delincuentes son los que más interés tienen.
No sólo es endosar la responsabilidad a ese sector de la población, porque si bien el 40% de las personas detenidas se encuentran en ese rango de edad, de acuerdo a las estadísticas del INEGI y del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, también es verdad que hay un 60% restante que infunda más terror, y lo grave es que hay muchas más personas en libertad.
Que el tema de la inseguridad lo aproveche en sus discursos la oposición es una cosa, pero finalmente tampoco es que lo festejen o les dé gusto, porque muchas víctimas de la delincuencia son personas inocentes.
Lo más grave y por estimaciones oficiales, hay al menos 500 mil personas dedicadas a la delincuencia, en los grupos delictivos conocidos y en diferentes modalidades, y están sin ningún control; es decir, es quizás el uno por ciento de la población quienes están sembrando el terror y mantienen al ejército, ahora sí, en una abierta batalla.
En las últimas horas, se han registrado enfrentamientos de alto impacto, como el operativo en Sinaloa donde, de 30 hombres armados, murieron 19 en el enfrentamiento contra el ejército y el resto logró darse a la fuga, pero se detuvo a uno de los objetivos prioritarios.
Los coches-bomba que estallaron en municipios del estado de Guanajuato, y que forman parte de los hechos que ya ha vivido Tamaulipas, muestran el nivel de violencia con el que está actuando la delincuencia, sin pasar por alto el tipo de armamento que están utilizando para enfrentar a sus rivales y a las mismas fuerzas federales.
Ya no digamos los crímenes contra funcionarios municipales y de seguridad, como al alcalde de Chilpancingo, Guerrero, que fue decapitado seis días después de asumir el cargo; además de los crímenes en contra de alcaldes o exalcaldes de Oaxaca.
Frente a este escenario, hay una reacción por parte del Gobierno Federal y particularmente por elementos del Ejército Mexicano y la Guardia Nacional que, ya ha quedado de manifiesto su reacción: el peso del armamento.
No es que el gobierno federal lo quiera, pero ahora la tropa ya se está defendiendo, le está respondiendo a los hombres armados y se ve, al menos así se aprecia que, no va seguir poniendo la otra mejilla.
Uno de los riesgos es que, en medio de esa adrenalina, la tropa se puede llevar con sus balas a gente inocente o al menos los detenga en medio de la confusión, ya no digamos las víctimas que puedan caer en el fuego cruzado y lo que en el sexenio de Felipe Calderón se le llamó: daño colateral.
La tropa ha salido a reaccionar para frenar a los grupos delictivos y todo indica que, mientras no entre en operación una estrategia de inteligencia de seguridad, el ejército no tendrá más remedio que enfrentarse y lo hará con sus mejores armas.
El país está incendiado y el gobierno debe caer en la autocrítica para solucionar estas acciones amenazante y terrorista que están haciendo esos grupos; el costo como se citaba, es caer en esa guerra en la que gente inocente sea la víctima.
En medio de todo ese desastre entre Tamaulipas que, vivió hasta hace poco un proceso de desestabilización, pero que en este momento las cosas han cambiado, contrario a lo que se pueda pensar.
La otra batalla
Cualquier poder, si no se basa en la unión, es débil; así reza el adagio que pudiese ilustrar, la historia de encuentros y desencuentros que se han repetido desde que se consumó con ´calzador´ la reelección del alcalde Eduardo Gattás.
Inmerso en un tobogán de fuego amigo y enemigo. El edil, para llegar a su segundo periodo, tuvo que lidiar con aquellos que deseaban bajarlo de la contienda.
Sujeto a golpes bajos y´ jap´s a la quijada, con grillas e intrigas, Gattás resistió y se mantuvo de pie, hasta colarse para asumir su segundo periodo al frente del municipio.
A diferencia de la primera vez, cuando representó la opción de mejorar las cosas, ahora se reeligió con un lastre de malquerencias entre un buen sector de la ciudadanía, debido al desgaste natural que se sufre cuando se ejerce el poder.
Pero aún más, su trompicado ascenso, lo obligó a cargar con compromisos y deudas políticas que hoy le están pasando la factura.
Desde que se sentó no ha podido gobernar
Sin priorizarlo, no ha logrado conciliar a su cabildo que ha manifestado su malestar con una asonada de regidores y síndicos que lo tienen contra las cuerdas con denuncias, reclamos de remoción y motines que han impedido ratificar nombramientos, lo que implica un grave vacío de autoridad.
Sin cabeza ni funcionarios, el ayuntamiento se ha convertido en un profundo socavón donde prevalece la incertidumbre, sobre el futuro de la administración.
Máxime, cuando desde adentro sólo el alcalde puede hablar sobre la crisis de gobernabilidad que enfrenta el municipio.
No hay funcionarios reconocidos, por lo que existe un limbo jurídico y operativo que ha trastornado, dentro y fuera el ejercicio de la administración.
Esta singular tragicomedia parece que se alargará, sobre todo porque no hay interés en dialogar. Menos en reconocer que las peores consecuencias que arroja esta singular disputa por el poder, la sufren los victorenses que sienten que a la ciudad ya se le canta misa de difuntos, porque se la está cargando el payaso.