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Alito revive a la clase política
Alejandro Moreno, mejor conocido en el mundillo de la delincuencia política como ´Alito´, sin duda que es uno de los personajes que concentra la esencia del estiércol que ha conducido al PRI a recibir el rechazo y su condición de apestado en el ánimo ciudadano.
Como símil de un hamponsete de poca monta, el investigado exgobernador de Campeche pertenece al nuevo PRI que presumía en el 2012 el tristemente célebre expresidente priista, Enrique Peña Nieto.
Alito, el personaje de marras, posee una singular personalidad: es cínico, sin escrúpulos, rapaz, hipócrita y patológicamente mentiroso, características que encajan en el perfil de los psicópatas.
Aún antes del streptese de los audios que lo exhiben tal cual es, en círculos cercanos al líder priista era descrito con una sola expresión coloquial: es una "cuacha´.
El problema es que ahora que está convertido en un apestoso ´cadáver político´, su presencia en el partido está acabando con lo que queda de esa desprestigiada institución. Pero también su maloliente personalidad alcanza por apestar al PAN y PRD, que se aferran por amarrar una alianza para el 2024 con un partido en vías de extinción.
Cargar en andas el ataúd con el pestilente Alito no es una decisión sensata para los priista, y menos para los líderes de otros partidos.
Hacerlo sería facilitar el triunfo y consolidación de Morena en el país, con quién se dijo. Alito había hecho alianzas en lo oscuro, antes del desencuentro por la reforma eléctrica que orquestó para votar en contra.
El reto para los priistas es sacar rápido de la dirigencia a Alejandro Moreno, quien en el sentir ciudadano es la viva imagen de lo que ha sido el PRI, un partido decadente, abusivo y lleno de hampones, como Alito.
Bastaría recordar a exgobernadores recientes, pillos, cínicos y de pésima reputación, cómo César y Javier Duarte, de Chihuahua y Veracruz; a Roberto Borges, de Quintana Roo; a Fausto Vallejo, de Michoacán; Rodrigo Medina, de Nuevo León; Mario Anguiano, de Colima; Andrés Grannier, de Tabasco, y a los ex de Tamaulipas, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández y Egidio Torres...todos ellos prófugos, presos o cínicamente enriquecidos con dineros públicos.
El hecho de que personajes como Alito sean líder de un partido, exhibe no sólo la pobreza moral del ínclito miembro del PRI, sino la decadencia y pudrición que existe en esas instituciones políticas convertidas en un hampa organizada, donde, sin duda, que existen muchos otros personajes, igual o peor de ´hediondos´ que Alito.