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Voluntarios vigilan por aire los rescates en el Mediterráneo

Mientras docenas de migrantes africanos navegaban a través del Mediterráneo en un endeble bote blanco de goma, una pequeña aeronave daba vueltas a 1.000 pies de altura y seguía de cerca su intento de llegar a Europa

A BORDO DEL SEABIRD  — El Seabird, un avión bimotor propiedad de la organización no gubernamental alemana Sea-Watch, se encarga de documentar violaciones de derechos humanos cometidas contra los migrantes en el mar y reportar llamadas de auxilio a barcos cercanos y autoridades, que ignoran cada vez más sus súplicas.

Foto: AP.Voluntarios vigilan por aire los rescates en el Mediterráneo

“Nour 2, Nour 2, esta es la aeronave Seabird, aeronave Seabird”, dijo por radio el coordinador táctico del avión, Eike Bretschneider, para comunicarse con el único barco cercano. El capitán del Nour 2 aceptó cambiar de rumbo y comprobar el estado del bote. Pero tras ver que el barco tenía bandera libia, los tripulantes rechazaron la ayuda, según reportó el capitán por radio.

“Dicen que sólo les quedan 20 litros de combustible”, dijo al Seabird el capitán, que no se identificó por su nombre. “Quieren continuar su viaje”.

El destino de la lancha era la isla italiana de Lampedusa, donde los turistas se sentaban en las terrazas de las cafeterías y tomaban Aperol Spritz, ignorando lo que ocurría a unas 60 millas náuticas (111 kilómetros) al sur, en el Mar Mediterráneo.

Bretschneider, un trabajador social de 30 años, hizo unos cálculos rápidos y concluyó que los migrantes habrían salido de Libia unas 20 horas antes y aún tenían unas 15 por delante antes de llegar a Lampedusa. Eso si su bote no se desarmaba ni naufragaba por el camino.

Pese a los riesgos, muchos migrantes y refugiados dicen que prefieren morir intentando llegar a Europa que regresar a Libia, donde al desembarcar se les envía a centros de detención y a menudo sufren una sucesión de abusos.

Bretschneider envió las coordenadas del bote a su enlace aéreo en Berlín, que después trasladó a la posición -en la zona de búsqueda y rescate de Malta- a Malta e Italia. No hubo respuesta, lo que no era una sorpresa.

El Seabird, corto de combustible, tuvo que abandonar la zona.

“Sólo podemos esperar que la gente llegue a la costa en algún momento o sea rescatada por un barco guardacostas europeo”, dijo Bretschneider a AP en el vuelo de regreso.

Los activistas se han acostumbrado a que sus llamadas de auxilio queden sin respuesta.

Hace años que grupos de derechos humanos y expertos en derecho internacional denuncian que los países europeos cada vez ignoran más sus obligaciones internacionales de rescate en el mar. En lugar de eso han externalizado recursos a la Guardia Costera libia, que tiene un historial de peligrosas intercepciones y lazos con milicias y traficantes de personas.

Un miembro de Sea-Watch llamó en junio al Centro Maltés de Coordinación y Rescate para alertar de un bote en problemas. “Lo siento, no hablamos con las ONG”, es lo que respondió el hombre que descolgó el teléfono.

“No tenemos información que reportarles”, fue lo que le dijeron en el Centro de Rescate y Coordinación en Roma a otro miembro del Sea-Watch en una llamada distinta.

Las autoridades maltesas e italianas no respondieron a preguntas enviadas por AP.

Ponerse en contacto con el centro libio de coordinación y rescate es un desafío aún mayor. Las pocas veces que alguien responde, a menudo la persona al otro lado de la línea no habla inglés.

Más de 49.000 migrantes han llegado a las costas italianas en lo que va de año, según el Ministerio italiano del Interior, casi el doble que las personas que cruzaron en el mismo periodo del año pasado.

Aunque es ilegal que los barcos europeos devuelvan a los migrantes rescatados a Libia ellos mismos, la información compartida por los aviones y drones de vigilancia de la UE ha permitido a los guardacostas libios aumentar de forma considerable su capacidad de evitar que los migrantes lleguen a Europa. En lo que va de año, han interceptado en torno a la mitad de los que han intentado marcharse y devuelto a más de 26.000 hombres, mujeres y niños a Libia.

Sea-Watch ha empleado los millones de euros recibidos de donaciones particulares en los últimos años para ampliar también su capacidad de vigilancia aérea. Ahora tiene dos pequeñas aeronaves que pueden encontrar a vista de pájaro los botes en problemas, mucho más rápido que los barcos.

Los aviones despegan de Lampedusa, que está más cerca del norte de África que Italia, y pueden llegar a una llamada de auxilio relativamente rápido si se conoce su posición. Pero cuando no hay coordenadas exactas deben volar siguiendo un patrón, en ocasiones durante horas, y vigilar el mar con prismáticos.

Incluso cuando vuelan bajo, encontrar un bote diminuto en el amplio Mar Mediterráneo puede poner a prueba hasta a los ojos más experimentados. La tripulación de entre tres y cuatro personas reporta cada pequeño punto del horizonte que pudiera ser una embarcación en problemas.

“Objetivo a las 10 en punto”, alertó en un vuelo reciente el fotógrafo del Seabird, situado en la parte trasera.

El piloto viró a la izquierda para inspeccionarlo.

“Pesquero, descartado”, respondió Bretschneider, el coordinador táctico.

Cuando hay mala mar, las olas pueden engañar a la vista y durante un momento parecen botes en la lejanía. A menudo, los “objetivos” resultan no ser nada en absoluto, y el Seabird vuelve a tierra horas después sin información nueva.

Pero encontrar las embarcaciones en problemas sólo es el principio del reto. Conseguir el rescate es igual de difícil, si no más.

Sin barcos de rescate estatales y con crecientes trabas para que los barcos de las ONG salgan de puerto, Sea-Watch depende a menudo de la buena voluntad de los mercantes que navegan por la zona. Pero muchos son reacios a implicarse después de que varios barcos comerciales se quedaran días varados en el mar mientras esperaban autorización de Italia o Malta para desembarcar a los migrantes rescatados. Otros los han devuelto a Libia, lo que incumple convenciones marítimas y de refugiados.

Una corte napolitana condenó esta semana al capitán de un barco comercial italiano por devolver a 101 migrantes a Libia en 2018.

El Seabird no tiene la autoridad de un estado y sólo puede recordar a los capitanes su deber de rescatar a personas en problemas. Así fue como Bretschneider consiguió hace poco que un barco italiano de suministro salvara a 65 personas de un bote a la deriva, apenas unos minutos antes de que llegara la Guardia Costera libia.

En otra misión unos días más tarde, el Seabird regresó de su vuelo sin saber qué sería de las personas avistadas en la lancha blanca de goma.

Esa noche, durante la cena, Bretschneider miró su celular con la esperanza de ver buenas noticias. Al otro lado del Mediterráneo, el mar había llevado 17 cuerpos hasta la costa libia, al parecer de otro barco.

Al día siguiente, el Seabird despegó para buscar el bote otra vez, sin éxito. En el camino de regreso recibieron un mensaje de tierra.

El bote blanco había llegado a aguas cercanas a Lampedusa y sus tripulantes habían sido rescatados por guardacostas italianos. Lo habían conseguido.



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