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Los medios
Así ha sido con los sabios, los artistas y los santos que en el mundo han sido. Sus portentosas obras, al lado de su nombre, han trascendido los siglos y siguen siendo ejemplos y puntos de partida para ir en busca de la perfección que se logra a través de los ideales. Sócrates, Aristóteles y Arquímides, junto a Newton, Pasteur y Einstein siguen siendo faros de luz en el eterno navegar del pensamiento por las ondas del conocimiento. Leonardo, Miguel Angel, Beethoven, Van Gogh y Picasso, hicieron de este mundo un mejor lugar para vivir. Y, qué decir de Diógenes, Jesús, Gandhi, la madre Teresa y Francisco.
Por desgracia, con la llegada del capitalismo salvaje, esto es, la avidez de riqueza y posesiones, los medios han sufrido una transformación terrible que los aleja de su función esencial: la trasmisión del conocimiento, para convertirse en un instrumento de enajenación mental, inducción al consumismo y adoctrinamiento sectario. Han abjurado de su compromiso social para asumir el papel de voceros y promotores de ese cuento largo que ha venido a significar el libre mercado, que de hecho no existe.
El fenómeno es mundial y así lo han reconocido las prestigiosas instituciones que han dado nombre a la forma impúdica de conducirse de los medios, como las fake news, que son mentiras propaladas con toda intención, o las post truth, esto es, conceptos que crean una realidad virtual separada de los hechos constatables. Sin embargo, es en México donde se ha llegado a extremos inaceptables para las personas y para la sociedad en su conjunto. Casi no hay palabras o frases que no tengan una intención aviesa en los medios comprometidos.
Habría que decir que parte de las andanadas que minaron las bases sustantivas del régimen social, que fue conocido como el régimen revolucionario, fue el control de los medios por parte del Estado. Así la prensa, la radio y la televisión sucumbieron ante los embates estatales y del partido hegemónico en el poder: el Partido Revolucionario Institucional, que perdió la primera gubernatura en 1989, luego la mayoría en la Cámara de Diputados en 1997 y la mayoría del Senado en 2000 junto a la Presidencia de la República. Este partido controló todo y, por lo mismo, era un obstáculo para el avance neoliberal.
Ya con el capitalismo consolidado a partir del régimen de Salinas, los medios vinieron a ser parte del sistema político imperante; se pusieron al servicio de la privatización y desarrollo de acuerdo al modelo económico neoliberal; ampliaron su oferta de servicios de información en distintas plataformas, incluso digitales, independientemente de la escrita. La prensa, de ser comparsa de gobiernos en turno, pasó a un proceso de competencia con otros medios de información, lo cual tuvo efecto en sus ventas ya que estas se sostenían por medio de la publicidad oficial. Ello mermó su autonomía económica y profesional. La prensa tuvo ciertos beneficios económicos por su relación estructural con los regímenes neoliberales, que ahora defiende con tanta furia.
El colmo han sido los extremos cuando algunos medios y ciertos comunicadores que tuvieron un auge inusitado durante los gobiernos corruptos necesitados de justificaciones y aplausos, dejaron de ejercer el periodismo con profesionalismo, objetividad y calidad moral, para hundirse en el fango de la mentira, de la interpretación sesgada, de la justificación a modo, aún a sabiendas que faltaban al gran compromiso ético y moral que implica el ejercicio de un oficio público que informa y forma opinión.
El poder mediático se ha diversificado tanto y ha adquirido tal poder, que en mundo vio asombrado cómo pudieron sacar de la presidencia del país más poderoso del orbe a uno de los suyos cuando dejó de servir a sus intereses. El siglo XXI ha sido testigo de cómo los medios masivos de comunicación se encargan de crear confusión y desestabilización para cargar contra gobiernos que no son proclives al capitalismo salvaje y que, por el contrario, pretenden regresar a sus países a la senda del desarrollo.
En el país, la agenda mediática la lleva el presidente y con ello ha podido impedir que las mentiras y las opiniones contrarias al sentido común y a la realidad cotidiana logren mellar en la gran tarea de acendrar en México al crecimiento compartido en un marco de justicia social.