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La otra pandemia
La aparición del Coronavirus a mediados del mes de diciembre de 2019, sentó la pandemia al centro de la atención mundial. Ahora se sabe que las autoridades sanitarias de Wuhan, China, detectaron una serie de casos de neumonía producida por una causa no tipificada. A partir de ahí, se dio la alarma sobre una nueva enfermedad desconocida. Tres meses después, se habían producido más de 150.000 casos y cerca de 6.000 muertos en todo el mundo. Al día de hoy, avanza la vacunación y el control del Covid-19.
La letalidad del virus, su fácil transmisión y rápida propagación, obligaron a los gobiernos a tomar una serie de medidas que tienen la finalidad de contener su expansión, lo que se ha logrado con resultados variables que no siempre tienen que ver con la riqueza, el avance científico y el desarrollo tecnológico. El éxito no ha sido mayor porque la pandemia puso una cubierta de telaraña a los problemas que ya venían agobiando a la humanidad, principalmente desigualdad, hambre, desamparo y cambio climático.
Las diferencias que separan a los ahítos de los miserables persisten y las propuestas para cerrar la brecha se han topado con fieras resistencias. Como dijo Cervantes de Don Quijote: "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece", que se ha generado otra pandemia paralela, la mediática que parece una ya muy pertinaz diarrea. Mañana, tarde y noche, quienes se ven en riesgo de perder privilegios mal habidos, utilizan los medios tradicionales y emergentes para resistir.
Se ha llegado a tales extremos que se están utilizando enormes fortunas, muy superiores a los montos que podrían servir para aflojar un poco la soga sobre el cuello de los asalariados, en difundir mentiras tan burdas que sólo pueden creerse a partir de la enajenación mental. El Covid 19 será vencido a más tardar para fin de año; la otra pandemia seguirá por mucho tiempo, aturdiendo y nublando la razón.
En una circunstancia muy similar, el gran vate catalán Juan Maragal le escribe a Unamuno que hay que buscar salida a la grave crisis moral del 98, explicando: "Un pueblo sólo vive en cuanto se siente un espíritu propio y una misión consiguiente: esto es mucho más importante que tener una escuadra, y que un tratado de comercio. El pueblo que no siente eso no existe, es una mera denominación geográfica". En el país, luego de tantas tinieblas, está emergiendo la claridad de un espíritu solidario casi imbatible.
Prácticamente imbatible porque para conjurar los efectos de la orden de quedarse en casa, se hace necesario compartir información. Parte sustancial de la ruptura del aislamiento consiste en poner a circular verdades que van más allá de las paredes y, si por la televisión se dice que la economía nacional se hunde, por la red puede comprobarse que el peso está fuerte, que el petróleo sube, que se ha logrado una recaudación tributaria récord simplemente cobrando a los que nunca pagaban impuestos.
De la misma manera que el Covid 19 puso en evidencia las debilidades institucionales, para combatir la otra pandemia hay algo más eficaz que la fuerza: la inteligencia y la imaginación. Con ellas se puede acabar con estos problemas y elevar el espíritu al que se refería Maragal. Los esfuerzos por erradicar el nuevo virus han sido denodados y los resultados apenas se vislumbran porque se trata de un ente desconocido, lo que no acontece con la otra pandemia, en la que los agentes conjurados son fácilmente identificables.
Son los nuevos potentados que han llegado a acumular tanta riqueza como no se había visto nunca, no porque hayan inventado o ideado algo, sino por la colusión con gobiernos corruptos puestos a su servicio, el apoyo de las hordas fascistas y el hambre de cada día que padecen sesenta millones de mexicanos que al amanecer se preguntan cómo harán para engañar la tripa. Fortunas estériles que no producen nada y sólo sirven para acumular ceros en las cuentas de banco y acceder a la posibilidad de estar en la lista de Forbes.
Maragal se preguntaba: "Pero, ¿cómo ha de vivir España? No arrastrándose por los callejones provincianos del caciquismo; no agarrotada, como hasta ahora, en los lazos de un uniformismo que es contrario a su naturaleza; no en el vacío de los partidos viejos, ni en el aire corrompido de un centralismo cerrado a toda penetración del aire popular..., sino que ha de vivir a los cuatro vientos de los mares que la rodean; ha de vivir en la libertad de sus pueblos; cada uno libre en sí, trayendo del terruño propio el alma propia, y del alma propia el gobierno propio, para rehacer todos juntos una España viva, gobernándose libremente por sí misma. Así ha de vivir España. ¡Viva España!".
México, como la madre patria hace un siglo, tiene frente a sí la oportunidad de recobrar su espíritu, el espíritu forjado en el fuego de la Conquista y la colonización que empezaron hace 500 años, para crear lo que mucho después Vasconcelos denominó la raza de bronce, esa que contribuyó al Renacimiento con su visión propia de la vida humana y su relación con el universo; que fue la primera en abolir la esclavitud en América y reconocer la igualdad del hombre en tanto que es parte de la creación universal.
El Estado nacional que nace bajo las dotes de justicia y orden de Ignacio López Rayón y se consolida durante el Congreso Constituyente de Chilpancingo, cuando Morelos da a conocer Los Sentimientos de la Nación, la primera Constitución de México, en la que expresa: "Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, y lo aleje de la ignorancia, la rapiña y el hurto (Art. 12)".
México logra su independencia, pero no su libertad, porque los poderosos del momento acceden al establecimiento del Primer Imperio mexicano a cambio de privilegios y jugosas prebendas (Guerrero es elevado al grado de mariscal de campo del Imperio). Fue necesaria la instauración de la República con la sólida presencia de Guadalupe Victoria, primer presidente de México, y su restauración, luego de la derrota del Segundo Imperio, con Benito Juárez a la cabeza. La Revolución marca una nueva derrota del capitalismo feroz.
Así ha de vivir México, luego del Covid 19 en retirada a medida que avanza la vacunación, y con la otra pandemia, que ha demostrado ser más perniciosa y más peligrosa.