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Hacia una economía real
Los economistas acertados, principalmente la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janeth Yellen, han dejado en claro que las viejas fórmulas de la economía no pueden aplicarse con éxito en las actuales circunstancias de un mundo globalizado y puesto al servicio del gran capital especulativo, ese que no produce más que miseria, desamparo y muerte. Toda la experiencia acumulada de la humanidad ha generado conocimientos valiosos que tienen aplicación en un universo de leche y pan, no de falacias.
Los cánones del crecimiento económico pueden resumirse en seis temas clave: Inversión y ahorro. Las dos variables tienen una correlación positiva con el Producto Interno Bruto de un país determinado; para que un país pueda crecer ha de canalizar de manera eficiente tanto la captación de ahorro como sus inversiones. Mercado y sistema financiero. Estos tienen un papel vital en el crecimiento, permitiendo que los agentes económicos con superávit de recursos presten a los agentes económicos con déficit de los mismos. Los mercados financieros determinan la viabilidad y niveles de riesgos de las inversiones.
En tercer sitio, Estabilidad política y marco legal. Una de las exigencias primordiales para la inversión es que exista en el lugar donde se van a colocar capitales, un régimen político estable que se pronuncie por leyes precisas que garanticen la inversión y respete la propiedad privada, tanto intelectual como física. Inversión en capital humano. Las habilidades de los trabajadores altamente cualificados han demostrado ser un complemento innegable a la inversión en bienes de capital. Los países con altas tasas de inversión en educación y salud tienden a presentar mayores tasas de crecimiento económico.
Los dos últimos temas corresponden a: Impuestos y regulación. Es indudable que un marco regulatorio favorable para la constitución de nuevas empresas fomenta la actividad emprendedora y a la economía. Libre comercio y circulación de capitales. Cuando existe la libre concurrencia y la competencia, todo es para ganar. Es claro que el libre comercio fomenta el crecimiento económico. La competencia aviva la eficiencia productiva de toda la economía vía reducción de costes, mejor calidad y bajos precios.
Sin embargo, nada de eso tiene aplicación en una economía de ficción. El largo periodo de crecimiento y estabilidad del siglo XX, ahijó el proyecto neoliberal con su promesa de dinamismo y prosperidad, con una lógica abierta, transparente y fácil de entender. Pero una vez que el capital tomó el control de las palancas de la sociedad, el funcionamiento interno del capital se hizo cada vez más opaco: parecía difícil descifrar sus altibajos, sus crisis periódicas parecían misteriosas, amenazadoras y difíciles de manejar, y su verdadera naturaleza y su definición se hicieron más elusivas y más penoso de entender.
Ahora que el planeta está dominado por el capitalismo, los retos globales crecientes de sobrepoblación y la destrucción ambiental, pasando por el cambio climático, la demanda de energía y su utilización con fines políticos, hasta la pérdida de autonomía de países y regiones, con grave riesgo de desintegración social que se deja ver con mayor énfasis en las naciones más desarrolladas, no pueden ser manejados por una seudo ciencia que no define sus categorías y cuya herramienta favorita es la metodología explicativa de esas distorsiones. Ir por el mismo laberinto es seguir perdidos, lo pertinente es el cambio.
El cambio hacia una economía real que responda a la lógica racional del ser humano y corresponda a la experiencia lograda a lo largo del tiempo, cuando, como asegura Max Weber: "el hombre gasta sin medirse sólo cuando tiene el sentimiento de estar en relación de apropiación con relación a la situación en la que actúa. Esta apropiación debe ser, al mismo tiempo, concreta, material y simbólica. Este es el fundamento de las creencias profundas, de los sistemas de representación y de las culturas". Pájaro en mano, pues.
Dicho todo lo anterior, mientras en otros países se enfrenta el reto de la crisis económica agravada por la pandemia, el confinamiento y la desocupación echando al vuelo las máquinas de imprimir billetes, para luego ponerlos a disposición de quien se quiera uncir a la coyunda, comprometiendo presente y futuro; en México se apuesta a la inversión productiva, sea público o privada, nacional o extranjera.
De esta suerte, según el reporte de Proyectos México: "México es una economía con especial fortaleza en el sector de servicios. En el 1er Trimestre de 2021, este sector representó el 63.62% del PIB y el 61.07% de la fuerza laboral, seguido por el sector industrial con el 28.78% del PIB y el 25.12% de la fuerza laboral, y el sector primario con el 3.39% del PIB y el 13.25% de la fuerza laboral".
Esa es la economía real, apegada a la experiencia histórica.