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Entre Rousseau y Maquiavelo
Sustraernos de ello, puede ser nuestro error o, peor aún: nuestra condena.
A las y los mexicanos: El hombre es un animal político por naturaleza, concluyeron los clásicos al analizar el surgimiento y desarrollo de la sociedad, del poder público, de la política y de la democracia. La situación actual en México obliga a repensarlos para entender el papel de la ciudadanía, su contexto actual y las responsabilidades públicas y privadas que le son inherentes. El pensamiento clásico es, en muchos sentidos, el pilar de nuestros ideales en tanto que nos concebimos como hombres y mujeres libres que, viven en un sistema democrático y bajo un sistema jurídico que impone límites a la barbarie.
Sustraernos de ello, puede ser nuestro error o, peor aún: nuestra condena.
Refiero lo anterior porque en fechas recientes, las y los mexicanos hemos sido testigos de cómo el encono prevalece en el ámbito político; cómo la diatriba ocupa el espacio en las redes sociales y los medios de comunicación; pero, sobre todo, vemos, escuchamos y sabemos que la injuria, la mentira e, incluso el odio disfrazado de heroicidad, se dirigen impunemente hacia quien ejerce legítimamente el poder público.
Las premisas esgrimidas por el italiano, Nicolás Maquiavelo, desafortunadamente en el ideario de muchos están más vigentes que nunca. No es casual la vileza que se percibe en quienes buscan recuperar el poder a cualquier costo. Tales conductas, mayoritariamente provienen de quienes se asumen desplazados y afectados, cuando la realidad es que sólo les arrebataron los privilegios y canonjías, cuyo origen era el recurso público y los negocios al margen de la ley.
Del pensamiento clásico también aprendemos de Rousseau, el filósofo y político francés abogaba por la transformación de la sociedad, para lograr la felicidad individual y colectiva. Maquiavelo o Rousseau, esa es la cuestión permanente en la que están implicados los políticos, gobernantes y líderes sociales. No obstante, la ciudadanía no tendría que vivir ese dilema como propio, ya que, en su noción más amplia, el pueblo no es partícipe de los abusos del poder, sino víctima de éstos.
Es esencial transformar la crítica destructiva en un consenso para el bien común; de comenzar a cimentar esa gran estructura de transformación que nos debemos como nación y como sociedad. Entre la dominación como fin y el contrato social como camino para la justicia, está la sociedad con todo su peso; y es a la sociedad a quien finalmente les corresponde asumir cuál es su compromiso y responsabilidad de cara a su presente y a su destino.
Titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX; activista social y exdiputada federal