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El grito de las mujeres
Para ustedes, mujeres todas, con mi brazo y mi abrazo
Nadie me lo contó. Me ha pasado varias veces al acudir a consulta. Al comentar de alguna dolencia, inmediatamente se remiten al estrés y hasta me han propuesto tomar calmantes. Así me pasó hace muchos años cuando después de andar por varios consultorios donde me decían que no había nada físico, terminamos por descubrir un hipotiroidismo severo. Pienso en todo ello ahora, que con motivo del Día de la Mujer, he leído un texto en el cual la doctora española Carmen Valls afirma poder demostrar con muchos casos, que cuando alguien acude a urgencias por dolor de pecho, al hombre le hacen un electrocardiograma y a la mujer le recetan un ansiolítico. Uff.
Autora del libro "Mujeres invisibles para la medicina", la doctora Valls, demuestra con una investigación seria como en la ciencia ha predominado la mirada masculina y en consecuencia el poco valor a las enfermedades de la mujer: Y una de las razones que la llevó a escribir el libro fue "deshacer el mito de que las mujeres son histéricas y todo está en su cabeza, un prejuicio tremendamente dañino en la sociedad". Todo lo quieren solucionar con pastillas, dice: "las mujeres están sobre medicadas, en lugar de ponerse a investigar los problemas de las mujeres, enseguida sale una pastilla para disimularlos". Porque sin duda hay problemas, enfermedad, depresiones; pero se requiere equidad, reconocer que todas las vidas son dignas de ser vividas.
Eso en el tema salud, y si nos vamos a territorios políticos encontramos más disparidades. Sólo 21 de casi 200 estados miembros de la ONU están dirigidos por mujeres. Otro dato significativo: 119 países nunca han tenido mujeres en sus presidencias o jefaturas de gobierno. Nuestro México incluido por supuesto. No sé si mis ojos verán a una mujer gobernando la suave patria, o nuestra Tamaulipas; pero sí sé que todavía veo muchos prejuicios al respecto. Para documentar los escenarios, los investigadores afirman que de seguir estas tendencias, llevará aproximadamente 130 años para lograr la equidad en el mundo. ¡Ay¡ Eso sí no lo veré.
Con todo, también hemos tenido avances. Hay que decirlo. Las mujeres de mi generación podemos suscribir los cambios y la inclusión en muchos entornos. Pero no es suficiente. Faltan oportunidades, equidad, respeto. Y lo peor: falta justicia ante la cotidiana violencia física, verbal y hasta simbólica, contra la mujer en el mundo. Y no es que busquemos victimizar. Es que hay víctimas y mucho dolor. Víctimas de la misoginia, del machismo, del patriarcado, de la soberbia, del acoso y hasta del miedo y la inseguridad de tantos hombres que ignoran, golpean, incluso matan, para sentirse "muy hombres". Es una realidad. Y ocultarla no ayuda a nadie.
En ese sentido, la epidemia del coronavirus, el confinamiento y sus consecuencias, han profundizado toda esa violencia doméstica que cotidianamente vulnera a tantas mujeres. Y no sólo eso. También la crisis económica derivada del virus ha provocado más desempleo, discriminación laboral y recortes salariales en las mujeres que en los hombres. Pero no nos rendimos. Ante la adversidad, millones de mujeres están reinventándose y mostrando su talento de mil maneras. Ofertando productos y servicios, cuidando enfermos, entregando alma y corazón para generar bienestar a sus familias, a su sociedad. Y para hacer visibles a todas las mujeres, para agradecer, reconocer y conmemorar a las que ya no están, debemos re-significar el Día de la Mujer, un día como debieran ser todos los días, con acciones, compromisos y respeto para todas.
Y escribo la palabra mujer y pienso en mi madre, quien aun dentro de un entorno machista, nos formó a 5 mujeres, rodeadas de libros y libres para elegir nuestro destino. Y recuerdo mi infancia, mi adolescencia, mi elección de una carrera "para hombres" y yo arriba del tractor, no sin miedo; pero dispuesta a luchar por lo que elegí. Digo mujer y pienso en mis hijos y viene a mi mente la palabra "parto", ese momento fundacional cuando la mujer crea y alumbra la vida con un grito. El parto como un acto de inmenso amor que en tiempos prehispánicos era glorificado, pues consideraban a las parturientas como las más valerosas combatientes de la gran batalla por la vida. Todos venimos de ahí, todos venimos del dolor de mujer, de grito de mujer, de leche de mujer, de madre. Y al decir madre pienso en las miles que gritan por sus hijos desaparecidos, por sus hijas violentadas, por la libertad requerida y también en quienes esperan a sus hijos todos los días con la comida lista, con el amor a cuestas y muchas veces con miedo a que no regresen.
Hoy pienso en mujer, en grito de mujer, en alma de mujer, convencida de nuestras luchas, asumiendo que no es contra los hombres, sino con a los hombres, que llegaremos más pronto al puerto de la equidad y la justicia. El compromiso es de todos. Nuestras niñas lo merecen. Nosotras también.