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El Canelo frente al Doctor Q
Por azares de la vida, hace unos días encontré dos noticias relacionadas con un par de personajes de origen mexicano que han logrado fama y reconocimiento. La primera nota aludía a la fiesta que el multimillonario boxeador Canelo Álvarez le organizó a su joven esposa y donde se enfatizaba el derroche y la abundancia. Amenizada por la banda El Recodo y Los Tucanes de Tijuana, el sonado festejo fue decorado con miles de flores rojas y corazones suspendidos en el techo. Escenarios que recordaban la todavía reciente boda del púgil, también comentada por el baile con Los Ángeles Azules y algunos lujitos más.
Famoso por su manera de celebrar, se comenta que el Canelo es coleccionista de carros de lujo y hasta ha pretendido comprar a las mismísimas Chivas de Guadalajara. Nacido en una familia de escasos recursos, ahora es el deportista mexicano que más dinero gana y en 2019 ya estaba en la lista Forbes con una fortuna valorada en 140 millones de dólares, con miras al 2023 cuando se calcula llegará a los casi 500 millones de dólares por los contratos firmados. Ufff. Así pues, una sola pelea le puede reportar más de 40 millones de dólares. Toda una máquina para hacer dinero, le dicen. Tal vez por eso lo gasta con singular alegría.
La otra nota me impresionó más. Con todo respeto para la trayectoria del Canelo, como yo no sé de box, ni puedo imaginarme tanto dinero junto, me volqué en la historia de Alfredo Quiñones, conocido también por Doctor Q. Leí todas las entrevistas que encontré y vi la docu-serie "Ases del bisturí" donde le dedican un capítulo. La historia fascinante de un mexicano igualmente reconocido internacionalmente, pero sus batallas son por salvar vidas. Nacido en las afueras de Mexicali, padeció de niño privaciones, tanto que una de sus hermanas murió por falta de atención médica. Con todo, confiesa haber tenido una infancia feliz, rodeado de una amorosa familia y con enormes aprendizajes de vida. A los 14 hizo su primer intentó de irse a trabajar a Estados Unidos y fue deportado. Estudió para profesor y a los 19 volvió a intentar corriendo para impulsarse y saltar el muro de casi 5 metros para tocar base y seguir corriendo; esta vez sin ser capturado.
Quería llegar lejos, dice Quiñones y empezó a trabajar cosechando en el campo. Pero no se conformaba porque además tenía hambre de conocimiento. Se matriculó en un colegio donde asombró por su brillante inteligencia e innegable potencial. Ayudado por sus maestros aplicó para una beca en Berkeley, universidad prestigiada donde se graduó con honores de Licenciado en Sicología. El siguiente vuelo lo emprendió más lejos, a Harvard, donde estudió Medicina obteniendo los más altos honores "Cum laude", siendo orador en su graduación. En Harvard, se dio un encuentro definitivo, un profesor lo invitó a una operación de cerebro. Ahí decidió su destino. Ser neurocirujano.
Las manos que alguna vez cosecharon algodón y tomates, son las mismas que ahora abren con precisión el órgano más prodigioso de nuestro cuerpo: cien mil millones de neuronas con 160 trillones de sinapsis. "El cerebro no se hizo para ser abierto", dice el Doctor Q: "pero al hacerlo, al atrevernos a entrar, conectamos con lo sagrado". Con ese respeto opera en la Clínica Mayo, reconocida como la número uno del mundo y asume tener miedo en cada intervención, pues sabe lo que hay dentro: el fascinante universo del cual dependen nuestras funciones y donde se encuentran nuestras memorias, nuestros amores, nuestra conciencia: pensamientos y sentimientos.
Y así libra el Doctor Q sus batallas contra el enemigo: tumores, muchas veces cancerosos. Y cada vez que entra a operar, (casi siempre con el paciente consciente), el doctor Q, también se deja llevar por sus recuerdos infantiles, por las enseñanzas de su abuelo, por su fuerza interior. Reconocido por el amable y cercano trato a sus pacientes, sabe lo importante de darles esperanza y brindarles confianza. Quería llegar lejos y llegó. Con su cerebro y manos ha ganado también mucho dinero, estatus, reconocimiento. Pero se sabe humilde porque se reconoce migrante y considera al sueño americano, no sólo para tener posesiones, sino para hacer el bien, salvar vidas. Y sigue estudiando, investigando, operando gratis en nuestro país cada año, trabajando incansablemente, ganando batallas por la vida cada día.
Cuando veo sus manos introducirse a un cerebro en el hermoso documental, pienso en la maravilla del cuerpo humano, en nuestro fascinante cerebro, esa "zona sagrada", ese tesoro que llevamos dentro y el Doctor Q todavía considera un misterio cuando extirpa tumores como desactivar bombas. Y no puedo más que enorgullecerme por su asombrosa historia, por esas manos que lo mismo han quitado maleza y tumores. Y Alfredo Quiñones también practica box, pero en su casa, concibiendo en cada golpe la idea de vencer al más temido contrincante.
Canelo y Doctor Q. De ambas historias contrastadas, nos queda la certeza del potencial de cuerpo y cerebro. Quiñones lleva la delantera con cientos de batallas ganadas contra la muerte. Quería llegar lejos y llegó.