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Alberto Capella, la polémica
Lo importante fueron los resultados: 1,363 personas detenidas por presuntos vínculos con el crimen organizado
El 9 de noviembre pasado policías municipales de Benito Juárez, Quintana Roo, dispersaron con armas de fuego y tiros al aire una manifestación por el feminicidio de Alexis, lo que generó no sólo pánico, sino heridos. Al día siguiente tanto el secretario municipal como el estatal de Seguridad Pública, Alberto Capella salieron de sus encargos.
Desde la mirada de los medios, el responsable de ese doloroso evento fue responsabilidad de Capella. La repetición, interesada o no, de la existencia de un culpable en un caso como éste prende rápidamente en el Sistema Nervioso Central y se queda como una verdad percibida. Advierto la probabilidad de un escenario distinto al que la técnica del denominado pánico moral (Stanley Cohen. Folk Devils and Moral Panics) ha dictado sentencia sumaria. El pánico moral surge cuando una condición o evento justifica estigmatizar a una persona como negativa para la sociedad. Veamos.
Primero. Conozco a Alberto Capella desde el 2001 cuando siendo secretario técnico del Consejo Coordinador Empresarial de Baja California se unió a la lucha por la transparencia y rendición de cuentas en su estado. Después de largas negociaciones finalmente se consiguió aprobar que el congreso local la primera ley local en la materia.
En ese tiempo la inseguridad en Tijuana y en el estado gozaban de cabal salud. Capella participó desde la sociedad en las tareas de denuncia ciudadana contra la inseguridad. Hombre inteligente, estructurado y de firmes convicciones, fue invitado para ser secretario de seguridad pública en Tijuana.
La noche anterior recibió la bienvenida con más de 500 disparos de armas largas en su casa porque se apartó de la máxima del sistema político: “En política, el único pecado que no se perdona es la falta de complicidad”. Y se volvió pecador empedernido, pero dio buenos resultados y de nueva cuenta fue llamado al mismo encargo practicando la rendición de cuentas, el combate a la corrupción y haciendo de Tijuana un lugar mucho menos inseguro que como lo encontró.
Sus méritos le valieron para que fuese invitado como titular de Seguridad Pública del estado de Morelos donde perfeccionó la lógica del mando único policial que no significa que desaparezcan las policías municipales en un Estado, sino que trabajen bajo una estrategia común que permita, por ende, ofrecer mejores resultados que si cada municipio adopta su propio modelo, lo que permite la captura del sistema policial por el crimen organizado.
Segundo. Ya con tres experiencias exitosas como responsable de seguridad pública, Capella fue convocado a Quintana Roo para hacerse responsable de la misma tarea en una entidad con muchos puntos vulnerables al ser el principal centro turístico internacional. A su llegada debió hacer una reingeniería integral del trabajo policial. Por un lado, hizo varias tareas para subir la moral de la fuerza pública y lograr que esta tuviera reconocimiento por aproximaciones sucesivas en la sociedad quintanarroense.
Además, por las relaciones forjadas por Alberto a su paso por seguridad pública en Tijuana, con la embajada americana y el FBI, logró que el gobierno estadunidense apoyara con recursos físicos a la Secretaría de Seguridad Publica, le diera capacitación para el combate a la corrupción policial y capacitación en protocolos de actuación en feminicidios, atención a la violencia de género, cero tolerancia al hostigamiento y acoso sexual, entre otros.
Lo importante fueron los resultados: 1,363 personas detenidas por presuntos vínculos con el crimen organizado.
De acuerdo a datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública del periodo de enero a septiembre del 2020 en relación al mismo espacio de tiempo en el 2019, se logró un 44% de reducción a los robos en casa habitación, el 38% menos a robo de negocios, los feminicidios se redujeron en un 25% y el robo en transporte público bajó un 73%, por citar algunas de las principales cifras. El 21 de octubre pasado, hace menos de un mes, Capella recibió un reconocimiento público por el FBI en Cancún por su trabajo.
Tercero. En ese contexto, es natural que surgen varias preguntas básicas sobre la represión en Benito Juárez: ¿Alberto Capella tenía algún incentivo para ordenar o permitir la actuación policial como se llevó a cabo? No es necesario ser un experto en temas policiacos para decir rotundamente que no. Al contrario, haber actuado en esa dirección no tenía más que resultados negativos y repudio social.
¿Desconocía Alberto los protocolos en manifestaciones públicas? Tampoco, eso lo sabía bien desde sus inicios en esa carrera en Tijuana, particularmente porque él encabezó varias marchas contra la inseguridad por Baja California antes de ser titular de Seguridad Pública y porque estaba justamente en proceso de ser certificado por la principal calificadora de la policía en el mundo, CALEA, formada por exagentes del FBI y cuyos requerimientos son muy rigurosos.
Entonces, ¿Qué pasó? Es probable que se pueda validar la hipótesis de que un poderoso cartel trasnacional de Europa del Este dedicado a la clonación de tarjetas de crédito de miles de turistas que visitan Cancún hubiese infiltrado a algunos mandos policiales para llevar a cabo esa absurda provocación contra la citada manifestación dando un tiro de precisión en la línea de flotación de Alberto Capella, quien ya venía avanzando en investigaciones contra este poderosísimo grupo del crimen organizado. Así las cosas.