Columnas > YÁSNAYA ELENA A. GIL
¿Somos pueblo o somos ciudadanía? ¿Tii te´n atom?
Hace tiempo leí, en una de las plataformas informativas que suelo consultar, amargas quejas sobre cómo, a pesar de que el actual gobierno estaba atacando instituciones clave para garantizar la normalidad democrática, como lo es el Instituto Nacional Electoral, la intención del voto no castigaba este ataque como se puede deducir de cualquier encuesta sobre la próxima elección presidencial. Diversas opiniones externaban su sorpresa, de alguna manera habían pensado que el ataque a estas instituciones que tanto habían costado construir en este país tendría como consecuencia un voto de castigo para MORENA. Otros más habían albergado ciertas esperanzas pues consideraban que las marchas ciudadanas organizadas por la oposición para defender la democracia o para defender al INE habían sido multitudinarias y pensaron que eran un termómetro del sentir de la mayoría de la población. Pero estaban muy equivocados, las encuestas nos muestran claramente que las elecciones presidenciales favorecerán a la opción que garantiza la continuidad de la llamada Cuarta Transformación.
¿Cómo es posible que la mayor parte de los votantes prefieran votar por Claudia Sheinbaum si el presidente actual ataca al INE? ¿Por qué la defensa del INE no es lo suficiente masiva para que se refleje en la intención de voto?. Lamentablemente, algunos analistas cercanos a la oposición se suben a un pedestal de superioridad moral e intelectual y explican que la mayoría de la población es ignorante y está adormilada por la narrativa oficialista, que no están iniciados en los valores democráticos tan preciados para la clase media ilustrada.
La oposición se pregunta entonces ¿por qué la mayor parte de la población no se une a su versión de defensa de la democracia y del INE?. Esta pregunta puede responderse de diversas maneras pero es innegable que el dispositivo discursivo que se despliega juega un papel fundamental. Mientras que MORENA habla del "pueblo" y de la "voluntad del pueblo", la oposición ha privilegiado siempre la palabra "ciudadanía", habla de "iniciativas ciudadanas" o incluso Xóchitl Gálvez se ha presentado como una "candidata ciudadana".
Lo que la oposición tal vez no recuerda es que la noción de ciudadanía se construyó por exclusión; en las concepciones de ciudadanía del Siglo XIX, durante la creación y la consolidación del Estado Mexicano, tener la nacionalidad no bastaba para ser ciudadano, no bastaba la edad para garantizar la participación en los asuntos políticos del Estado. En un principio, fueron considerados ciudadanos con todos los derechos político-electorales sólo los varones; como bien sabemos, las mujeres tuvieron que movilizarse y luchar para conseguir el derecho al voto ya bien entrado el Siglo XX. Por otro lado, como diversos historiadores han puntualizado, en un inicio fueron considerados ciudadanos aquellos hombres que tenían propiedades y, como apunta la investigadora Graciela Velásquez Delgado, el propio José María Luis Mora, intelectual y político del Siglo XIX, defendía que sólo los propietarios en "posesión de los bienes capaces de constituir por sí mismos una subsistencia desahogada e independiente" deberían ejercer exclusivamente los derechos políticos en el país. En los inicios, sólo aquellos que tenían cierta renta anual eran considerados ciudadanos; la propiedad privada condicionaba la ciudadanía y esto excluyó a la población indígena que era mayoritaria en ese entonces y a gran parte de la población empobrecida además de las mujeres. Desde un principio, la noción de "ciudadanía" no tuvo un origen popular.
Podríamos decir que con el paso del tiempo se ha luchado para que la noción de ciudadanía sea más amplia y más democrática pero por su uso en el discurso político podemos ver que no despierta entusiasmo masivo. Cuando miembros de la oposición explican que la mayor parte de la población no se une a su lucha ciudadana por la democracia por ignorancia y falta de visión crítica, se activa de nuevo en la memoria colectiva ese desprecio que las élites del México naciente expresaban en contra de una mayoría a la que de inicio le negaron sus derechos electorales y de participación política. Se trata del mismo discurso más de 200 años después. El ferviente uso discursivo de la palabra "ciudadanía" parece tener un sesgo de clase. Parece que el INE, desde su creación como Instituto Federal Electoral, no ha tenido éxito, desde la educación cívica, en que el pueblo se entusiasme con la noción de ciudadanía, noción cooptada, discursivamente por cierta clase social que presume de ilustrada.
Otro asunto a considerar es que la noción de ciudadanía establece una relación individual entre una persona y el Estado, esta relación fue utilizada en muchos casos para desconocer y romper la relación política entre entidades políticas colectivas como los pueblos indígenas y el Estado. El hecho de que en el discurso la noción de "ciudadanía" no sea popular no significa que el "pueblo" no se interese por el devenir político del país, el "pueblo" ha tenido sus maneras contundentes de participar en la lucha democrática (también hay personas y colectividades que construyen otras opciones políticas fuera de las lógicas del Estado).
MORENA, y en particular López Obrador, supo leer la aceptación popular, valga la redundancia, de la palabra "pueblo" y lo ha utilizado electoralmente hasta la nausea, despojándolo del sentido que tiene cuando es el pueblo quien usa la palabra "pueblo". Del otro lado, la oposición más que explicar la noción de "ciudadanía" la sigue esgrimiendo como un arma de clase. No se sorprendan entonces que la "ciudadanía" pintada de rosa y blanco no genere mucho entusiasmo.