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¿Quién ganó el debate y por qué Sheinbaum?
La candidata de Morena decidió que el tercer y último debate era un trámite más en su estrategia de hacer sentir que aun sin la cita de las urnas del 2 de junio, la elección está decidida
En cuatro palabras...
como don Fernando Marcos:
Máynez: Quiso ser Salomón Chertorivski.
Claudia: Ya me vi presidencial.
Xóchitl: Hasta el último aliento.
Desarrollemos:
Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano, tuvo un desempeño parecido al del candidato a la jefatura de Gobierno Salomón Chertorivski: estructurado, con razonables propuestas, corregía puntualmente a sus adversarias... si fuera otro momento político el de México, hasta podría ser atendible su aspiración. Pero ésta se viene al suelo, y la comparación con Chertorivski también, cuando se advierte, muy fácilmente, la diferencia de trato que da al oficialismo y a la oposición. Sus críticas son personales contra Xóchitl Gálvez, sus comentarios hacia Morena, en cambio, no pueden ser más aterciopeladas. Es el candidato al que le preocupa más lo que pasó entre 2000 y 2018 que lo que ocurre desde 2018, podría pedir mañana su inscripción en Morena y sería totalmente lógico ese paso.
Claudia Sheinbaum decidió que el tercer y último debate era un trámite más en su estrategia de hacer sentir que aun sin la cita de las urnas del 2 de junio, la elección está decidida. En concreto, este domingo dio por hecho, y así lo declaró, que será presidenta y se asumió como tal. En ello se escudó, en cuidar la "investidura presidencial", para no contestar algunos de los muchos cuestionamientos que le hizo Xóchitl Gálvez, que vaya que la llenó de preguntas y acusaciones. Ella era como el correcaminos, en su turno reponía bip bip y pasaba a sus temas, a lo que ella calificaba de propuestas. Gracias a estos tres debates, las y los ciudadanos tienen ya, y eso se dice poco, una imagen de Claudia, de su estilo, de sus modos. Resistió los embates, salió airosa, pero es precisamente por cerrarse, no por discutir con argumentos, por refractaria, no por convincente; por machacona al insistir que en México hay un ellos y un nosotros, no por demostrar que quiere un todo. Ya aplica la distancia, llamémosle presidencial, que hemos visto desde 2018.
Xóchitl Gálvez se asume como un tornado, quiere ganar arrasando. Ayer no le fue mal. Fue la figura del domingo en la marcha, porque hubo muchas en el país. De día fue luz, de noche estuvo a punto de ser sombra. Si la campaña durara un mes más, Xóchitl tendría tiempo para madurar su desempeño, para estructurar más sus ideas en el incómodo formato del contra reloj, que no es lo suyo. Pero no hay tiempo. Se dice que es espontánea, pues eso es mérito si además de rápida de reflejos, sus expresiones son contundentes al desfondar las del adversario en un ejercicio de estos. No fue el caso: fue mejor cuando se dedicó a atacar con lo que tenía programado, pero se quedó muy lejos cuando se trataba de revirar o rematar. Y a ratos rebajaba el nivel del encuentro: se puede cuestionar a Claudia si lucra con la fe católica para buscar votos, pero llevarlo al nivel de chisme con el Papa Francisco está fuera de lugar. Sin embargo, Gálvez seguirá duro y duro, mientras la campana final no suene, ella no bajará los brazos.
La final del futbol mexicano será entre el América y el Cruz Azul. Recuerda a la elección. Los primeros, los azulcrema, son famosos porque no quieren solo ganar, sino ser odiosos al lograrlo. Los segundos porque no pocas veces fallan a la hora buena. Veremos qué historia se escribe en tan disímbolos mundos. ¡Ah! Y Máynez. Sí, a los del Monterrey no les alcanzó, verán la final en una televisión.