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¿Las fuerzas armadas en riesgo?

  • Por: TONATIUH GUILLÉN LÓPEZ
  • 19 JUNIO 2022
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¿Las fuerzas armadas en riesgo?

Lamentablemente para México, el desempeño del gobierno del presidente López Obrador está lejos de resultados de modernización institucional y de superación de nuestros profundos rezagos sociales y regionales.

Más allá de buenas intenciones, los resultados concretos son los que reflejan nuestra realidad y la capacidad gubernamental para mejorarla. Haciendo una rápida lista de asuntos públicos relevantes, no es difícil reconocer que grandes rezagos persisten y que el deterioro se acumula en numerosos ámbitos de la vida nacional. Es probable que entre los saldos negativos al final se ubique el perfil institucional de las Fuerzas Armadas.

Por lo pronto, el combate a la corrupción, objetivo machacado insistentemente, no tiene avances ni alternativas a la vista; la superación de la pobreza, por su parte, tiene indicadores exactamente del lado contrario, pues ahora más población sobrevive en estas condiciones. Los desequilibrios regionales, entre el norte y el sur dicho de manera genérica, tampoco muestran correcciones; obras emblemáticas como la refinería, trenes, corredores y aeropuerto, avanzan entre fuertes tensiones sociales y daños ambientales. El crimen organizado y su cotidiana opresión sobre regiones y poblaciones sigue provocando enormes daños e incluso generando el desplazamiento forzado de familias y comunidades; paralelamente, los homicidios tienen las cifras más horrendas de todos los tiempos. La administración pública federal, entre la austeridad tajante y la carencia de una guía estratégica, persiste entre la indolencia y el mínimo hacer. La ciencia y la cultura han sido desvaloradas y reducidas a su mínima expresión, con un propósito centralista y de subordinación. El sistema educativo y el de salud, lejos de mejorar se encuentran entre la parálisis y un pronunciado deterioro que complica a otro conjunto de variables sociales. Mientras tanto, la economía está estancada en su crecimiento, compitiendo con los momentos más crudos del pasado.

No habrá posibilidad de que "otros datos" corrijan al panorama anterior. El sexenio ya entró a su recta final y ahora está más ocupado en el control político del proceso electoral y de la sucesión presidencial, asunto que tiene la absoluta prioridad para el gobierno. Es decir, resta un tiempo sin oportunidad para correcciones y menos para reconocer errores y deficiencias. Así, en este desafiante contexto nacional es donde se ubica el súbito y ampliado rol institucional de las Fuerzas Armadas.

El presidente López Obrador, desde el inicio de su gobierno, decidió no cumplir su promesa electoral de regresar el Ejército y la Marina a sus respectivas instalaciones. Por el contrario, con base en su feroz crítica de la burocracia y de la administración pública como inevitablemente corruptas e ineficaces, encontró en las Fuerzas Armadas una estructura con gran capacidad operativa, leal, disciplinada y con plena obediencia al mandato presidencial. Precisamente, lo que no encontraba entre la élite de funcionarios ni en general entre la burocracia gubernamental.

El ampliado rol de las Fuerzas Armadas, como puede inferirse, es la manera de evitar una reforma administrativa, la modernización institucional o la generación de nuevos cuadros profesionales. No había razón para este paso --innecesario desde la perspectiva presidencial-- teniendo a la mano un aparato militar que podía inducirse a asumir funciones civiles. Por lo demás, se recordará, el presidente ha argumentado que no se requiere capacidad o especialización para ejercer la dirección gubernamental. Sólo se necesita honestidad y obediencia, según sus parámetros, por lo que la especialización y la profesionalización son cualidades prescindibles del buen gobierno (aunque los países desarrollados del mundo piensen lo contrario).

La inserción de las Fuerzas Armadas en funciones civiles, como migración, obra pública, seguridad pública, investigación de delitos (tareas de la Guardia Nacional), aeropuertos, aduanas, distribución de medicinas y una larga lista de funciones adicionales, de fondo tiene una pregunta esencial. Las Fuerzas Armadas, dicho en términos simples ¿"militarizan" la función civil? ¿O bien es la función civil la que adhiere su ADN a la estructura militar?

La primera posibilidad implicaría que las reglas y procedimientos de la función civil transiten hacia las reglas de la estructura militar, ya sea de facto o mediante alguna reforma administrativa (lo que no ha sucedido hasta ahora).

La segunda posibilidad implica que el personal militar y tal vez alguna franja de la estructura del Ejército y de la Marina se adapten al funcionamiento y normas de la administración civil y, en el peor escenario, también se relacionen con el marco contextual que le rodea, incluyendo los riesgos de corrupción y delitos.

En cualquier caso, la interacción entre Fuerzas Armadas y las extensas funciones civiles que han asumido tiene un inevitable proceso de confluencia, un "choque" en términos metafóricos, que no deja de repercutir sobre la estructura del Ejército y la Marina. Ahora, la pregunta es sobre la escala de esa repercusión y, además, si el efecto clasifica como deterioro institucional. Sería ingenuo asumir que estos cambios tan trascendentes en las funciones y actividades de las Fuerzas Armadas son inocuos para su perfil institucional.

Hacia el final de este sexenio --y tal vez desde ahora-- es probable que el perfil institucional de las Fuerzas Armadas haya cambiado sustancialmente. Son o serán otros aparatos del Estado, ya no apegados al modelo tradicional que construyeron durante décadas, sino creando uno que abiertamente incursiona sobre el paradigma civil, administrativo y empresarial que esencialmente ha sido ajeno. ¿De qué tamaño son las repercusiones para las instituciones armadas?.

Además, visto el escenario del otro lado ¿son positivas las consecuencias para las áreas civiles que son "militarizadas"? En materia migratoria, por ejemplo, el saldo no es alentador, como muestra el reporte Bajo la bota. Militarización de la política migratoria en México, difundido recientemente. Seguramente habrá ejemplos adicionales que sugieran prácticas no ejemplares en el encuentro entre instituciones armadas y funciones civiles, sobre todo en aquellas rodeadas por intereses económicos cuantiosos.

El actual riesgo para las Fuerzas Armadas radica precisamente en cambiar su perfil institucional, el que ha sido valorado positivamente por muchos años. Son o serán otras instituciones, diferentes, con muchas más tareas, lo cual eventualmente generará tensiones con su estructura tradicional.

El escenario no es un asunto menor. En la historia política del Estado mexicano, durante la etapa que permitió su consolidación como aparato central y decisivo para el desarrollo nacional, parte sustancial del logro consistió en la profesionalización de las Fuerzas Armadas y, justamente, en su distanciamiento de la política y de las funciones civiles. ¿Por qué ahora mover las manecillas en la dirección inversa? El costo puede ser muy alto, mucho más trascendente que este sexenio. (Profesor PUED/UNAM, excomisionado del INM)

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