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El inefable gozo

En mi mensaje de la semana pasada en esta sección hablaba de las alegrías enormes que se perdían aquellos hombres que decidían evadir la responsabilidad de criar a una hija, abandonando a la madre embarazada o a la hija cuando aún era pequeña.

Si bien en ese mensaje me enfoqué en las niñas, criar a un hijo varón, a quien puedes ayudar a convertirse en un hombre, trae también bastantes alegrías. Este fin de semana mi hijo Jesús me proporcionó una de ellas. Me mandó un mensaje en el que me decía que me quería dedicar una canción e incluía la liga para escucharla. Al estarla escuchando, no pude evitar que las lágrimas asomaran a mis ojos. La canción se llama “Por si acaso no vivieras para siempre”. Les comparto la letra de la canción (originalmente en inglés):

El inefable gozo

Una hermosa canción

“Pusiste toda tu fe en mis sueños, me diste el mundo que yo deseaba. ¿Qué hice para merecerte? Voy siguiendo tus pasos, recorro el camino que tú iniciaste. Necesito que sepas que escuché cada palabra que decías.

Creo que he esperado demasiado para decirte todo lo que significas para mí. Por si acaso no vivieras para siempre, déjame decirte ahora que te amo más de lo que puedes comprender. Por si acaso no vivieras para siempre, déjame decirte mi verdad: soy todo lo que soy gracias a ti”.

Continúa diciendo la canción:

“He traído esta canción en mi mente, haciendo eco dentro de mí. Pero me había faltado pedirte que la escucharas. A veces creemos que tenemos todo el tiempo del mundo, pero estoy seguro de que me moriría si no te dijera que las partes de mí son partes de ti.

Tengo un héroe siempre que necesito uno, solo necesito voltear a verte. Soy un hombre porque tú me enseñaste a serlo. Por si acaso no vivieras para siempre, déjame decirte la verdad: mientras que yo esté aquí, así tú también lo estarás”.

En respuesta a ese hermoso mensaje, le respondí a Chuy con las palabras de un texto que había copiado para compartirlo con mis cuatro hijos: “No puedo prometerte estar aquí para el resto de tu vida, pero puedo prometerte que te amaré por el resto de la mía”.

Una hermosa descripción

Del mismo autor de la descripción de lo que es una niña que compartí en el mensaje anterior, les comparto ahora un fragmento de lo que describe como lo que es un niño:

“Un niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo. Le encantan los dulces, las navajas, el campo, los animales grandes, papá, los trenes, los domingos por la mañana y los carros de bomberos. Un niño es una criatura mágica; usted puede cerrarle la puerta del cuarto donde guarda las herramientas, pero no puede cerrarle la puerta de su corazón; puede echarlo de su estudio, pero no de su pensamiento. Todo su poderío se rinde ante él. Es su carcelero, su amo, su jefe… él, un manojito de ruido, carita sucia. Y cuando usted llega a su casa por la noche, con sus esperanzas y sus ambiciones hechas pedazos, él puede remediarlo todo con dos simples palabras: ‘HOLA, PAPITO’”.

Así que vuelvo a mi punto original: si has abandonado o estás pensando abandonar tu responsabilidad como padre – lo cual te llevaría a perder el derecho a usar ese título y quedarte solo en el nivel de “engendrador” –, hay muchas cosas maravillosas de las que te vas a perder, o ya te estás perdiendo.

Y ser padre no se limita solamente a “estar ahí” físicamente. Implica dedicarse, prepararse, entregarse, pero te aseguro que cada segundo que inviertas en eso se compensará con creces cuando tu hijo te diga “basta con voltear a verte para tener al héroe que necesito”.

La palabra inefable es tal vez poco conocida; proviene de un vocablo latino que significa “indecible” y se utiliza para referirse a aquello que no puede expresarse con palabras. Así que, para cerrar este mensaje y el anterior, lo mejor que te puedo decir y desear es: no te pierdas el inefable gozo de ser un verdadero padre para tu hijo o hija, de poner toda tu fe en sus sueños, y de iniciar un camino que ellos deseen recorrer después. Eso te asegurará un lugar en su historia y en su corazón. Por si acaso no vivieras para siempre.