Columnas > PLUMA INVITADA
El AIFA, más inexplicable que chinches, aliens y el Tri
No encuentro respuestas satisfactorias para explicar por qué invertimos una millonada en un aeropuerto para que sea el décimo del país
Una amiga extranjera anda de visita por estas tierras nuestras. Es una persona con curiosidad e interés por los asuntos mexicanos y que conoce el país, al menos en plan turista, desde Mérida a Ensenada. Aun así, ha significado todo un reto ofrecerle explicaciones sobre un cierto asunto nacional que no le queda muy claro desde que llegó. Y no, no me refiero a la epidemia de chinches que obligó a cerrar durante algunos días varios planteles de la UNAM (mi amiga es una latinoamericana residente en Europa hace añales y acaba de abortar una estancia en París, ciudad afectada por los mismos bichos incontrolados, así que algo sabe de eso). Tampoco hablo del asunto de los supuestos "aliens" (compuestos, al parecer, por restos de animales) que el "investigador de lo oculto" Jaime Maussan fue a presentar ante unos diputados con demasiado tiempo libre hace unas semanas. Ese es folclor barato, pero nadie piensa que nuestro Gobierno, en realidad, crea en la vida extraterrestre ni que la vida nacional gire en torno a los OVNIS.
Hablo de un asunto más terrenal (aunque se trate de un tema volador). Es este: un mexicano entusiasta de la actual administración le contó a mi amiga hace tiempo, allá en su país de residencia, que se había construido un gran aeropuerto en México, ya saben, un orgullo de la ingeniería, el mejor del mundo, etcétera. Hablaba del Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA). Pero mi amiga, quien no visitaba estos lares desde antes de la pandemia, acabó aterrizando en el de siempre, el Internacional de la Ciudad de México. Y hace unos días, cuando nos vimos, me pidió explicarle el motivo por el cual la terminal nueva recibe muy pocos vuelos del extranjero y la mayoría de ellos charters, o que cumplen rutas provenientes de países de esos que les dan escalofríos a la CIA, como son Cuba y Venezuela.
Mi amiga tampoco entiende que el AIFA, presumido como una de las grandes obras del sexenio en curso, no se encuentre entre los principales aeropuertos del país (con trabajos entra al top ten), y que el Estado mexicano haya tenido que improvisar la articulación de una línea aérea pública para tratar de impulsarlo (y, si vamos a esas, tampoco le resulta comprensible por qué el Estado tendría que meterse a empresario en aviación en un país en que no es que falte oferta de rutas ni asientos). Me pregunta, ya en esas, por qué se inauguró el AIFA si las vías de acceso listas eran pocas y faltaban muchas básicas por construir. Tampoco le resulta comprensible por qué hay gente en este país que no tomaría un vuelo al AIFA ni aunque le rebajen los precios y por qué una infraestructura pública se ha convertido en la pelota de un partido entre los que le creen todo al presidente y los que no le creen nada.
Y qué le digo: nada. No encuentro respuestas satisfactorias que nos hagan quedar, si no bien, al menos no tan mal parados como país. Porque, sí, invertimos una millonada en un aeropuerto para que sea el décimo del país, y para que opere con pérdidas desde el primer día. E invertiremos más para resucitar una línea aérea (Mexicana) que se ocupará por intentar darle el tráfico que el mercado no le ha concedido. Y, por si no faltaran problemas con el AIFA, además hay gente (mucha) que no usa ni usará esa terminal porque les caen gordos el que la mandó a hacer, los que la hicieron y los que sí la usan. Aunque un día se llene de rutas y le construyan las vías de acceso que necesita.
Así que mejor me pongo a darle explicaciones a mi amiga sobre las chinches y los aliens y le cuento que la selección mexicana ya no puede usar el apodo del "Tri" porque el rockero Álex Lora le ganó un juicio y que hay muchos mexicanos que piensan que el eclipse parcial del sábado les dio (o les quitó) energía vital.... Eso resulta más fácil que explicar lo que pasa con el AIFA.