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Doce deseos para un México no autoritario
Quiero hacer un ejercicio propositivo. Voy a pecar de optimista y lo considero necesario para sobrevivir después de un año devastador. Ser optimista es necesario porque esta cuarta transformación no nos ha llevado a un rumbo radicalmente distinto al de sexenios anteriores. Quizá gobiernos anteriores preservaban cierto respeto por los órganos autónomos. Pero no omito el "cierto" porque las intenciones intervencionistas del Ejecutivo siempre han estado latentes. Hay proyectos "de Estado" sostenidos en una pretensión de megalópolis atrapada en los setenta. Aclaro, aunque la orientación actual del gobierno no es tan distinta, la 4T sí ha dado un buen empujón al caos de prácticas previas.
Tenemos un año electoral en puerta y una oposición que es una masa amorfa. Ésta permitió que Morena aprobara múltiples reformas legislativas y no ha mostrado resistencia ante sus ocurrencias riesgosas. Aun así, el año que viene probablemente intentarán diferenciarse discursivamente del poder, pero de facto no habrá distancia. No ayudará mucho que el bloque "opositor" del PRI-PAN-PRD ignora que su alianza nutre la ingesta polarizadora del Presidente. Esta alianza coloca cómodamente en un bloque a todo lo que le estorba a AMLO. ¿Acaso este bloque aspira a que, quienes estamos agotados del contrapeso blandengue, votemos por ellos? ¿O triunfará la caricaturización de AMLO de la alianza de yunquistas, masones, laicos, socialdemócratas, sinvergüenzas, chapulines, cínicos y oportunistas? En ese bloque habrá de todo y van por todo.
Mantenemos un costoso sistema de partidos y aunque en las elecciones se definirán el mayor número de cargos, tendremos un bipartidismo falaz. Así será mientras no haya agendas realmente distantes. Sí, no sólo distintas, sino opuestas. Aun así, no debemos limitarnos a pensar en lo deseable.
Deseo entonces:
1) Que surja una alternativa política al pasado y presente: no solo en discurso, sino real, integrada por personas con trayectoria política de contrapeso al autoritarismo y la corrupción.
2) Que México cuente con una estrategia de seguridad nacional dirigida y operada por fuerzas civiles.
3) Que el gobierno reconozca la pobreza y la desigualdad como problemas estructurales que no se resuelven con aspirinas subsidiarias; que las afronte con alianzas diversas y transparentes con el sector privado con rendición de cuentas sea vinculante.
4) Que reforcemos el ingreso de las familias y cuidemos el poder adquisitivo del peso.
5) Que implementemos una estrategia anticorrupción en la que la Fiscalía General de la República no compita con la Unidad de Inteligencia Financiera, sino que haga uso expedito de la información que se le proporciona y actúe en consecuencia.
6) Que las víctimas de la guerra contra el crimen organizado tengan la garantía de que en una década se alcanzará la justicia transicional.
7) Que se regularice sin retrasos la mariguana, con un marco jurídico progresista y no moralista.
8) Que el Ejecutivo asuma sus responsabilidades de infraestructura institucional y administrativa, y deje de depositarlas en las Fuerzas Armadas.
9) Que construyamos un sistema de salud universal que desmantele la burocracia inútil, que ofrezca al personal médico trabajo digno y, sobre todo, a los beneficiarios, servicio digno.
10) Que el presupuesto cuente con un ingreso vital para que, en crisis como ahora, las economías familiares tengan protección.
11) Que la relación con Estados Unidos deje de ser maniquea como con Peña Nieto y que cambie la añoranza de actual de tener un Trump como aliado del norte.
12) Que se despenalice el aborto a nivel nacional, como política de derechos con enfoque de género.
¿Habrá algún grupo político dispuesto a sostener una agenda con estas características? De haberlo, podríamos augurar que el 2021 puede ser un año que cambie el destino de nuestro país. Se vale soñar.
(Sustitución) El columnista Carlos Loret se encuentra de vacaciones.