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Contracorriente
Nadie puede escatimar cuando se trata de asumir que el gobierno de López Obrador, si en algo ha sido exitoso, es en su estrategia de comunicación. Con la construcción de una narrativa maniquea que desmorona no sólo los significados sino las implicaciones de los conceptos en el imaginario colectivo, ha conseguido desviar efectivamente la atención de su falta de resultados. Para abusar del resentimiento que la desigualdad histórica nos ha dejado como sociedad, ha intentado disolver la esencia de las palabras.
Bien vale la pena registrar algunos de los conceptos que ha pretendido deconstruir para adaptarlos a su demagogia:
Conservadores.- Cualquier ideología política, social y económica que se basa en la conservación de todos aquellos elementos tradicionales y que se resiste a progresar en oposición a todas las ideas y acciones que impliquen respetar las libertades. Los conservadores reprueban a quien no coincide con las estructuras tradicionales (enfoque religioso, el poder concentrado en pocas personas, políticas económicas proteccionistas, formas y expresiones nacionalistas). Si hay un ejemplo de conservadurismo es el propio presidente quien lo encarna. Sin embargo, en su narrativa, todo aquel que esté en contra, quiere mantener estructuras o políticas del pasado, aunque sean iniciativas liberales de facto, como: las escuelas de tiempo completo, los incentivos a los científicos, o la eliminación de fuerzas armadas en tareas civiles.
Neoliberales.- Entre las medidas neoliberales en la teoría socioeconómica están los recortes al sector cultural, a la educación, a la ciencia o los programas de atención a la violencia de género. También el adelgazamiento de la administración pública, además de la priorización de adjudicaciones directas al sector privado, así como el desarrollo de megaproyectos y la negativa absoluta a incrementar la deuda para amortiguar desempleo y quiebre de microempresas. Esta administración cumple cada punto con rigor, aunque venda la idea de que combaten el neoliberalismo.
Libertad de expresión.- Es el derecho de todo ser humano a expresar sus opiniones y comunicarlas, sin temor a represalias, censuras o sanciones. Para el oficialismo de López Obrador esta libertad le aplica a la Presidencia, más que a la ciudadanía o a la prensa. Él puede decir lo que sea, usar incluso discursos que incitan al odio.
Chayoteros.- Este modismo se emplea para señalar al "periodista que recibe sobornos de una oficina de gobierno para inducirlo a informar según su conveniencia". Para este gobierno el chayotero es justo lo opuesto. El presidente y muchos de sus simpatizantes acusan de chayotero al periodista que reporte, señale fallas o haga un análisis que resulte desfavorable. México lleva décadas siendo uno de los primeros países en donde ejercer el periodismo es de lo más peligroso.
Democracia.- El oficialismo ha reducido el concepto al ejercicio de consultas con respuestas dicotómicas, que lo único que tienen como consecuencia es alimentar la narrativa polarizadora. Para dar respuesta a esas consultas recurre al acarreo y a la coacción del voto condicionando la recepción de subsidios o la permanencia en un cargo público a quienes no respondan su llamado. Olvidaron que la democracia implica la liberación de arbitrariedades, el culto de la personalidad o la permanencia de la hegemonía de un partido por medio de trampas.
Nepotismo.- Para el oficialismo el hecho de que uno o varios familiares se vean beneficiados por una política pública, no está mal visto. Incluso hay gobiernos morenistas que han incorporado en la nómina a familiares o a concubinos y parejas sentimentales. Amistad leal mata trayectoria profesional. Si estás con el presidente puedes ser gobernador, embajador o formar parte de su gabinete. Contradecirlo te convierte en traidor a la patria.
Twitter: @MaiteAzuela