Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA
Borracho seco
No es un resfriado
Estos futuros alcohólicos, al enfrentar esta serie de presiones, generan una gran angustia que les produce un intenso malestar psicológico, y al mismo tiempo, mucha frustración, al sentirse incompetentes para satisfacer esas necesidades. Pero es también en la época de la adolescencia cuando se tienen los primeros contactos con el alcohol. El inmaduro emocional, lleno de complejos y limitaciones en sus relaciones interpersonales, al experimentar con el alcohol descubre una sustancia maravillosa que transforma su personalidad y lo convierte de tímido en audaz, de cobarde en valiente, de introvertido en extrovertido, de antipático en simpático y de lacónico en locuaz. Es así como este inseguro angustiado encuentra en el alcohol una muleta emocional que le ayuda a sobre compensar sus limitaciones psicológicas. De esta forma se inicia una carrera que empieza por el uso, continúa con el hábito, sigue con el abuso y termina con la adicción al alcohol. El alcoholismo es una enfermedad que produce un desgaste físico y psicológico impresionante. La principal característica del desgaste psicológico del alcohólico es la parálisis de su desarrollo emocional. Es decir, un alcohólico activo no crece emocionalmente. Está psicológicamente atrofiado porque para enfrentar los diferentes conflictos de su vida o para evadirse de ellos, ha recurrido siempre a la muleta emocional del alcohol. Por lo tanto, en el alcohólico se presenta el fenómeno de llover sobre mojado ya que antes de empezar a beber ya presentaba serias limitaciones en el proceso de madurez de su personalidad, que eventualmente lo llevaron al desarrollo de su alcoholismo, que a su vez produjo un estancamiento en ese proceso de crecimiento emocional. Pero una vez que el alcohólico decide dejar de beber y alcanza la abstinencia, persiste aún la inmadurez emocional. La abstinencia por sí sola no provoca un crecimiento emocional, sino que el alcohólico en recuperación, una vez que ha alcanzado un tiempo razonable de abstinencia, debe de empezar a trabajar en su crecimiento emocional.
Por eso decimos que el alcohólico que deja de beber, pero que no crece emocionalmente padece del Síndrome de la Borrachera Seca. Este primer síntoma de la borrachera seca constituye el núcleo central del mismo. Los otros once son, en cierta forma, consecuencia de una inmadurez emocional. Al inmaduro emocional le llamamos ´el niño rey´, porque su comportamiento es típico de un individuo terriblemente egocéntrico que exige todos los derechos de un menor, pero que no cumple ninguna obligación del adulto. En otras palabras, cuando le conviene se comporta como niño y cuando le conviene se comporta como adulto autoritario.