Columnas > ERNESTO SALAYANDIA GARCÍA
Borracho seco
Deprimido la mayor parte del tiempo, sin ganas de nada, secuestrado por mis pensamiento sicóticos, patológicos, obsesivos
Deprimido la mayor parte del tiempo, sin ganas de nada, secuestrado por mis pensamiento sicóticos, patológicos, obsesivos, viviendo en el pasado, en lo que hubiera sido y no fue, en ese mar de conmiseración, lleno de angustias y miedos. Jesús, uno de mis padrinos, me dijo: Son ganas de consumir. Yo me la pasaba en juntas, pegado a la literatura y los servicios, pero no sentía ningún cambio: el síndrome de la borrachera seca me tenía atrapado, víctima del insomnio, neurótico, distante, aislado de mi mujer, mi familia y del mismo grupo; me fumaba un cigarro cada diez minutos, mi nivel de ansiedad era muy alto; fumaba cerca de tres cajetillas al día. Yo desconocía esa crueldad, mi enfermedad, era ignorante ante la adversidad; pensé que bastaba con haber tapado la botella, dejar de consumir e ir con los Alcohólicos. Creí que se trataba de algo más simple, sin mayor problema, pero mis síntomas emocionales me hacían trizas, yo mismo no soportaba mis nefastas actitudes y menos aceptaba la magnitud de mi enfermedad. Yo no estoy tan enfermo.