´Tomar tu mano´: una historia de la violencia sin límites de El Salvador
La escritora Claudia Hernández da voz a una protagonista que nos acerca a otras muchas mujeres atrapadas, oprimidas y sin una salida fácil de sus hogares, inmersas en un sistema patriarcal que las ahoga, rodeadas de paramilitares y exguerrilleros
Tomar tu mano no es la primera novela que leo de Claudia Hernández. Hace unos años, disfruté de la lectura de Roza, tumba, quema y El verbo J. Ya entonces la salvadoreña se acercaba a las generaciones de mujeres marcadas por la guerra, las guerrillas y su necesidad de sobrevivir en medio de todo el conflicto; primero la protagonista fue la madre, luego la niña y en esta ocasión, con Tomar tu mano, la última de la trilogía, la esposa.
Una novela con una voz protagonista que nos cuenta su historia desde su niñez y a lo largo de unas tres décadas. Aunque no se queda ahí, esa historia nos acerca a otras muchas mujeres que podemos reconocer en el texto y nos adentran en la violencia sin límites que se vive en algún barrio de alguna ciudad de El Salvador, llegando a transformarse en una historia coral. Mujeres atrapadas, oprimidas y sin una salida fácil de sus hogares, inmersas en un sistema patriarcal que las ahoga, rodeadas de paramilitares y exguerrilleros, poco después de acabado el conflicto. Mujeres que intentan luchar por cambiar la vida que les ha tocado vivir, aun a sabiendas de que eso no sucederá y que en su vano intento pueden perder la vida.
Una sociedad, unas historias reales que nos llegan de manos de Hernández de forma ficcionada (la autora explicó en una entrevista que fueron muchas las entrevistas realizadas antes de escribir la novela y que de ellas se nutre manteniendo muchas frases tal cual las recibió), en la que las mujeres se casan, paren y crían, porque para eso han nacido, y que saben que no existe una escapatoria fácil para ellas en un país que, una diría, no ha logrado reconstruirse del todo al acabar la guerra en 1992.
Aunque de lectura fácil, no es una novela sencilla: frases cortas, en un punto y aparte constante y febril; diálogos sin prácticamente descripciones que le dan una vitalidad a la novela y que por momentos te impide dejar de leer; pensamientos que nacen de los dolores y las vivencias más hondas; fragmentos que se acercan a la dramaturgia y otros que lo hacen a la lírica... todo ello sin detenerse por más dramática que sea la acción narrada.
Personajes sin nombres; espacios sin toponimias; mujeres que tratan de mantener el contacto con unos padres sin apenas herramientas para serlo, mujeres que, casi a cualquier precio, quieren mantener su matrimonio; niñas que dejan de serlo demasiado pronto cayendo en las garras de aquellos hombres para los que son simples cuerpos para uso sexual; colegialas que empiezan relaciones de pareja poco después de aprender a leer; mujeres sin derechos ni recursos; acciones sin fecha que enseguida nos hacen pensar que la violencia lo abraza todo desde el fin del conflicto. Un fin de la guerra que no supone el fin de la violencia para las mujeres y que puede hacernos pensar, incluso, que esa misma violencia podemos encontrarla en muchos otros lugares y llegar a ser como universal.
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Sí, Tomar tu mano no da tregua en su lectura. Como si Claudia Hernández no quisiera que hiciéramos una pausa para respirar y seguir leyendo, como si quisiera ponernos frente a una verdad que lleva demasiado tiempo entre nosotros y a la que en no pocas ocasiones cerramos los ojos y de la que ellas no escapan. Quizás por eso es una novela de la que no debemos huir, a la que debemos enfrentarnos porque nos sacudirá de tal manera que nos obligará a reflexionar sobre las vidas de esas mujeres y niñas marcadas por la violencia, porque, en el fondo, tomar tu mano, ese gesto tan conocido como cotidiano, lo que hace es llamarnos a ayudar a otra persona, nos da alas a la esperanza.