El Acapulco de Diego Rivera
Retirado en la costa de Guerrero, el autor retrató en 1956 una puesta de sol en uno de sus pocos oleos a caballete. La casa Morton arrancará la puja en una horquilla inicial de entre 1,6 y 2,2 millones
Un paisaje tropical de Acapulco. La escena muestra un atardecer romántico, dorado en los últimos rayos de sol, flanqueado por palmeras y un mar azul intenso, manso y tierno. El óleo sobre tela es firmado por el gran muralista mexicano Diego Rivera y forma parte de un lote de pinturas que la casa Morton sacará a subasta el próximo jueves.
La obra está valorada en un precio inicial de entre 1,6 y 2,2 millones de pesos y junto con ella se pondrán en puja creaciones de artistas modernos y contemporáneos de México como Dr. Atl, Rufino Tamayo, Sergio Hernández, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.
“Es una obra que ha sido muy pocas veces vista, eso la hace más atractiva”, explica Diana Álvarez, especialista de arte moderno de Morton. “La particularidad es que es un paisaje de Acapulco, de la última época de Diego Rivera, y se aleja de sus obras de tintes sociales, de ese arte para todos”, agrega. La brocha aparta el marxismo para entregarse a una visión más bohemia. Y al son del martillo de subasta.
Rivera sufría ya los estragos del cáncer de próstata y se había mudado al Acapulco de los años dorados, cuando era la meca de los rostros más bellos de Hollywood y por sus playas se bronceaban los cuerpos de Rita Hayworth, Elizabeth Taylor, Frank Sinatra, Gary Cooper o Cary Grant.
En el puerto el artista encontró paz y consuelo, pero también la belleza de una bahía que aún hoy —a pesar de la violencia, la degradación y la destrucción causada por el azote de borrascas mortíferas como el huracán Otis— levanta suspiros. “Rivera estuvo muy influenciado por el socialismo y su obra de caballete es mínima y la registra al final de su vida.
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Este tipo de pinturas no es lo típico en Rivera. Es algo más personal, es un Rivera más calmado, tranquilo, viviendo los últimos días de su vida. Eso hace a esta pintura más especial”, comenta Álvarez.
- Las especialistas de Morton aseguran que no se tiene mucha información sobre esta pieza de Rivera (Guanajuato, 1886). La casa de subastas tiene constancia de que es de él, porque está fechada y firmada por el autor y, además, cuenta con un certificado de autentificación del que da constancia el historiador de arte Xavier Moyssén, preparado en 1990.
“Es la visión de un México diferente. No se tenía registro de esta obra de Rivera, pero creemos que pudo haber sido un encargo privado y de que ha pasado de mano en mano. Nunca se exhibió al público”, dice Ana Segoviano, otra de las especialistas de la casa de subastas.
La puja por esta obra está organizada para el próximo jueves y se espera que en ella participen especialistas, coleccionistas privados o representantes de museos, que llegan a estos eventos ansiosos por ampliar las colecciones.
Quienes no cuenten con la chequera suficientemente gruesa para pujar, también pueden asistir a la sede donde la empresa tiene su galería y que muestra al público las piezas que ha consignado para su venta.
En esa galería, localizado en el exclusivo barrio de las Lomas de Chapultepec de Ciudad de México, está no solo expuesta la obra de Rivera, sino también un paisaje de Dr. Atl de 1963, cuyo precio de inicio es de 1,5 y 2 millones de pesos; o pinturas de Sergio Hernández, cuyo valor monetario oscila entre los 600.000 y el millón de pesos. En total, Morton saca al mercado 311 lotes, que además de pinturas incluyen obra gráfica, esculturas y dibujo.
México es ahora mismo el gran mercado del arte moderno y contemporáneo de Latinoamérica, explica María Fernanda Serrano, gerente del Departamento de Arte de Morton.
Por aquí pasan los coleccionistas de Estados Unidos, Europa y Asia ávidos de piezas de gran valor en el negocio del arte. “Este es sin duda el mercado fuerte y no ha bajado en muchos años.
La oferta en México es muy amplia y los coleccionistas vienen al país a buscar arte moderno latinoamericano”, asegura la experta.
Serrano informa de que las leyes en este país son muy estrictas y establecen que obras de al menos ocho creadores mexicanos son consideradas patrimonio cultural y por lo tanto no pueden salir al extranjero, a menos que tengan permisos para una exposición.
“Si la pieza estuvo en el extranjero, como varias que pintó Rivera en Estados Unidos, por ejemplo, la pueden vender, pero si un mexicano la compra y regresa a México, ya no puede salir. Los coleccionistas la pueden comprar, pero piezas de ese estilo se quedan en México”, explica.
Morton celebra entre siete y ocho subastas al año y cada primavera, en mayo, organiza la gran subasta de arte latinoamericano, que convoca a artistas de toda la región.
La casa de subastas es una intermediaria, que apoya a los dueños a consignar las obras, los asesora y guía para que el objeto de arte que quiere poner en venta tenga un buen valor en el mercado, ya que los precios fluctúan.
En el caso de las pinturas, su precio no solo depende el autor, sino de la época en la que la se creó y hasta de su tamaño.
Si el pintor vive, la casa lo contacta para revisar la pieza y acreditar su origen.
De la pintura de Rivera, que en este caso es la obra central de la subasta, los expertos han certificado que fue creada en 1956, unos años antes de fallecer, y que es una obra atípica, porque hay muy pocas creaciones de grandes maestros que muestren el puerto de Acapulco.
La pieza anterior de Rivera que Morton subastó fue Paisaje de Fontenay, firmada y fechada en 1917, que alcanzó los 15,4 millones de pesos. La obra forma parte de la etapa cubista del artista, que a inicios del pasado siglo vivió una larga temporada en Francia, donde, según sus biógrafos, maduró su estilo pictórico y frecuentó a figuras clave de la historia del arte.
Esa pieza estuvo exhibida un tiempo en el Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México, antes de pasar a una colección privada. Aunque Rivera es considerado el gran muralista mexicano, su compañera y también pintora, Frida Kahlo, lo desbancó en 2021 como el artista latinoamericano más cotizado.
Uno de los últimos retratos de la mexicana, Diego y yo, de 1949, batió el récord de un artista latinoamericano en subasta, al ser rematado por 34,9 millones de dólares, lo que representó también un récord para la obra de una mujer. Los rivales, de Rivera, había alcanzado los 10 millones de dólares en 2018.
“Hay todo un boom de la obra de Frida, que ahora es moda”, dice Serrano. “Pero ahora es muy difícil encontrar una obra original de ella”, asegura la experta, que espera que el martillo suene con intensidad para que algún amante de las creaciones de Rivera puje mucho y bien por su romántico atardecer acapulqueño.
La pieza del pintor oaxaqueño Sergio Hernández subastada por Mortons.