buscar noticiasbuscar noticias

Ciudades desordenadas para vivir mejor

¿Hasta qué punto el orden da vida o ahoga a las ciudades? Arquitectos, sociólogos y urbanistas responden.

Hace 40 años era difícil encontrarse por las calles de una ciudad española con una persona negra o con dos mujeres de la mano. También era poco frecuente toparse con ancianos caminando con andadores. Una mujer calva era un fenómeno circense porque quien era diferente tendía a salir poco de casa.

Muelle de carga Navy Pier, en Chicago, que ahora es un espacio dinamizador de la vida en la ciudad.Ciudades desordenadas para vivir mejor

Hoy las ciudades y los pueblos españoles son un mundo más plural. Hay mezcla de razas y religiones. Quienes se han parado a observarlo saben que la convivencia pacífica pasa por esa mezcla y no tiene otra opción que evitar los guetos que forma el miedo. Sea la procedencia, el gusto al vestir, tener un hablar entrecortado o una erupción en la piel lo que nos singulariza no debería atemorizarnos.

Es ese temor lo que la exposición callejera de una sociedad plural consigue vencer enviando el mensaje de que en una ciudad caben muchas opciones. Las calles hoy son una amalgama variopinta impensable hace unas décadas. Por eso, las metrópolis se hacen eco de esa mezcla y desordenan cada vez más su factura geométrica reflejando la diversidad del mundo actual.

La arquitecta Yvonne Farrell, que consiguió junto a su socia Shelley McNamara el primer Premio Pritzker otorgado a dos mujeres, tiene claro que lo que hace una ciudad son los ciudadanos. Y que la arquitectura debe estar a su servicio. ¿Cómo? “El nuevo orden urbano es flexible. Está vivo y por eso se adapta como una herramienta vital que participa de la vida ciudadana”.

De la misma manera que las personas necesitan desarrollar la habilidad de lidiar con las dificultades y lo desconocido para explorar un giro inesperado en lugar de defenderse de él, el sociólogo Richard Sennett y el arquitecto Pablo Sendra sostienen en el libro Diseñar el desorden (Alianza) que, en el siglo XXI, el urbanismo propicia desarrollos urbanos donde manda la convivencia entre comercios, vivienda y despachos.

Esa mezcla, el barrio de toda la vida, había sido progresivamente descuidada en favor de una ciudad fragmentada por usos (zonas de oficina y barrios residenciales) propuesta por la Carta de Atenas, donde el orden desactivaba la complejidad de una convivencia ciudadana.

Curiosamente la mejor respuesta a la necesidad de desordenar la ciudad para hacerla más habitable proviene hoy de lugares casi opuestos. Los de larga tradición democrática y los que cuentan con las tasas más altas de autoconstrucción. El espacio democrático permite que dos desconocidos puedan hablar.

En Copenhague, la defensa del Estado de bienestar ha llevado a construir proyectos como Superkilen, diseñado para unir refugiados y lugareños en Nørrebro, uno de los vecindarios con más diversidad de la ciudad. En metrópolis como Medellín, en Colombia, un alto nivel de autoconstrucción ha desarrollado un permanente estado de cambio. Eso es una ciudad viva: una urbe que cambia y se adapta.

“El desorden es una de las características principales con que podemos definir las ciudades latinoamericanas. Pero también es la condición con que describimos Nápoles cuando nos preguntan cómo es”, explica el arquitecto colombiano Giancarlo Mazzanti. El autor de la Biblioteca España de Medellín sostiene:

“El desorden en las ciudades latinoamericanas es un mecanismo que aumenta la participación entre los habitantes y, por ende, una práctica de cooperación”. Afirma que, en su ciudad, son los habitantes, con su manera de comportarse, y no la morfología urbana, quienes definen las reglas de cómo relacionarse.

Los lugares desordenados se asocian así tanto a democracias activas y activismo ciudadano como a la autogestión. Tienen una referencia en las arquitecturas temporales de mercados y ferias. Pero ¿pueden los urbanistas diseñar el desorden?

Sennett y Sendra opinan que para que sea lógica cualquier intervención urbana debe estar preparada para el cambio. Rafael Moneo habla de estrategias de “absorción e inclusión de los perímetros originarios”:

“Rastros de los ADN ciudadanos incluso en las ciudades de más de 10 millones de habitantes a las que sin duda tendremos que acostumbrarnos”.

En Brasil o en México, el colectivo español Boa Mistura ha desarrollado iniciativas que, lejos de ordenar lo informal, potencian la comunicación de una identidad propia construida entre todos.

Cuando Barcelona se transformaba tras los Juegos Olímpicos de 1992, el arquitecto Enric Miralles (1955-2000) propuso dejar el tiralíneas y bajar a recorrer las calles del trazado medieval.

Hoy la remodelación del entorno del mercado de Santa Caterina —obra de Miralles y Benedetta Tagliabue— tiene la forma de la plaza de un pueblo. Fue ese hacer intuitivo, la sorpresa detrás de una curva, lo que levantó las ciudades medievales. ¿Cómo llegamos entonces a unos entornos urbanos tan rígidos? Moneo recuerda:

“Perímetro y ciudad son términos próximos desde la legendaria fundación de Roma, pues era el perímetro, las murallas, lo que contribuía a identificar la ciudad”. “Cuando se derriban las murallas, la noción de territorio se amplía, como sucedió en Viena, Pamplona, Palma o San Sebastián.

MURALLAS

Entonces los cinturones de los viarios se convierten en las nuevas murallas”, sigue Moneo. El desarrollo del siglo XX anteponía el orden a la complejidad. Pero fue, curiosamente, ese orden lo que fragmentó la ciudad.

El asunto puede leerse como urbanismo de tiralíneas o como ordenación de gran escala; sin embargo, el principal escollo de las metrópolis actuales es, como sucede con casi todo, económico.

  • “El capitalismo flexible se desarrolla ahora en una ciudad rígida”, sostiene Sennett, que pone como ejemplo alternativo la convivencia entre criados y señores, o entre comercios y lugares de ocio en el conservador barrio londinense de Mayfair.

Como parte de una estrategia para devolver la ciudad a los peatones, el Zócalo de Ciudad de México se pintó y dotó de asientos. Un cambio que solo ocupa el 20% del espacio total.

En lugar de diseñar un pabellón junto al río Hudson, Heatherwick Studio proyectó Little Island: un parque público que roba terreno al río para paliar la escasez de parques urbanos en Nueva York.

imagen-cuerpo

En una favela de São Paulo, el colectivo Boa Mistura pintó las calles.

imagen-cuerpo

La zona peatonal Superkilen en Nørrebro, Copenhague, obra de BIG Architects y Superflex.

imagen-cuerpo

Un residente de la Ferme du Rail trabaja en la granja. La Ferme du Rail es la primera granja de policultivo e integración de París. La granja urbana, fundada en 2014, en el distrito 19 de París, ofrece alojamiento social y estudiantil in situ, y un restaurante accesible para la población local. 



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD