Editoriales

Ya no es lo mismo

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 23 SEPTIEMBRE 2018
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Ya no es lo mismo

Ya formalizado el concepto de profesión liberal, durante la mayor parte del siglo XX en México el Estado facilitó la formación de profesionales de las más diversas disciplinas, que vinieron a sumarse al gran esfuerzo de los trabajadores, empleados, campesinos y obreros por construir la grandeza de la patria, dicho en sentido literal. Egresaron de las universidades médicos, abogados y economistas, y de los tecnológicos ingenieros.

Los había de muy alto nivel, que cobraron fama y fortuna mediante el desempeño de su profesión. Eran personajes respetables y respetados que en alguna ocasión fueron llamados para cumplir tareas sociales, como los ingenieros petroleros que enseñaban matemáticas en las escuelas y universidades públicas cobrando modestas sumas o, de plano, sin recibir retribución alguna, los médicos que enseñaban biología y química.

Pero, vino a suceder que las profesiones libres dejaron de serlo y que universidades y escuelas de educación superior producen poco aquellas lumbreras que querían tragar al mundo. Sí hay médicos, licenciados, ingenieros y demás profesionistas que tienen su despacho o consultorio y desde ahí dan lustre a su profesión; pero, lo más común, lo ordinario es que los egresados de la escuela busquen la forma de tener una chambita.

Meterse al gobierno para irla pasando, en espera de que pase el tiempo y se puedan jubilar con cargo al erario. No reconocer a la gran cantidad de jóvenes profesionistas mexicanos que están en las mejores posiciones de las profesiones libres, en el campo de la tecnología, o del arte, en todos los rincones del planeta, sería injusto. Claro que el talento de los profesionistas nativos brilla en todas partes; pero, es excepción no regla.

La parte más lamentable de la crisis de la educación en México es su carácter pasivo cuando debía ser altamente dinámica. Cuando los niños llegan a la edad de la iniciativa propia para tener criterio y resolver problemas cotidianos, más o menos a la edad de tres años, como recoger sus juguetes, comer lo que hay en la mesa o elegir la ropa que desean para determinada ocasión, son coartados y los mayores imponen su voluntad.

No es diferente en los planteles educativos, donde deben estar sentados, sin hablar y sin poder expresar algún punto de vista diferente con respecto de los temas que están contemplados dentro de los programas educativos. Tal pareciera que lo que se busca es adocenar a las nuevas generaciones y aniquilar su iniciativa y su impulso creativo.

Sin embargo, la misma dinámica del mercado laboral ha venido señalando que no es posible seguir por ese camino. En su nuevo libro Miserias del presente, riqueza de lo posible, André Gorz señala que: "El trabajo asalariado está en vías de desaparición como base principal para construir la propia vida, una identidad social, un futuro personal. Pero tomar conciencia de este hecho tiene un alcance esencialmente subversivo, pues mientras a la gente se le diga: su trabajo es la base de la vida, es el fundamento de la sociedad, es el principio de la cohesión social... Cuanto más lo hacen, mayor poder ganan los empleadores sobre ellos".

Y lo que acontece con las profesiones libres convertidas en chambitas, también vale para el obrero y el peón, que ya no pueden esperar ser llamados para tener trabajo digno y bien pagado; ese ya no existe por la presión de los sistemas productivos en gran escala que primero acudieron a la producción en serie con mucha mano de obra pobremente calificada; pero, que, ahora, se apoyan en la robótica y la automatización. El reto presente y futuro de muy corto plazo es entender y atender la naturaleza del trabajo en esta nueva etapa posindustrial y del conocimiento que vive la humanidad. Hay que ponerse de acuerdo en cuanto al sentido de la palabra trabajo. Ya no hay ninguna correlación entre una cantidad medible de tiempo y esfuerzo en el trabajo y el volumen de riqueza producido. Sobre todo porque las principales riquezas son riquezas de saber y conocimiento. Las habilidades físicas, el esfuerzo y el rendimiento ya no son los instrumentos laborales para la producción de riqueza; sino el conocimiento.

De ahí la necesidad de que en el umbral de un nuevo régimen, las reformas que se implementen tiendan a preparar a los mexicanos para que, como ocurrió en la época de las profesiones libres, puedan insertarse exitosamente en el México de ahora y de mañana.


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