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Un ícono jurídico ha muerto
En los años 80 aceptó un nombramiento como jueza federal y fue en 1993 cuando el Presidente Bill Clinton la postuló para integrarse a la Suprema Corte
El viernes 18 de septiembre falleció Ruth Bader Ginsburg, sin duda alguna la jueza más famosa del mundo. Su muerte desató un conjunto de reacciones que nos permiten darnos cuenta del alcance e impacto de su biografía.
Ginsburg estudió la carrera en un tiempo en el que era extraño ver a mujeres en las escuelas de derecho. Sin embargo, ella fue una de las mejores alumnas de su generación, superando con su férrea disciplina a sus compañeros varones. En su generación de derecho de la Universidad de Harvard había 500 alumnos, pero solamente 9 mujeres. Ginsburg fue una de ellas, la más destacada (al final, debido a un problema de salud de su esposo Martin, obtuvo su título de abogada de la Universidad de Columbia, aunque en Harvard había obtenido un nivel de súper estrella, al grado que formó parte del equipo editorial de la Harvard Law Review, que es el honor más grande para un estudiante de esa universidad).
En la década de los años 70 comenzó a trabajar en una organización de defensa de derechos humanos (la American Civil Liberties Union), al frente de su proyecto de defensa de los derechos de las mujeres. Promovió varios de los precedentes judiciales más importantes para abrir nuevas posibilidades para las mujeres. En particular, fue notable su influencia para reducir poco a poco la discriminación por razones de género. En esos años cuando tuvo la oportunidad de presentar casos y argumentaciones orales ante la Suprema Corte de los Estados Unidos.
En los años 80 aceptó un nombramiento como jueza federal y fue en 1993 cuando el Presidente Bill Clinton la postuló para integrarse a la Suprema Corte. En la votación del Senado obtuvo 96 votos a favor y solamente 3 en contra. Fue la segunda mujer en llegar al máximo tribunal de justicia de la Unión Americana.
Dentro de la Corte fue creciendo hasta alcanzar una talla legendaria. A sus conferencias llegaban cientos de personas, la grabación de sus intervenciones públicas y entrevistas tuvieron millones de reproducciones en las redes sociales. Nunca antes en la historia judicial del mundo se había producido un fenómeno semejante.
En una conferencia del 2015 expuso su visión sobre la igualdad entre hombres y mujeres: "Las mujeres deben saber que tienen el mismo derecho que los hombres para soñar, aspirar y lograr todo aquello que deseen… No debe haber ningún sitio en el que las mujeres no sean bienvenidas. Hombres y mujeres deben trabajar juntos, en igualdad de capacidades, para construir una mejor sociedad".
En diversas entrevistas, sus hijos y sus nietas señalan que Ginsburg trabajaba hasta altas horas de la noche en su pequeño departamento en la ciudad de Washington, cerca de la sede de la Suprema Corte. Cuando le preguntaban si quería jubilarse siempre dijo que su tarea todavía estaba pendiente de ser completada. Murió en el ejercicio del cargo y estoy seguro que hasta sus últimas horas habrá estado preocupada por los asuntos pendientes de resolución en la Corte.
Ya casi no hay personas con esa férrea ética laboral y con ese grado de sacrificio. Ginsburg nos deja un legado inconmensurable. Su amor por el derecho, su compromiso civil a favor de la igualdad y su dedicación personal en la defensa de las causas más importantes nos deben inspirar a todos los que nos dedicamos al derecho. Descanse en paz Ruth Bader Ginsburg, con toda mi admiración y respeto.