Editoriales

Un año después

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 02 JULIO 2019
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Un año después

Un año después de la gran victoria, el gobierno de la Cuarta Transformación está tirando el lastre que debió cargar para lograr que la inmensa mayoría del pueblo mexicano le diera la oportunidad de rectificar el rumbo del país y recobrar la esencia de la política mexicana contenida cabalmente en la Constitución del 17, el resumen de los anhelos de la nación que hizo la primera revolución social del siglo XX e inauguró un régimen novedoso de democracia con justicia social.

Las aves de rapiña que se montaron en el proceso eleccionario se han desilusionado y los cautos simplemente huyen como las ratas, otros quieren reclamar lo que ya no podrán tener jamás y que pensaron que embarcándose en la aventura de Morena les iba a caer del cielo. Otros se han pasado a los bandos contrarios y están dispuestos a dar guerra con argumentos absurdos,  balines. Se dijo en su momento que la transformación del país y la recuperación de la ley serían muy duras.

Precisamente, en esos momentos se recordó el discurso de Churchill. El 13 de mayo de 1940, cuando en la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico, el primer ministro Winston Churchill pronunció su discurso histórico que le permitió ganar el respaldo y la confianza del pueblo y sus representantes, en la dura batalla en contra de los nazis que aspiraban a dominar Europa para apoderarse del mundo.

Expresó Churchill, afamado y brillante orador: "En esta crisis, espero que pueda perdonárseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la Cámara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están preocupados por la reconstrucción política, se harán cargo, y plenamente, de la falta total de ceremonial con la que ha sido necesario actuar. Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor»". Lejos estuvo de falsas promesas hechas en acartonados eventos.

Las palabras del premier siguen siendo tan validan como el día en que las pronunció. El efecto que tuvo fue el de concitar la voluntad de todos los británicos para enfrentar los rigores de la guerra con estoicismo y espíritu solidario. Las palabras de Churchill acendraron la confianza del pueblo en sus dirigentes, seguro de que hacían lo mejor que podía hacerse para enfrentar al poderoso enemigo que ya había sojuzgado a la Europa continental. No hizo promesas quiméricas, no dijo que sería fácil.

"Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis: ¿Cuál es nuestra política? Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política".

Un año ha trascurrido desde que los mexicanos decidieron manifestarse masivamente, como pocas veces se había hecho antes, para iniciar el recorrido a la recuperación, que sigue en marcha acelerada, sin que los exabruptos de las fuerzas reaccionarias, de la mafia del poder, que ya se ha calado a fondo sin hacer mella, hagan torcer la voluntad de rescatar a la república mexicana. En todos los indicadores, dentro y fuera del país, hay simpatía y confianza en el nuevo gobierno.

Se ha pasado de la retórica banal y triunfalista que todo lo pintaba color de rosa, al discurso formal que habla de la terrible realidad que agobia al país y a los paisanos; se ha podido estimular la esperanza de un futuro cierto, con palabras veraces que se apoyan en hechos reales. La idea de dar la cara todos los días para responder las andanadas de buena o mala fe, ha sido una cura para los males de la insidia el perjurio y la calumnia, de la cual el gobierno ha logrado salir ileso, como decía Díaz Mirón.

Los gruesos pilares y las barricadas que rodeaban el Palacio Nacional han sido derribados para que cualquier mexicano llegue al recinto de la nación y pueda disfrutarlo a su entero placer. Cualquiera tiene acceso al presidente y es escuchado y atendido.

Eso ya es mucha ganancia y hay que celebrarlo.


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