Rosario con caireles

Dos personajes de la picaresca nacional incrustados en instancias de gobierno desde las cuales pueden dar rienda suelta a su vocación, son Rosario Robles, la que abrió los caudales oficiales, el corazón y otras cosas al argentino Carlos Ahumada, quien se aprovechó bien y bonito de la mansedumbre de los aborígenes para hacer colosal fortuna, y Virgilio Andrade, el señor de los caireles, experto en no encontrar transas.

El gobierno federal, para apoyar a los damnificados por los sismos de septiembre, que fueron los más devastadores de la historia, destino cuantiosos recursos, vía el Fondo Nacional de Desastres, para ayudarlos a reparar, reconstruir y, en dado caso, erigir nuevas viviendas. Todo estaba bien hasta que a alguien se le ocurrió llamar a dos que saben para cumplir con el programa y el reparto de recursos a las personas afectadas.

En primera instancia, Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Agrario y Territorial, la que fue chispada de Sedesol cuando el presidente acudió a un comedor comunitario y le sirvieron morisqueta (arroz con frijoles), no obstante que el platillo se cotizaba en 54 pesos, más los gastos de preparación y servicio, fue la encargada del padrón de los beneficiarios. De plano, el gobierno puso la Iglesia en manos de Lutero. Y a sabiendas.

De esta suerte, para beneficiar a 1,495 damnificados que fueron anotados con nombre, apellidos y domicilio, se emitieron 4 mil 574 tarjetas. Casi 300 por ciento de tarjetas por número de beneficiarios. Quizá si la señora Robles tuviera alguna duda acerca de la impunidad con la que se realizan las tranzas oficiales en este país, donde hay un mayor numero de ladrones dentro de las nóminas, hubiera preferido no exagerar.

Pero, ¿cómo no hacerlo, si tenía de cómplice al señorito Virgilio, de larga historia? Entrambos idearon la forma de desviar recursos, seguros de que basta con que lo nieguen para librar la espada flamígera de la justicia. La jugada hubiera sido redonda si no es que una organización de la sociedad civil se dio a la ingente tarea de investigar la incongruencia. Así, lograron documentar que aunque en los listados se indique que un elevado número de personas recibieron los recursos de apoyo por los terremotos, son pocas las gentes que efectivamente los han recibido y que resultan insuficientes.

En el portal de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad se publica un texto de Thelma Gómez y Miriam Castillo, que viene a resultar tan estrujante como indignante: "El hombre (Reynaldo Molina Espinoza) de 56 años lleva varias semanas reconstruyendo esa casa que en su fachada aún tiene pintada de rojo la letra "D", marca que según le dijeron los peritos determinaba que esa construcción debe ser demolida. Reynaldo decidió no tirarla y lo hizo por una razón práctica: como damnificado por el sismo sólo recibió una tarjeta con 15 mil pesos, "con eso no alcanza para hacer de nuevo la casa". Lo que Reynaldo no sabe es que en los registros del Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi) su nombre aparece en 34 tarjetas, a las cuales se les depositó un total de 510 mil pesos". ¿Dónde quedó la bolita?

Otro caso extremo: "Entre cerros, a casi una hora y media de la cabecera municipal de Villaflores, Chiapas, se localiza la comunidad Ejido 30 de noviembre. De acuerdo con el censo que realizó Sedatu, en ese lugar 34 casas resultaron afectadas por el sismo del 7 de septiembre. Hasta el 4 de enero pasado, sólo 17 damnificados del ejido habían recibido, cada uno de ellos, una tarjeta con un saldo de 15 mil pesos. Manuel de Jesús Hernández Camacho, de 21 años, aún espera que llegue su tarjeta.

En la investigación de la CNBV, el nombre de Manuel de Jesús Hernández Camacho aparece con 26 tarjetas emitidas, en las cuales se depositaron 390 mil pesos".

Bansefi, a cargo de Andrade, dice que cuenta con 20 días hábiles, después de haber recibido las observaciones de la CNBV, para responder a ellas. El plazo vence el 2 de febrero.

El affaire ya tiene nombre: Rosario con caireles.