Editoriales

Pax augusta

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 09 DICIEMBRE 2014
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Pax augusta

Cuando se dice que no hay nada nuevo bajo el sol, se acepta la idea de que la historia es cíclica; se repite de tarde en tarde, aunque con diferentes actores. Lo único que es no se repite es el hecho histórico. Quizá por ello, uno de los principales empeños de la clase gobernante de los años recientes ha sido borrar la historia de los programas educativos a fin de que las nuevas generaciones no conozcan el pasado ni donde se forjó el presente.

La ‘pax augusta’, establecida en el imperio romano por Augusto, primer emperador, alrededor del año 13 antes de Cristo, tuvo muchos de los ingredientes que ahora se están operando para hacer de México un país de leyes: reforma al sistema tributario romano, redes de caminos que contaban con un sistema oficial de mensajería, un ejército y cuerpo de marina permanentes, la Guardia Pretoriana junto a fuerzas policiales de seguridad, tanto para mantener el orden como para combatir los incendios en Roma.

Según el historiador Werner Eck autor del libro The Age of Augustus, publicado en alemán por la editora Zeit en 1998: “La suma de su poder se derivó en primer lugar de todos los diversos poderes oficiales que le fueron delegados por el Senado y el pueblo; en segundo lugar, de su vasta fortuna privada y por último de las numerosas relaciones patrón-cliente que estableció con individuos y grupos a través de todo el Imperio. Todo esto en conjunto formó la base de su ‘auctoritas’, fundamento de sus acciones políticas”.

Las circunstancias y las condiciones en que asumió el poder César Augusto guardan cierta relación con la renovación de los poderes en el 1012. Nacido como Octavio, se convirtió en heredero de Julio César tras su asesinato en 44 a. C. Al año, conformó con Marco Antonio y Lépido una dictadura militar conocida como el Segundo Triunvirato. No pasó mucho tiempo para que el triunvirato se fuera rompiendo ante las ambiciones de sus creadores: Lépido fue obligado a exiliarse, Marco Antonio se suicidó tras su derrota en la batalla naval de Accio frente a la flota de Octavio, quien asumió el poder.

Como primera providencia, según el mismo autor, restauró los principios de la República Romana, con lo que el poder gubernamental pasó al Senado; pero, en la práctica, él retendría el poder autocrático. Fue investido de varios títulos sin aceptar jamás el de emperador que algunos allegados muy interesados le proponían. Augusto rechazó formalmente cargo aunque la sociedad romana ‘le rogara que asumiera la dictadura’. Por ley, Augusto contaba con poderes perpetuos conferidos por el Senado; además, se había hecho de un enorme poder económico con sus conquistas militares.

Muy ilustrativa es la parte de su biografía que señala que: “El control de César Augusto sobre la mayoría de las legiones de Roma se convirtió en una amenaza velada que podía ser usada contra el Senado; así, pudo coaccionar sus decisiones. Con este poder efectivo para eliminar la oposición senatorial mediante el uso de las armas, el Senado adoptó un perfil dócil hacia la autoridad del soberano. Su reinado por medio del clientelismo, el poder militar y la acumulación de los cargos propios de la extinta República, habrían de convertirse en el modelo a seguir para los posteriores gobernantes”. Hasta estas fechas.

La fórmula resultó exitosa para Cayo Julio César Augusto, nacido Octavio; pero, aunque la mayor parte de los ingredientes son iguales y algunos hasta más dramáticos, ¿por qué los resultados no han sido similares? A pesar del dominio absoluto de los poderes públicos y la obsequiosa obediencia de los demás niveles de gobierno, no se ha podido lograr la paz. Es posible que en este momento haya más policías y soldados en las calles que en ninguna otra época de la historia; que el dinero corra a raudales abierta o veladamente y que cada día se disponga de sumas pantagruélicas para cualquier cosa.

Pero, la paz no llega. Ese retardo está costando mucho al país y al proyecto de gobierno. Habría que ver en dónde está la falla; porque con iguales ingredientes, el resultado es diferente.

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