Editoriales

No es lo mismo

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 11 OCTUBRE 2020
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No es lo mismo

El enorme poder de los recursos cibernéticos era evidente antes de la pandemia del Covid-19. Con esta, ese dominio se ha acrecentado a niveles que resultaban insospechados cuando se dieron los primeros pasos para crear la Internet como una red de computadoras enlazadas a nivel planetario para llevar en tiempo real voces, sonidos, imágenes, gráficos, videos y ahora la educación formal.

Con la revolución digital cambió radicalmente la vida del ser humano. Lo más notable fue la difusión del conocimiento.

El conocimiento en términos generales, desde el común que permite saber que la estatua de la Libertad no está en Nueva York, sino en Nueva Jersey, hasta el científico, que hace posible el entendimiento de la naturaleza del Coronavirus y por qué la humanidad no estaba preparada para su contención y pronta erradicación, pasando por la información cotidiana del clima y las noticias de evento ocurridos por los cuatro confines del planeta, incluyendo las noticias falsas, las declaraciones tendenciosas y sin sustento.

En el largo camino que ha recorrido la red de redes y sus instrumentos para acceder a las masas, han ocurrido eventos de la más variadas naturaleza, que tienen que ver con la Internet como un servicio de telecomunicación libres y universales. Tecnológicamente, el hito es la incorporación del hipertexto a Internet. La idea era tan sorprendente que la comunidad científica y tecnológica en el ramo no se vio interesada, por lo que tuvo que ser el propio creador de la red, Tim Berners-Lee, quien la llevara cabo.

No han faltado personas, instituciones y gobiernos interesados en la privatización de la red para que se convierta en generadora de recursos. En los Estados Unidos, ante el riesgo inminente de que pudiera ocurrir, durante el gobierno del presidente Barack Obama, se decretó la Neutralidad de la Internet y se han venido promoviendo diversas iniciativas para evitar regulaciones que, luego de un amplio rodeo, terminen favoreciendo a los sectores predominantes por la vía fácil de elevar los costos de conexión.

Durante el actual gobierno ya se han librado varias escaramuzas, todas ellas encaminadas a cumplir las cinco premisas de la privatización: Alza en los precios de conexión; pagar más si se quiere tener un acceso a internet más rápido; las empresas podrán discriminar a los usuarios para dar un mayor ancho de banda o limitar o cortar los servicios; los servicios en línea, como los de streaming (para ver videos o escuchar música) subirán de precio y la conexión a Internet se volverá mucho más costosa. 

Para oponerse a esta idea, se han integrado organizaciones que utilizan la propia red para oponerse de una manera contundente, esgrimiendo argumentos de peso que tienen que ver con el derecho a una conexión libre, la cotización de los servicios a niveles justos y racionales por parte de los proveedores de acceso y el uso de la Internet bajo los conceptos del Derecho a la Libre Expresión y su contraparte, el Derecho a la Información. El argumento de los abusos que han ocurrido, no tiene la fuerza suficiente.

Caso muy diferente es la reciente resolución del Congreso de los Estados Unidos que, a través de la comisión que investigó abusos de poder en el mercado ejecutados por cuatro grandes empresas tecnológicas, Google, Apple, Amazon y Facebook, determinó que se han convertido en monopolios con base en 'adquisiciones asesinas' que aplastan a sus rivales, además de cobrar comisiones altas y obligar la firma de contratos 'abusivos' que les dejen altas ganancias. Ni que decir que las cuatro dominan la red.

Ya anteriormente, en el mes de julio, los consejeros delegados de los gigantes tecnológicos se defendieron ante la Cámara Baja de las acusaciones de tener una posición dominante y de monopolio en diversos sectores de la economía digital. En respuesta, el congresista demócrata David Cicilline, director del Comité, expuso que las empresas manejan los mercados en los que compiten con 'una posición que les permite imponer sus propias reglas'. Quizá todo sea parte de la campaña presidencial.

Lo cierto es que antes, durante y después de la pandemia, estas empresas han logrado ganancias muy altas, casi inimaginables, mientras la economía global está atravesando por una contingencia severa.

Según información de la agencia española EFE, entre el 23 de marzo y el 22 de mayo, ni una sola de las 25 mayores fortunas del mundo ha menguado, y el que más beneficio ha obtenido en los meses más duros de la pandemia ha sido el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que ha pasado de la séptima a la cuarta posición, adelantando entre otros al 'oráculo de Omaha', el inversor Warren Buffet, con sus casi 75.000 millones de euros. Los súper ricos operadores de tecnología y medicamentos, lo son más.

A finales de julio, las fortunas de los estadounidenses más ricos, aquellos que tienen activos y capitales por valor de al menos 1.000 millones de dólares cada uno, crecieron un promedio de 42.000 millones de dólares a la semana durante la pandemia de coronavirus, según un análisis recientemente publicado.

Forbes, la asociación Americans for Tax Fairness y el Instituto de Estudios de Política de EU, encontraron que el crecimiento en la riqueza de más de 600 multimillonarios durante la crisis sanitaria es de al menos 700.000 millones de dólares en conjunto. Todo ello, a pesar de los daños financieros generalizados. 

De ahí que cobre sentido la iniciativa de dividir los monopolios para atenuar su dominio sobre los mercados que operan en el ciberespacio. Por señalar razones suficientes, baste decir que las cuatro empresas juntas ingresan anualmente unos 800 mil millones de dólares, casi tres veces el producto interior bruto (PIB) de un país emergente como Colombia, y tienen una capitalización bursátil de 4.7 billones de dólares, mayor que el tamaño de la economía alemana. Es mucho el poder concentrado.

Una buena observación es la que diferencia entre el derecho a la neutralidad de la Internet para que siga siendo libre, y otra muy distinta son los negocios que realizan grandes empresas monopólicas que tienen el poder de dominar los mercados y acabar con la competencia con una serie de argucias aparentemente legales, que tienen como propósito conservar la preponderancia.

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