Editoriales

Los claroscuros de la pandemia

  • Por: ALFONSO SOLÍS HACES
  • 12 JUNIO 2020
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Los claroscuros de la pandemia

El 2020 nos ha sorprendido a todos retando a la humanidad. Un virus que inició en China a finales del 2019 rápidamente se coló a todo el planeta convirtiéndose en una pandemia. La decisión no era fácil. A pesar de que el camino a seguir para buscar aplanar la curva de contagios era claro, los líderes mundiales enfrentaban un dilema; proteger la salud de la población o favorecer la actividad económica. Las implicaciones de estas decisiones serían distintas para cada país y región del mundo.

Mientras un México se aislaba por decreto, el otro seguía saliendo a las calles. Y es que este virus es tan real que nos recuerda lo que voluntariamente ignoramos; el país de los privilegios y las profundas desigualdades. Lo que inició como una crisis sanitaria, ha mostrado rápidamente las debilidades del sistema económico que rige la mayoría de los países; el capitalismo. El IMSS reporta una pérdida aproximada de 700,000 empleos (marzo y abril), mientras que el Banco de México estima una contracción económica de entre el 4.6% y el 8.8%.

La fragilidad de nuestro sistema económico se presenta de distintas maneras, pero ninguna de ellas es nueva. Por ejemplo, esta pandemia evidenció que tener un trabajo estable y remunerado es un privilegio, más que un derecho. Lamentablemente el México de quienes podemos aislarnos no es el México de la mayoría de los mexicanos. Ya lo dijo Salvador Dalí cuando en una entrevista afirmó que de ninguna manera volvería a México pues no soportaba estar en un país más surrealista que sus pinturas.

Gerardo Esquivel, subgobernador del Banco de México en varios artículos y desde el 2015 viene señalando una alarmante tendencia: la desigualdad en nuestro país se agrava creando una dispersión enorme entre quienes tienen más y quienes viven al día. Este problema sistémico se traduce en menor movilidad social, y es causado, entre otras cosas, por una política fiscal regresiva y la mala redistribución de la riqueza. Leyes tributarias que en su espíritu son justas, pero en la práctica crean pisos disparejos. 

A pesar de que en México no se trabajan datos oficiales sobre la riqueza, según Credit Suisse del 2010 al 2019 el número de millonarios creció en 122% (individuos que superan 1 millón de dólares en riqueza). Por otra parte, los 6 más ricos del país concentran mayor riqueza que 62.5 millones de mexicanos (Oxfam México 2019). El único dato oficial es el que recaba el INEGI en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), con resultados similares: en el 2018 el 10% más rico del país capturó el 34% de los ingresos totales reportados, y sus ingresos promedio eran mayores que los del 60% más pobre de la población.

Lo anterior no necesariamente es malo. Un país con crecimiento económico, productivo y con inversión en innovación y tecnología naturalmente genera riqueza y premia con rendimientos a quienes arriesgan capital. Y es el sistema tributario el que se diseña para redistribuir las ganancias buscando generar condiciones de equidad y justicia social para todos los habitantes. 

Sin embargo, ese país no es México. De acuerdo a la SHCP, en el 2018 el Impuesto Sobre la Renta (incidencia) para el 10% más pobre representó el 18.6% de sus ingresos brutos; mientras que para el 10% más rico, tan solo el 1%. Leyes fiscales rígidas de cumplimiento flexible facilitan a algunos sectores de la población diseñar estrategias fiscales para pagar menos impuestos. Esto no es ilegal. De hecho, utilizar los agujeros legales para conservar la riqueza es una medida inteligente, pero no es justa.

El ISR en México se cobra relativamente fácil al 90% de la población cuya principal fuente de ingreso es el salario que perciben, no hay deducciones y el patrón entera al fisco las retenciones realizadas. Sin embargo, para el 10% más rico, los salarios solamente representan un 28% del total de sus ingresos. El resto se encuentra en las inversiones, los dividendos, las herencias, los bonos, etc., mismos que están sujetos a exenciones fiscales del ISR.

Y ante tanta desigualdad, ¿qué hacemos? Lo primero que debemos hacer es reconocer el problema. En un contexto de amplia desigualdad, dejar que las fuerzas del mercado asignen los recursos solamente acentúa la disparidad. Este coronavirus llegó al país para recordarnos que no hemos sido capaces de diseñar una red de seguridad para los mexicanos. 

Probablemente es tiempo de volver a hablar del estado de bienestar y reinventarlo. Debemos voltear a otros países, aprender de sus errores y tomar lo que nos sirve. 

Los gobernantes deben diseñar una política económica solidaria y transparente. Sí reformar el Pacto Fiscal pero no con fines de división. Lo que hace grande a México es su diversidad y debemos apostar por mantenerla. 

Los empresarios, grandes y pequeños, deben Impulsar una reforma fiscal que cobre lo justo a los que más tienen y que permita diseñar programas que garanticen el acceso a los servicios básicos a todos los mexicanos. 

Los ciudadanos debemos exigir la creación de un seguro de desempleo, seguridad social universal y educación de calidad.  Impulsemos un estado de bienestar solidario, es tiempo de apoyarnos y es tiempo para dejar de ser indiferentes. 

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