Editoriales

La relatividad

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 14 MARZO 2018
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La relatividad

Apenas cumplidos los 26 años de edad, en 1905, Albert Einstein dio a conocer su Teoría de la Relatividad, que vino a constituir uno de los avances científicos más notables de la historia. Con ella, trocó la forma de intuir el espacio, la energía y el tiempo, teniendo inclusive repercusiones filosóficas; además, eliminó la posibilidad de un espacio-tiempo absoluto en el universo, y las teorías, entonces en voga, de Newton.

No fue nada más un científico. En 1938, escribió en la ciudad de Nueva York: "Para la camarilla nazi, los judíos no son sólo un medio que desvía el resentimiento que el pueblo experimenta contra sus opresores; ven también en los judíos un elemento inadaptable que no puede ser llevado a aceptar un dogma sin crítica, y que, en consecuencia, amenaza su autoridad –por el tiempo que tal dogma exista– con motivo de su empeño en esclarecer a las masas".

Esas palabras, como la Teoría de la Relatividad, son de vigencia universal. En aquel tiempo eran los judíos estigmatizados por los nazis; luego, fueron los pelados que le faltaban el respeto al amo y, ahora, los populistas que se atreven a pedir pan y no les dan. Es la lucha permanente entre las clases dominantes y las clases oprimidas que han perdido hasta la última gota de esperanza y ya no comulgan con ruedas de molino.

En aquellos tiempos eran los judíos inadaptados que no aceptaban los dogmas de la supremacía de raza; ahora, son los trabajadores y las clases medias que no acatan los dogmas del neoliberalismo que va por el mundo montado en el brioso corcel de la globalización engullendo todo lo que encuentra a su paso. Son los populistas que no cejan en el empeño de abrir los ojos de los sectores que aún dominan los mass media. 

Don Albert Einstein nació el 14 de marzo de 1879 y recibió el Premio Nobel de Física en 1921; pero, no por la Teoría de la Relatividad, dado que el científico a quien se le encomendó la tarea de evaluarla y emitir un dictamen meritorio, no la entendió. Se le otorgó por sus estudios de los efectos gravitatorios que encuentran su causa en la curvatura del espacio-tiempo, que llevó a enunciar la cuarta dimensión, la del tiempo.

Para explicar su teoría, Einstein utilizaba una hipótesis: "Imaginemos un tren y a dos individuos, uno de ellos está montado en el mismo y otro lo ve pasar a toda velocidad desde el borde de la vía. El tren se mueve a 200 kilómetros por hora. Un momento, ¿se mueve? ¿seguro? ¡Sí y no al mismo tiempo! Para la persona que va sentada dentro, el tren no se mueve, está quieto. Sólo se mueve para la persona que está al borde de la vía. Es algo, efectivamente, relativo". Einstein luego imaginó que alguien tira una pelota a 20 kilómetros por hora hacia delante dentro del tren. Para la persona que está dentro, la pelota se mueve a esa velocidad pero para la persona que está abajo esa pelota se mueve, sin embargo, a 220 (200+20) kilómetros por hora. ¡Así de sencillo!

El científico tuvo tres nacionalidades: por origen, era alemán; pero, luego, adoptó las nacionalidades suiza y estadounidense. Solía decir, con una gran dosis de humor, que: "Si mis teorías hubieran resultado falsas, los estadounidenses dirían que yo era un físico suizo; los suizos, que era un científico alemán; y los alemanes que era un astrónomo judío". Por ser judío, Einstein tuvo que soportar un sinnúmero de intentos para desprestigiar sus trabajos. Incluso al aceptar una oferta de empleo en Estados Unidos, el Tercer Reich lo acusó de traición y sus libros fueron quemados en la hoguera, durante una ceremonia organizada por estudiantes nazis.

Albert Einstein abandonó Alemania en 1932. Se fue a vivir a los Estados Unidos. De acuerdo con la BBC, "El científico propuso defender los valores liberales occidentales de tolerancia y justicia e ir en contra de las tentaciones del odio y la opresión, en un momento en el que se profundizaba el extremismo y la agitación económica y política". 

Tolerancia y justicia, contra el odio y la opresión; no despojo y explotación bajo el disfraz de la democracia, en que la agitación económica y política hace crecer la enorme brecha que separa a los potentados de los menesterosos.  


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