Editoriales

La historia, cíclica

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 19 JUNIO 2019
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La historia, cíclica

Decir que el ser humano es el protagonista de la historia, tiene muchos asegunes y corresponde más a afanes egocéntricos que a realidades. La historia está plagada de hombres notables que llevaron a cabo hazañas colosales, tanto para bien como para mal; pero, poco hubieran podido hacer si las circunstancias no les fueran propicias de muy diversos modos. Quizá por ello Napoleón afirmaba en sus triunfos bélicos, que si su más humilde corneta hubiera fallado, no hubieran podido ser.

La estrella de la historia es, en verdad, la humanidad. La humanidad en una permanente lucha de clases entre los que tienen y los que necesitan. El poder, político, económico y social, es una aspiración permanente aunque con diferentes propósitos. Unos para servir y perpetuar su nombre junto a obras magníficas que son marcas en el tiempo, como las esculturas de Policleto y Fidias que siguen siendo insuperables, compitiendo en perfección con las de Miguel Ángel; otros para dominar, como Gengis Kan, Alejandro Magno, Napoleón; y aquellos movidos por la mezquindad.

Quizá la especie más condenable sea ésta, cuyos afanes son acicateados por un afán enfermizo de posesión que conduce a circunstancias tan terribles como las de quitar el pan de la boca a los niños para aumentar los caudales. En este preciso momento, millones de pequeños, junto con sus padres impotentes, mueren de hambre y de enfermedades que se podrían evitar con simple agua limpia. Esa agua que ahora se acapara y se vende a un alto costo para seguir agrandando fortunas.

La lucha de clases fue definida a partir de la revolución industrial; sin embargo, viene desde los albores de la civilización y corresponde al tercer motivo por el cual se aspira al poder. Cuando se busca el poder político para garantizar el pacto social que permita a todos los seres humanos desarrollar su potencial creativo en bien propio y de los demás, se llega al estado de bienestar en que las ambiciones son sanas y naturales y tienen que ver con la superación personal y colectiva.

Cuando se aspira al poder con propósitos de dominación, los resultados son siempre adversos y nos pueden los déspotas dormir o vivir tranquilos, porque saben que al final otro con sus mismas aspiraciones habrá de arrebatarle el cetro y sus dominios. La opresión tiránica necesita de otros para someter a los súbditos y siempre estará pendiendo como espada de Damocles la posibilidad de que esos otros asuman el poder por la misma vía de la violencia y el sometimiento por fuerza.

Pero, cuando es la avidez de riqueza y posesiones lo que lleva a asumir el poder, entonces la rueda de la historia gira y aparece el fantasma de la justicia social. Hombres notables como Leonardo da Vinci, Winston Churchill, Henry Ford o Manuel Espinosa Yglesias, fueron personas que vivieron con un alto nivel y muchas comodidades; pero, todos ellos, con haber sido ricos, algunos muy ricos, rechazaron siempre la posibilidad de ser esclavos del dinero. Ford odiaba a los especuladores financieros.

Ahora que en México el ciclo de la historia indica la hora de la justicia social dentro de la dinámica de la lucha de clases, los poderosos que se consideran protagonistas de la historia echan mano de todos sus recursos, legales o no, para oponer una feroz resistencia que mucho habrá de costar al país y pone en el panorama barruntos de tormenta cuando lo sano es que los potentados corran con sus botines bajo el brazo a ponerse a salvo y no enfrentar el poder del texto constitucional.

Recomienda un viejo y conocido refrán que siempre hay que tantearle el agua a los camotes, a fin de que no se quemen. Que una persona, o dos o tres, quieran detener la dinámica de la historia y convertirse en grandes protagonistas, es insensato. Espartaco, el esclavo romano que a punto estuvo de conquistar y dominar al Imperio Romano, sucumbió luego de épicas batallas; pero, Roma no pudo sobrevivirlo por mucho tiempo. Los fuertes vientos de libertad limpiaron la basura.

Es bueno recordar que José Ángel Gurría, uno de los capitanes del neoliberalismo mexicano dijo que la era de Salinas habría de durar 25 años, tiempo que si de cuenta a partir de 1988, se cumplirías en el 2013; pero que, puede prolongarse para empezar a contar a partir de la cena de los 30 de a 25 en el 93, que es cuando los ricachones se reparten las boyantes empresas de México.


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