Editoriales

¿Hasta dónde, hasta cuánto?

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 25 ABRIL 2018
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¿Hasta dónde, hasta cuánto?

La nota roja era la última página de los periódicos y daba cuenta de hechos violentos que lo mismo podían ser crímenes, desastres o accidentes, en los que había muertos y heridos; ahora, ocupa espacios importantes en las portadas y en los espacios estelares de los medios radiofónicos, televisivos y cibernéticos. Del asombro y la sorpresa que provocaba, en los días que corren se ha convertido en la comidilla del día, de cada día.

Ya no causa estupor la noticia de un muerto; si acaso, puede provocar alguna sorpresa la cantidad de los victimados y la técnica utilizada para tal menester y, como ocurre en estas horas, la forma en que se desaparecen los cuerpos. Pero, lo de ayer se olvida con lo de hoy y lo de mañana con otra cosa peor, es una escalada creciente que no da visos de tener límites. No se percibe hasta dónde puede llegar. A lo largo del siglo XX la humanidad fue testigo de hechos de barbarie inauditos como el exterminio de judíos, las purgas de Stalin, las masacres de Franco, el terror sembrado por el loco Idi Amín. 

Todos esos eventos, con ser tan dramáticos, han venido a resultar poca cosa si se les compara con la violencia que se ha adueñado del Anáhuac, en donde todos los días hay muertos, muchos muertos y por cada muerto un asesino que anda por ahí, cargando el estigma de haber arrancado a un ser humano el don más preciado y a su familia la paz por los siglos de los siglos. Un muerto y un asesino que son negación del ser humano. 

Tan evidente es la violencia en México, que el presidente de los Estados Unidos, quizá con un poco de sensacionalismo, ha afirmado que: "Por el bien y seguridad del país necesitamos el muro, necesitamos el muro para detener el masivo flujo de drogas que llegan de México, país que ahora está catalogado como el número uno entre las naciones más peligrosas del mundo. Si no hay muro, no hay acuerdo". Desde luego, sin aceptar la corresponsabilidad en el tráfico de armas y de vastas cantidades de dinero.

Mientras los dedos oprimen las techas del tablero, en la pantalla aparecen avisos de más muertos y más heridos, como si hablar de violencia fuera manera de invocación. Ello conduce a cavilar sobre lo que ocurre en este país que hasta hace poco era uno de los más amistosos del planeta, con una proverbial cortesía y hasta fraternidad para propios y extraños. "Pásele, señor, esta es su casa", era un dicho dicho con el alma.

Pero, de pronto apareció el demonio pelón y orejudo y ahora, realmente, la vida no vale nada. Los estudiosos han determinado que las causas de la violencia en México se deben a circunstancias precisas y bien determinadas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos encontró que la violencia tiene su origen en la corrupción y los vínculos de las autoridades con la delincuencia organizada; la desigualdad del país, que lleva a la población más pobre a caer en las garras del crimen organizado, y a la criminalización la pobreza; y la impunidad que permite que el 98,8% de los delitos no se castiguen, independientemente de que sean denunciados ante la autoridad o no.

Una nota de la BBC de Londres asegura que: "En México no hay bombardeos, ataques químicos, atentados con coches bomba, misiles Tomahawk lanzados desde portaaviones, ni participación de potencias extranjeras, ni discusiones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Esta no-guerra no se ve por televisión. Pero las muertes se apilan. Y la forma en que se cuenten y se comparan con las de otros países es motivo de controversia entre un centro de análisis y el gobierno mexicano.

Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (International Institute for Strategic Studies), México fue el país donde más personas murieron de forma violenta en 2016, sólo por detrás de Siria —donde hay una guerra— y por delante de Irak y Afganistán —donde las hubo y todavía no se extinguen—. Quedó también por encima de Yemen, Somalia, Sudán, Turquía, Sudán del Sur y Nigeria".

¿Hasta dónde, hasta cuánto? 


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