Editoriales

Haber, a ver...

  • Por: FORTINO CISNEROS CALZADA
  • 15 MAYO 2018
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Haber, a ver...

Decir que México es una potencia alimentaria tiene muchos asegunes, más, mucho más, cuando una buena parte de los párvulos padecen anemia, desnutrición y hambre. La morisqueta que probó el presidente Enrique Peña Nieto en comedor comunitario, ofrecida a los niños a un costo de 54 pesos, más gastos adicionales, no es un alimento suficiente para cumplir las demandas nutricionales básicas en la edad del desarrollo.

Más que un país que cumple con su compromiso de producir cuando menos el 75 % de los alimentos que consume, según los parámetros internacionales, es una enorme parcela para la agricultura por contrato que sí forma parte de la seguridad alimentaria de las naciones en que se da cumplimiento a las exigencias y los compromisos en lo interno y los que se han signado con instancias mundiales relacionadas con este tema.  

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, para que los países alcancen la llamada seguridad alimentaria, requieren producir cuando menos las tres cuartas partes de los alimentos que consumen. Bien sabido se tiene que México sólo produce un poco más de la mitad, lo que lo sitúa por debajo de las normas acordadas por la mayoría de los países civilizados del planeta. Así, pos no.

La historia, esa gran maestra, demuestra que el manejo político de los alimentos es un arma poderosísima con las cuales se han derrotado vigorosos ejércitos y han caído portentosas capitales. El ejemplo más a modo son la invasión de Rusia por las tropas de Napoleón Bonaparte y las huestes de Adolfo Hitler. En ambos casos, más que ir a la resistencia o al combare frontal, los operadores rusos optaron por la retirada, dejando los campos quemados y arrasados tras de sí, hasta que fue imposible que las fuerzas invasores recibieran alimentos de su retaguardia o pudieran conseguirlo de los rusos.

A México, aunque el presidente Trump diga lo opuesto, le ha ido muy mal con la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica: primero, la devastación del campo, que ha tenido como consecuencia el incremento de la migración de campesinos que no resistieron los embates de la apertura, la liberalización comercial y la total ausencia de apoyos para la producción; a lo más que han tenido acceso es a la asistencia clientelar que en nada ayuda para que puedan producir cuando menos lo que consume la prole.

Ciertamente que en algunas regiones se ha avanzado notablemente en las técnicas de producción alimentaria y que se ha elevado la exportación de hortalizas; pero, ello en nada ha beneficiado a los mexicanos que poco consumen esos alimentos de muy alta calidad que van a parar a las mesas de los restaurantes más caros y lujosos de allende las frontera. México exporta cerveza, tomate fresco o refrigerado, aguacate, tequila y mezcal, chiles y pimientos, productos de panadería, frutillas, carne de bovino, azúcar, artículos de confitería sin cacao y almendras, nueces y pistaches, entre muchos otros.

En cambio, importa maíz, frijol, arroz, soya, aceites, leche y jugos. Durante la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996, se acordó que la Seguridad Alimentaria "a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana".

Y que Seguridad Alimentaria Nutricional  "es un estado en el cual todas las personas gozan, en forma oportuna y permanente, de acceso físico, económico y social a los alimentos que necesitan, en cantidad y calidad, para su adecuado consumo y utilización biológica, garantizándoles un estado de bienestar general que coadyuve al logro de su desarrollo".

Así que, haber, a ver...


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