El prólogo de la muerte
El caos global, que se manifiesta en todas las naciones del orbe, en las altamente desarrolladas o en las que viven en conflicto permanente, está dando pie al advenimiento de una pandemia que en un suspiro puede acabar con entre 50 y 80 millones de personas, sin que haya instancias, instrumentos o voluntad para evitarla. De un día para otro, desparecerá el 5 por ciento del producto interno bruto y se iniciará un periodo de proteccionismo a ultranza que habrá de bajarlo cuando menos en otro porcentaje similar.
El contenido y las previsiones del primer informe de la Junta de Monitoreo de la Preparación Global (GPMB), encargado por la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud para fincar los avances a efecto de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, presentan un panorama muy poco alentador, en el que se echan de ver tres elementos que impiden una adecuada atención a la salud pública: los conflictos políticos, la resistencia a racionalizar la economía y el desinterés general.
El informe revisó las recomendaciones de los paneles y las comisiones multinacionales de alto nivel después de la pandemia de influenza H1N1, del 2009 y el brote de ébola de 2014-2016, junto con sus propias evaluaciones y recomendaciones. El resultado es un panorama en donde el mundo destaca por su capacidad para prevenir y contener las amenazas para la salud mundial; sin embargo, una serie de fenómenos no ocurridos anteriormente, cuando menos con la misma intensidad, han venido a minar esa capacidad, entre ellos, el calentamiento global, cuya consecuencia es el crecimiento de la migración.
En opinión de los especialistas: "La pandemia mundial en esa escala sería catastrófica, creando estragos, inestabilidad e inseguridad generalizados. El mundo no está preparado. Los brotes afectan mucho más a las comunidades de bajos recursos dada su falta de acceso a los servicios básicos de salud, agua y salubridad. Esto agravará la propagación de cualquier patógeno infeccioso, incluso de agentes amplificadores de las enfermedades. El crecimiento demográfico y las tensiones resultantes sobre el medio ambiente, cambio climático, urbanización exponencial, el aumento en los viajes internacionales y la migración, (forzada o voluntaria), aumentan el riesgo para todos, en todas partes.
Los líderes en todos los niveles tienen la llave. Es su responsabilidad priorizar la preparación con toda la sociedad dándole un enfoque que asegure que todos estén involucrados y todos estén protegidos. El papel de los gobiernos será democratizar la asistencia sanitaria, de tal manera que cada persona sea el responsable de sí misma y de quienes están en su derredor. El cuidado del agua, el tratamiento de los desechos, la responsabilidad cívica elemental de hacerse cargo total de las medidas generales de salud.
Uno de los elementos más importantes detectado en el estudio de la GPMB, es la transitoriedad de las medidas para evitar las epidemias. Durante demasiado tiempo, se ha observado que a un ciclo de pánico, le sigue otro de abandono cuando se trata de pandemias; aumentan los esfuerzos cuando hay una amenaza grave, para luego olvidarla rápidamente cuando la amenaza disminuye. "Ya es hora de actuar permanente y responsablemente", concluyen los encargados de dar la voz de alarma mundial.
Un ejemplo de ello son las conclusiones de David Gressly, quien coordina la respuesta de la ONU al último brote de ébola en República Democrática del Congo (RDC), quien explica que uno de los ejes en los que ya están trabajando, incluso antes de que la epidemia finalice, es el después. "Este brote ha estallado porque la vigilancia no ha sido buena, y la respuesta se retrasó mucho. Nos hemos dado cuenta de que el enfoque clásico ya no funciona. Si no previenes, la respuesta después es más costosa".
Otra vez, los científicos dan la voz de alerta y claman por medidas preventivas que eviten muertes que son evitables mediante políticas públicas enfocadas a acciones sanitarias; y, otra vez, la respuesta de los gobiernos que ostentan el poder por el poder mismo, buscado beneficios personales o de camarilla o al amparo de cualquier ideología bizarra, se muestran reacios a trabajar por la gente, enfocado sus acciones en los temas prioritarios de educación, salud trabajo. Son tan reacios a atender las necesidades fundamentales del ser humano que a veces pareciera que lo que buscan son el exterminio masivo de los otros, aquellos que no tienen posibilidades de incidir en las decisiones de la administración pública.
El informe Brundtland, es muy dramático cuando asegura que: "Hay que prepararse para lo peor. Esto quiere decir que nadie es ajeno a las consecuencias más nefastas. Europa y Norteamérica se sienten muy a salvo; pero hay que explicar a la gente que, en un mundo interdependiente, cualquier brote puede afectar, como mínimo, a los países vecinos. Creo que todavía no somos conscientes de lo conectado que está este planeta a través del transporte aéreo. En cuestión de horas puedes haber llevado cualquier enfermedad de un lado del globo a otro".
Es por ello que todos quienes han estado involucrados en el caso, abogan al más alto nivel para que los compromisos continuos y sostenidos: políticos, financieros y sociales, ocupen un lugar destacado en la agenda política y aumente la responsabilidad del seguimiento. "El mundo está en riesgo. Pero, colectivamente, ya tenemos las herramientas para salvarnos a nosotros mismos y a nuestras economías.
Lo que necesitamos es liderazgo y la voluntad de actuar con fuerza y eficacia".
Un brote de gripe hoy, Día de los Inocentes, puede acabar con millones de vidas y eso no es una fantasía, sino una aterradora realidad.
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