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El Manifiesto 2000
Como bien se puede ver, se trata de un compromiso de cumplimiento personal e individual, de tal suerte que no hay forma de excusarse una vez que ha sido adoptado voluntariamente
Las campañas insidiosa y muchas veces perversas, que pretenden achacar las cotidianas manifestaciones de violencia en sus distintas formas, a la propuesta de cambio de modelo económico para fomentar el desarrollo compartido en un régimen de justicia social, no abonan en nada para generar un ambiente de entendimiento, concordia y fraternidad. Montado en su macho, cada grupo con capacidad para hacerse oír recurre a la violencia.
Es claro que en una cultura de violencia, los conflictos se dirimen a través de la violencia, que no es otra cosa que la falta de capacidad para abordar los diferendos en una cultura de paz, a través del diálogo y el entendimiento mutuo. Al revés del apotegma juarista, ahora se ve que entre los individuos como entre las naciones la violación al derecho ajeno es la violencia que se manifiesta en la sociedad, en los gobiernos y llega a las instituciones.
No es tanto que se haya desatado la agresividad en el ser humano, no. A través de los medios de socialización: familia, escuela, religión, asociaciones, etc., la agresividad se puede canalizar en tres formas: la destructiva que seria lo mismo que la violencia; la indiferencia que seria la pasividad y la constructiva, considerada como positiva y que vendría a resultar igual a la no-violencia, es decir, a actuar pero no violentamente. En ese sentido, si la violencia es aprendida, es evidente que también puede ser desaprendida y ser reemplazada por otros mecanismos, no destructivos, en la resolución de conflictos.
Con este idea en mente, un grupo de Premios Nobel de la Paz, reunidos en París, el 4 de Marzo de 1999, con motivo del quinquagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, redactó el denominado “Manifiesto 2000 para una cultura de paz y de no violencia”. Los firmantes fueron: Norman Borlaug; Adolfo Pérez Esquivel; Dalai Lama; Mikhall Sergeyevich Gorbachov; Mairead Maguire; Nelson Mandela; Rigoberta Menchu Tum; Shimon Peres; José Ramos Horta; Joseph Roblat; Desmond Mpilo Tutu; David Trimble; Elie Wiesel; Carlos Felipo Ximenes Belo. A los que luego se unieron otros.
El texto del Manifiesto es el siguiente: “Reconociendo mi parte de responsabilidad ante el futuro de la humanidad, especialmente para los niños de hoy y de mañana, me comprometo en mi vida diaria, en mi familia, mi trabajo, mi comunidad, mi país y mi región a: - respetar la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminación ni prejuicios; - practicar la no violencia activa, rechazando la violencia en todas sus formas: física, sexual, psicológica, económica y social, en particular hacia los más débiles y vulnerables, como los niños y los adolescentes; - compartir mi tiempo y mis recursos materiales cultivando la generosidad a fin de terminar con la exclusión, la injusticia y la opresión política y económica; - defender la libertad de expresión y la diversidad cultural privilegiando siempre la escucha y el diálogo, sin ceder al fanatismo, ni a la maledicencia y el rechazo del prójimo; - promover un consumo responsable y un modo de desarrollo que tenga en cuenta la importancia de todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta; - contribuir al desarrollo de mi comunidad, propiciando la plena participación de las mujeres y el respeto de los principios democráticos, con el fin de crear juntos nuevas formas de solidaridad”.
Como bien se puede ver, se trata de un compromiso de cumplimiento personal e individual, de tal suerte que no hay forma de excusarse una vez que ha sido adoptado voluntariamente.
Ciertamente, por aquellas épocas todavía se creía que el año 2000 habría de constituir un nuevo comienzo para transformar la cultura de guerra y de violencia en una cultura de paz y de no violencia, toda vez que la cultura de paz hace posible el desarrollo duradero, la protección del medio ambiente y la satisfacción personal de cada ser humano.
20 años después, quizá sea posible ese sueño si en lugar de tanta basura, los medios se comprometieran a posibilitar el diálogo, el entendimiento y la paz a través de la justicia.