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AMLO y el obligado viraje
El desbordamiento de víctimas de la epidemia, la desesperación internacional que convulsiona el mercado de las vacunas, la incapacidad para contener el deterioro de la economía y la fragilidad de las finanzas públicas son nuestros desafíos gigantescos
Aún es incierto el periodo de convalecencia que resta a la salud del presidente López Obrador, pero los problemas que exigen su atención no han hecho sino agravarse en el breve lapso desde que se contagió de Covid-19. Su propia enfermedad ha creado una crisis adicional, pues el vacío generado desató una sorda pugna al interior del equipo gobernante.
El desbordamiento de víctimas de la epidemia, la desesperación internacional que convulsiona el mercado de las vacunas, la incapacidad para contener el deterioro de la economía y la fragilidad de las finanzas públicas son nuestros desafíos gigantescos. Lo serán más si el Presidente persiste en una visión, una estrategia y un equipo que han dejado de ser viables..., si lo fueron alguna vez.
Al cierre de la semana, un creciente número de países se deslizaba hacia un nuevo encierro, esta vez no solo sanitario, sino económico, incluso político. Ello confirma lo que se dibujaba desde los primeros meses de la pandemia, incluso antes: cuatro décadas de globalización e integración han entrado en un impasse pleno de enigmas.
Viejos aliados del país, como Estados Unidos, Canadá e incluso España, empezaron un aislamiento sobre México, en principio con la cancelación o limitación de viajes aéreos. Se castiga con ello a quien ha hecho un mal trabajo en el control del virus, pero nuevos frentes de preocupación pueden salir a relucir. De entrada, el abasto de la vacuna —suspendido en los hechos el acuerdo con Pfizer, nuestro proveedor inicial— será incierto durante varios meses.
Decenas de vacunas están en proceso de validación, varias de ellas en México. Algunas arrastran cuestionamientos sobre su eficacia y seguridad. El retraso en obtenerlas hace temblar a gobiernos en todas las latitudes, que desataron una guerra planetaria, comercial, incluso ideológica. Una circunstancia que no ofrece ninguna garantía de que pueda apresurarse nuestro lentísimo proceso de inmunización.
Lo anterior ocurre cuando cifras del Inegi alertan que el derrumbe de nuestra economía en 2020 fue el mayor desde los años 30, más grave incluso que con las sucesivas devaluaciones de los 70, 80 y 90, o ante catástrofes financieras internacionales. El balance desde que existen las mediciones y el modelo económico mundial actuales.
Un golpe de timón por parte del presidente López Obrador debería asumir que la pandemia está virtualmente fuera de control. La estrategia oficial no ha sido sino una cadena de fracasos, entregada a una facción de burócratas codiciosos, encabezados por un personaje con rango de subsecretario que engaña al Presidente y se burla de la nación.
Es cuestión de semanas para que se descubra que esa facción se desligó de las negociaciones celebradas por el Estado mexicano con los corporativos farmacéuticos, pactó con intermediarios, forzó aprobaciones por parte de Cofepris y saboteó opciones viables para dar tiempo a que maduraran pruebas de laboratorios con quienes se pudieran hacer negocios.
"Ser serios" en el manejo de la pandemia, como lo reclamó la OMS a México, exigiría aplicar decenas, cientos de millones de pruebas para rastrear y contener contagios; alienar esfuerzos con los estados y empresas privadas; poner al alcance de la población el uso de medicamentos ya probados, abrir más decididamente espacios para enfermos. Dotar de transparencia al uso de los fondos empeñados, lo que incluye establecer de dónde saldrán los 32 mil 000 millones de pesos que, de entrada, se necesitarán para pagar las vacunas. Y en particular, dejar a la política de lado, a los partidos, a los siervos de la nación. Poner al frente al país. Todavía es tiempo.