¿Vas a formalizar tu relación o te vas a casar? Deténte y primero lee esto: ‘Para que una relación funcione, amarse no es suficiente’

Todos hemos escuchado alguna vez la frase de «No tomes decisiones permanentes basado en emociones temporales». Y que gran verdad tienen estas palabras. Las estadísticas de divorcio y rupturas están al alza. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué es tan complicado sostener una relación o un matrimonio? Definitivamente hay un abanico infinito de posibilidades y cada caso tiene sus propias «peculiaridades y desavenencias».
Vayamos desde el principio. El amor y el matrimonio no son sinónimos. El amor es vínculo afectivo que provoca reacciones químicas en el cerebro y el matrimonio es una institución que ofrece algunas “certezas”, es decir, el acuerdo de ciertos derechos y obligaciones. Ni bueno, ni malo. Sin embargo, hay que llamar las cosas por su nombre.
Los americanos definen el amor de la siguiente manera: “Love is a chemical reaction.” (El amor es una reacción química) Lo cual es totalmente cierto. Cuando estás en la fase de enamoramiento (primeros años de relación) los neurotransmisores del cerebro liberan una sustancia llamada dopamina, la cual genera un estado de bienestar impresionante. Es como si estuvieras drogado o, en otras palabras, “dopado.” Estarás de acuerdo conmigo que el mejor momento para tomar decisiones no es cuando estás dopado, ya que tu percepción estará distorsionada.
Una vez que pasa el efecto de la dopamina, tu percepción del mundo se vuelve objetiva y es cuando comienzas a notar situaciones o conductas en tu pareja que anteriormente no te dabas cuenta. Y esto no significa que tu pareja todo el tiempo te engañó con una máscara.
El enamoramiento opera desde la ausencia de lógica y en contraste, el matrimonio opera desde el sentido común y la objetividad. Si observas las grandes historias de amor, todas tienen un común denominador: “La imposibilidad.” Los obstáculos contra los que tienen que luchar y que al parecer son muy complicados de vencer. Un ejemplo común es cuando los padres están en contra del novio de su hija. Ella lo defiende a capa y espada y los padres se empeñan en darle un pergamino con todo lo “malo” que ven en el novio. ¿Sabes qué sucederá? La hija se va a aferrar más y se irá con él. ¿Por qué la hija no puede ver lo que los papás ven? Porque está dopada, es decir, “enamorada”.
¿Qué pasa después? Ella se casa y con el tiempo se da cuenta que los papás tenían razón. Por supuesto ella había creía lo que las telenovelas le habían enseñado: “El amor todo lo puede, todo lo vence.” No es así. Con amor no pagas una hipoteca. Ni con amor puedes someter a otra persona. Eventualmente, ella se da cuenta que literalmente él no le convenía ya que no había materia prima para hacer un proyecto de vida juntos. Y por supuesto que los papás aprovecharon para decirle: ¡Te lo dije!
Así es que, si estás pensando en casarte “enamorado/a”, contesta las siguientes preguntas antes de llegar al altar:
¿Tu pareja te suma o te resta paz? (Celos, ansiedad, control)
¿Te hace la vida más fácil o te la complica? (Colabora contigo, juntos reman el bote)
¿Te abre puertas o te las cierra? (No te permite desarrollar profesionalmente, cancela oportunidades, no deja que seas tú)
¿Te aporta madurez o te infantiliza? (Vives haciendo berrinches, chile con la cola, espiando o deseos de vengarte)
Estas cuatro preguntas pueden ser muy poderosas si las contestas con honestidad. Obviamente no estoy diciendo que no te cases con amor, únicamente quiero invitarte a que te asegures de que tu pareja te SUME y no que RESTE. Porque para poder sostener una relación, el amor (la dopamina) no es suficiente. Te aseguro que las mariposas que sientes en el estómago son Monarcas y van a emigrar. Así es que, si a alguna de las 4 preguntas contestaste “si”, piénsalo dos veces.
Recuerda que el «secreto» para que un matrimonio o relación funcione es que de la misma forma en que se apoyan mutuamente, se permitan conservar su individualidad, porque primero eres persona y después pareja. En síntesis: Cásate con amor con quien te aporte, no con quien te quite. ¡Anótele! Nos leemos pronto.
Gerardo Moreno / Psicoterapeuta / Citas: 956-560-2131
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