Columnas > EL MENSAJE EN LA BOTELLA
Una lavadita
Hace tiempo salí del trabajo y el cielo parecía estarse cayendo a gotas. Caía un chubasco con aparentes intenciones de convertirse en diluvio. En el vestíbulo del edificio varias personas esperaban a que amainara la lluvia para poder salir.
Un tierno relato
Y recordé un relato que leí hace tiempo sobre un grupo de personas que, a la salida de un centro comercial, esperaban a que bajara una lluvia torrencial que también caía. Entre estas personas, estaba una madre con su pequeña hija de 5 años, quien de pronto le dijo a su mami: "Mamá, corramos a través de la lluvia". La mujer solo se sonrió, y a los pocos minutos la niña insistió, "Sí mami, corramos a través de la lluvia". Su madre intentó explicarle que si lo hacían, terminarían empapadas, y entonces se desarrolló el siguiente diálogo entre ambas:
"- No mamá, no nos mojaremos, eso fue lo que le dijiste a papi esta mañana.
- ¿Esta mañana? ¿Cuándo dije que podemos correr a través de la lluvia y no mojarnos?
- ¿Ya no lo recuerdas? Cuando hablabas con papá acerca de su cáncer, le dijiste que si Dios nos hacía pasar por eso, podría hacernos pasar a través de cualquier cosa."
La gente alrededor, al escuchar aquello, se quedó en absoluto silencio, pidiendo a Dios que iluminara a aquella madre sobre lo que debería responder. Era ése un momento crucial en la vida de aquella niñita. Un momento en el que la inocencia y la confianza podían ser motivadas, de manera que algún día florecieran en una inquebrantable fe.
La mujer, con los ojos llorosos, quedó pensando unos momentos y luego dijo a su pequeña: "¿Sabes, amor? Tienes razón. Corramos a través de la lluvia. Y si Dios permite que nos empapemos, puede ser que Él sepa que necesitamos una lavadita". Y salieron corriendo. Todos se quedaron viéndolas, riendo mientras las veían correr alegremente por el estacionamiento, pisando todos los charcos. Por supuesto que se empaparon, pero no fueron las únicas. Las siguieron unos cuantos que reían como niños mientras corrían hacia sus autos.
Tener fe
Este bello relato me ha ayudado muchas veces a entender (habiéndolo ya experimentado) que hay épocas en nuestra vida en que las tormentas se desatan con toda su furia. Incluso a veces nos puede parecer que a nuestra vida ha llegado la temporada de huracanes, una tormenta tras otra. Cuando la vida te presente esos días grises y nublados, y tengas que correr a través de la lluvia, lo único que puedo recomendarte es que protejas tu espíritu con el paraguas de la fe.
Ten fe en que Dios ve la fuerza y el ánimo con que avanzas y te ayudará a atravesar la tormenta.
Ten fe en que al mantener la alegría de un niño, aún en los días más difíciles, Dios te manifestará su amor de mil maneras, que te harán sentir que Él te está diciendo: "Sigue adelante, yo estoy a tu lado".
Ten fe en que aún de esos aciagos días, algo bueno quedará para ti. Más sabiduría, más fortaleza, más bondad, más empatía, más amor para compartir. Nuestras bendiciones más grandes a veces llegan con engañosa apariencia.
Ten fe en que, como dice la Biblia, aunque Dios nos tenga que abandonar por breves momentos (lo cual forma parte de un plan para nuestro progreso y crecimiento), Él mismo nos recogerá con grandes misericordias (Isaías 54:7), solo ten paciencia y no desesperes, recuerda que el mismo Jesucristo tuvo que pasar por esa experiencia ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?").
Ten fe en que, más arriba de esos nubarrones, hay un sol radiante que volverá a brillar en tu vida.
Ten fe en que esta vida es solo un parpadeo entre dos eternidades, y los problemas que hoy parecen no tener fin, habrán de quedar atrás algún día.
Ten fe en que después de la más azarosa tormenta, Dios te regalará su amor en un nuevo arco iris.
Finalmente, ten fe en que Dios sabe cuando necesitas "una lavadita". Y a través de las tormentas que te haga enfrentar, te ayudará a quitar de tu vida aquellos lastres que dificultan tu crecimiento. Podría ser el orgullo. Podría ser el afán por cosas intrascendentes. Podría ser la ingratitud. Podrían ser otras cosas. Al igual que nuestra madre cuando éramos pequeños, Él sabe en dónde se requiere dar "una buena tallada" y te aseguro que, si se lo permites, dejará tu espíritu reluciente, hermoso, listo para contribuir en Su obra y para, algún día, volver a morar felizmente con Él.