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La otra orilla
El 11 de marzo del 2014 recibí un mensaje en mi face de una jovencita desconocida. Decía:
"Hola, buenas tardes, estoy actualmente leyendo su libro ´El Mensaje en la Botella´ y muy seguido leo sus columnas, se me hacen bastante interesantes. Voy en tercero de secundaria y me han encargado hacer una entrevista a alguna persona que en cierta forma admire y me gustaría mucho hacérsela a usted, ya que me parece muy interesante lo que escribe, no sé si pudiera contestarme unas preguntas. Espero no molestarlo, y si no puede o no se le da la gana no hay ningún problema. Gracias por su tiempo, que tenga bonita tarde".
Por supuesto le pedí que me enviara las preguntas y se las respondí. La felicité porque estaban muy bien estructuradas. La última pregunta decía: "¿Qué consejo podría darles a sus lectores?", a lo que le respondí: "Que siempre mantengan una actitud positiva en la vida. Que se esfuercen por ´producir´ la mejor versión de sí mismos. Que eviten el camino del menor esfuerzo. Todo lo que vale la pena, cuesta, pero la recompensa siempre es mucho mayor. Que dejen una huella positiva por donde quiera que vayan. Y que lean mi columna los domingos (ja ja, no te creas)". Obviamente la última parte era broma.
Ella me respondió: "¡Muchas gracias! Justo ahorita me dieron ganas de agarrar el libro y ponerme a leer, me gusta mucho su perspectiva de la vida. Hasta donde voy, me ha ayudado mucho su libro. Gracias, y que tenga un bonito miércoles".
Me envió solicitud de amista, la acepté, y fue la última vez que tuve comunicación con ella.
Hace dos semanas hubo un concurso de talentos en la universidad. Yo estaba en una reunión en un salón anexo a la explanada, y escuchaba que una pareja bailaba, luego otra que participó cantando y así varios concursantes. De pronto escucho que inicia una música "bien prendida" y como que el público enloqueció. Empezaron a gritar, aplaudir, etc. Pensé "yo tengo que ver esto", así que me salí de la reunión y vi que, en el escenario, una jovencita bailaba de manera que los tenía a todos hipnotizados. Qué digo hipnotizados. Idiotizados.
Pensé "qué padre baila esta muchacha". Terminó, recibió una ovación enorme, sube el conductor y felicita a la bailarina, mencionando su nombre: Lizbeth Andrea.
En ese momento algo me hizo "click" en el cerebro y pensé "¿qué no tengo yo una amiga en Facebook que se llama así?". Buscando, descubro que la talentosa bailarina era aquella jovencita que 4 años atrás me había escrito para entrevistarme. Yo no sabía que estaba en la universidad. A la primera oportunidad la mandé llamar, la regañé por no haberse presentado conmigo cuando entró, y luego, frente a su grupo, les narré la anécdota que aquí describo y le obsequié el volumen dos de mi libro.
Le expliqué a su grupo que (tal como lo expresé en la dedicatoria que le escribí), Lizbeth Andrea me había recordado la importancia de tres cosas:
1.- La importancia de prepararse. Me sorprendió gratamente saber de una jovencita de secundaria que leyera por placer. Le digo a mis alumnos que con ese mismo gusto disfruten y aprovechen éste, su tiempo de preparación. Les dejará grandes beneficios en un futuro.
2.- La importancia de no tener miedo. A Lizbeth no le tembló el teclado para escribirle a un hombre a quien no conocía para pedirle su ayuda. Y lo hizo así, con ese "desparpajo" nacido de la confianza en sí misma ("si no se le da la gana no hay problema", ja ja, chamaca ésta).
3.- La importancia de vivir con una pasión. Lo que yo vi sobre ese escenario aquel día, fue a una jovencita haciendo algo que le apasionaba tremendamente, y por lo mismo, lo proyectaba a los demás, haciéndolos disfrutar su baile tanto como ella lo hacía.
Gracias Lizbeth, por ayudarme a recordar la importancia de estas cosas.
Ese día que reencontré a Lizbeth, horas antes, una amiga me había compartido una frase de Isabel Allende: "Nadie sabe para quién escribe. Cada libro es un mensaje lanzado en una botella al mar con la esperanza de que arribe a otra orilla".
En esta ocasión, me dio mucho gusto que en la otra orilla estuviera una jovencita con tantas cualidades, y le agradezco a la vida que, por esas vueltas que suele dar, nos haya permitido, al menos por un momento, estar en el mismo lado de la orilla.
P.D.: Por supuesto, Lizbeth Andrea ganó el concurso de talentos.
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