Columnas > EL MENSAJE EN LA BOTELLA
Un muy delgado velo
Hace poco expresé ante un grupo de amigos: "Yo sé que mi esposa vive, aunque de momento se encuentre en otra esfera de existencia". Comparto cinco experiencias recientes que avalan esta aseveración.
En octubre fui a Tampico y un día Zaidita me dijo que quería hacerle un altar de muertos a su mamá, que si iba al centro me encargaba los materiales necesarios. Cuando ya andaba por ese rumbo le empecé a escribir (estaba en su trabajo) para preguntarle algunas cosas, que de qué tamaño el mantel, qué tipo de veladoras, etc. Estuvimos buen rato mensajeándonos y entonces me dice ella "ala, papá, estamos hablando de lo del altar de muertos de mamá y aquí en el trabajo me pidieron que tomara un curso en línea y mira la fecha del curso". Me manda foto de la pantalla donde aparecían los datos generales del programa y donde había subrayado la fecha de elaboración del curso. Era la misma fecha del día en que murió mi esposa. Le dije "nos está viendo". Me responde ella "síííí".
Hace días vino Chuy para finalmente conocer a su sobrina en McAllen. Cuando estábamos en la fila para cruzar, veo las placas del carro que iba delante de nosotros: RSG-777-B. Le tomé foto a las placas y la publiqué con este comentario: "Parece que mi güera (Rosalba Saldívar González) va delante de nosotros para presenciar también el encuentro entre su hijo y su nieta. El triple 7 (número sagrado) para que no quepa duda desde dónde viene. Y Hasta la B de bonita (como le decía yo) se puso, qué chiflada (ja ja)."
Y como para no dejar duda de eso que dije, al día siguiente fuimos a una tienda a buscar algo que quería Chuy y encontramos un llavero que eran unas alas y, en medio, el número 777. En el empaque decía como título "números angélicos". Y más abajo decía "cuando un número aparece repetidas veces, con frecuencia es un mensaje divino de los ángeles". Nuestro ángel nos seguía reiterando que estaba con nosotros.
Dos experiencias más
Otro día, estaban Chuy y Dianita en la sala del departamento; en cierto lugar había una ropa que le había llevado a ella para que la vendiera, principalmente ropa mía y también una capa de invierno de su mamá. Empezaron a mover la ropa para acomodar unas cosas y al tomar la capa, notaron que estaba caliente. Se les hizo raro y buscaron si había cerca alguna fuente de calor, pero no había ninguna. Y aunque toda la ropa estaba junta, la capa de su mamá era la única que estaba caliente.
Finalmente, ya cuando Chuy se había regresado (yo me quedé un día más), cuando ya venía yo también de regreso venía solazándome en el recuerdo de todo lo que pasamos esos tres días, cómo nos divertimos, platicamos y disfrutamos. Me sentía muy contento. En cierto momento, dirigí mis pensamientos hacia mi esposa y le pregunté "¿cómo viste, mi amor, te gustó todo lo que pasó, estás contenta?" Cuando terminé de hacerle la pregunta, sentí el impulso de voltear a mi derecha, al cielo, y vi uno de los atardeceres más hermosos que he visto, con un cielo totalmente pigmentado de rosa, su color favorito, relacionado con su nombre. Creo que también estaba contenta.
Estoy convencido
Ya en un mensaje anterior, "corriendo en Cancún", mencioné cómo ella me hizo llegar un mensaje a través de una serie de canciones que mágicamente aparecieron en fila mientras hacía ejercicio una mañana en nuestra casa.
Cuando ponga este nuevo mensaje en Facebook estaré en camino a Ciudad Victoria, a la reunión del 40 aniversario de nuestra graduación como contadores. Al respecto, también tuve una experiencia en la que ella se hizo presente en mi vida, pero esa la compartiré después porque primero la voy a compartir con mis compañeros de generación en unas palabras que me pidieron para uno de los eventos del festejo.
El caso es que, como dije al principio, estoy convencido de que mi esposa vive y está al pendiente de lo que ocurre en las vidas de su familia. Mis hijos también me han platicado experiencias que han tenido en las que han sentido la presencia o alguna respuesta de parte de su mamá.
La vida es un misterio, y la muerte aún más, pero ese velo que separa a una de la otra, gracias a la fuerza del amor, se vuelve a veces un muy delgado velo y me da la fuerza para continuar hasta que nos reencontremos del otro lado. Gracias, princesa, feliz navidad.