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Un gozoso encuentro

Era una mañana fresca y caminábamos entre el bosque por un sendero lleno de flores. El canto de los pájaros y las cigarras llenaban el ambiente y un delicioso aroma a jazmín acariciaba nuestro olfato. Mi niña Agnes iba seria pero emocionada, su manita apretaba fuertemente la mía y, con mucho sentimiento, tarareaba una canción.

Finalmente llegamos a nuestro destino, una pintoresca casita en medio del bosque. El exterior estaba decorado con macetas y manualidades, y en todas ellas reconocí la talentosa mano que las había creado.

Un gozoso encuentro

Antes de que tocáramos, la puerta se abrió y ahí estaba mi princesa hermosa, vestida de rojo, lo cual resaltaba su belleza. Mi niña, tímida como siempre con las personas que no conoce, al verla, me apretó más la mano y se pegó más a mí, como queriendo esconderse. Yo me arrodillé y le dije "ve con ella, es la persona que te comenté".

Tímidamente se acercó, la princesa le tendió la mano, luego se arrodilló y le dio un gran abrazo. La niña le dijo "¿tú ere´ mi abuela?", a lo que ella respondió que sí, le dio un beso y nos invitó a pasar.

El interior también estaba bellamente decorado, velas, cerámica pintada, figuras de pasta flexible, manualidades de diferentes tipos. A un lado de la sala había una enorme cocina equipada como las que se ven en los programas de televisión y con anaqueles llenos de ingredientes y materiales.

Conociéndose

Ya entrada en confianza, la niña se dedicó a recorrer la casa y a divertirse con algunos juguetes de madera que su abuela había hecho especialmente para ella. Con la gran facilidad que siempre tuvo para ganarse el cariño de los niños, al rato, abuela y nieta ya eran grandes amigas. Agnes le platicó que ya mero iba a la escuela, que le gustaba cantar y bailar, y muchas de las cosas que hacía con su mamá. A la princesa a veces se le brillaban los ojos de lágrimas al ver con ternura la inocencia de su pequeñita y otras veces reía a carcajadas con sus infantiles ocurrencias.

Después de platicar y jugar un rato, la niña le dijo "abuela, gacias". "¿Por qué?" le dijo ella, a lo que la niña le respondió "po´ habeme dado a mi mami". Y se puso a platicarle todo lo que su mami hacía por ella. Cómo la cuidaba e inventaba cosas para que se divirtieran. Le platicó de las pijamadas que hacían los sábados en la noche, en donde cantaban, bailaban, contaban cuentos, etc. La princesa la escuchó emocionada y luego se puso a platicarle cómo era su mamá de niña, "tan tierna como tú", le dijo. Le platicó de lo mucho que batalló para embarazarse de recién casada, de manera que cuando finalmente lo logró, vio eso como una gran bendición y se prometió criar a esa niña – y a los que llegaran después – teniendo como base un amor incondicional.

Después de jugar y platicar un rato más, la princesa dijo "bueno, señorita, acompáñeme a la cocina para que me ayude con unas cosas". La niña brincó de donde estaba, emocionada, y se fue tras de su abuela. Y con la ayuda de su pequeña chef aprendiz, por el siguiente par de horas se dedicaron a hacer galletas, conchas y unas ricas, pero muy ricas, empanadas, mientras yo las observaba embelesado y ejercía mi muy reconocido papel de "probador oficial".

Despidiéndose

La tarde casi terminaba y yo le había dicho a la niña que, al anochecer, tendríamos que regresarnos, pero en aquellas horas que habíamos pasado ahí vi surgir un amor muy grande, el amor de la sangre que une. Cuando terminaron de cocinar y estaban guardando todo, Agnes se le quedó viendo a su abuela y le dijo: "abuela, ¿po´ qué tenías que ite? yo no queía que te fueas". La princesa se sonrió, se le lloraron los ojos, dejó de hacer lo que estaba haciendo, abrazó a la niña y le dijo: "Mi amor, la vida y Dios a veces tienen planes que no son como nosotros quisiéramos, pero lo más importante es nunca olvidar el amor que nos unió en vida y que nos seguirá uniendo por la eternidad. Recuerda siempre que yo estoy contigo porque te soñé desde antes de que nacieras. Yo vivo aquí en tu corazón, y mientras no me olvides, ahí seguiré por siempre". La niña asintió y, disimuladamente, se limpió una lagrimita que corrió por su mejilla.

Agnes fue a recoger sus cosas para irnos y la princesa, viéndola y todavía con los ojos llorosos me dijo: "Gracias por traerla, cuídala mucho". "Con mi vida", le respondí.

Le di un abrazo, un beso, me quedé unos segundos viendo sus hermosos ojos. Su rostro, toda ella, empezó a irradiar una luz fulgurante y entonces desapareció de nuestra vista. "Hasta luego, princesa, te veré de nuevo en algún lugar de nuestros sueños".

En ese momento, desperté. Mis ojos estaban húmedos pero mi corazón agradecido por ese hermoso sueño. Volví la vista hacia el lugar vacío de la princesa y supe entonces que sus palabras también eran para mí. "Mientras no me olvides, ahí seguiré por siempre".

 jesus_tarrega@yahoo.com.mx Facebook: El Mensaje en la Botella