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Más hermano que primo

  • Por: EL CONTADOR TÁRREGA
  • 11 OCTUBRE 2020
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Más hermano que primo

Foto: https://lapidasmoreno.com.

Curiosamente, a Jorge Alberto Sánchez Guerrero, mi primo hermano más hermano que primo, no lo conocí hasta que él tenía 10 años y yo 13. Aunque nuestras madres eran hermanas, las familias no se frecuentaban mucho, así que antes de esa edad, viví ignorando su existencia.

Luego, un verano, hace más de 45 años, mi madre se fue a estudiar la Normal Superior en Ciudad Victoria y me llevó con ella, dejándome en casa de mi tía Carmen (madre de Jorge) las seis semanas que duraba el curso. Ahí empezó la relación.

Platica él que yo era "un bicho raro". Serio, serio, casi no hablaba. Pero como él hablaba hasta por los codos, ahí se equilibró la cosa. Antes de que terminara ese primer verano que pasé en su casa, ya éramos grandes amigos, y en la familia se nos recuerdan por la siguiente anécdota:

Yo empezaba a tocar la guitarra, y le propuse que en una reunión que iba a haber, presentáramos una canción juntos. La canción se llamaba "El Monstruo" y le dije: "Yo voy a empezar a cantar la letra, y cuando llegue al coro (Qué monstruos son...) tú empiezas a aullar, ¿ok?" (era algo así como ponerle "efectos especiales" a la canción).

La verdad, yo pensé que le iba a dar pena, pero él se tomó muy en serio su papel y practicaba sus aullidos como si fuera Pavarotti ensayando una ópera. Llegó la fecha de la reunión. Después de varios números preliminares, se anunció nuestra participación estelar, y empecé: "En una noche oscura de terrible tempestad / allá en Zacazonapan empezaron a gritar / los monstruos tenebrosos Frankenstein y Blackamán / comieron quesadillas de vampiro con pipián / Que monstruos son...". Y que empieza Jorge a aullar, arrancando las risas y aplausos de todos los presentes. Él solo hizo caso de lo segundo (los aplausos) y siguió aullando muy serio y enjundioso.

Tras ese éxito rotundo (gracias a las aulladas de Jorge), muchas piezas cantamos juntos a través de los años, y lo seguimos haciendo hasta la fecha. Cada que nos vemos, aprovechamos cualquier pretexto para "echarnos" alguna canción, aunque ya no le pido que aúlle.

Volví a su casa cada verano durante toda mi secundaria y preparatoria, por lo que vivimos juntos "la edad de la punzada". Naturalmente, cuando me fui a estudiar mi carrera universitaria a aquella ciudad, me quedé a vivir en su casa, y la relación se volvió más fuerte e inquebrantable. Ciudad Victoria fue testigo de muchas de nuestras "correrías", y cada vez que vuelvo allá, me parece escuchar en el aire el eco de nuestras carcajadas.

Poco a poco, los niños dejaron de serlo, los adolescentes quedaron atrás y, pronto, ya éramos dos adultos a punto de formar nuestras propias familias. Cuando fue mi turno, él anduvo conmigo en Monterrey ayudándome a comprar mi "ajuar de novio". Cuando fue el suyo, hablé con él y le compartí "mi experiencia" de los pocos años que le llevaba de ventaja en esos menesteres del matrimonio, tratando de dar algún consejo que le sirviera. El primero de ellos, "no vayas a aullar, por muy fuertes que sean los problemas".

Después de eso, por varios años nos vimos poco; yo me fui a Tampico y él a Monterrey. Pero la vida, como queriendo recordarnos el lazo que nos unía, dispuso que ambos tuviéramos hijos que nacieran el mismo día (Jorge Luis y Zaida Gisela). Años después, empezamos a organizar las reuniones familiares anuales de las que ya he hablado, y eso generó una nueva "tanda" de hermosas experiencias compartidas.

Han sido grandes momentos los que Dios y la vida me han permitido disfrutar al lado de "mi George", como cariñosamente le digo. Muchos momentos de alegría, algunos otros de tristeza, como cuando nos ha tocado despedir a nuestros padres u otros familiares, pero en mi vida, tener siempre el cariño y apoyo de ese "primo aullador" ha sido fuente continua de bendición y fortaleza. 

Hace poco, en una reunión familiar cerca de Bustamante, Nuevo León, insistí mucho en que nos tomáramos una foto teniendo como fondo dos montañas que se unían en su base. No te lo dije en su momento, pero te lo digo ahora, mi George. Mi insistencia en tener ese marco para esa imagen, es porque para mí, esas dos montañas eran una buena representación de nuestras vidas, que en algún momento se unieron, y siguieron juntas para siempre. Además, la montaña simboliza bien el tipo de cariño que siento por ti: grande, inmutable, y eterno. Feliz cumpleaños, hermano.

jesus_tarrega@yahoo.com.mx

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