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Decisiones trascendentes – Parte I
El primer carro que compraron mis papás era un Datsun 1976 automático. Yo estaba en la prepa y era quien lo manejaba en casa. Al año siguiente de haberlo comprado, lo cambiaron por un modelo más nuevo, pero standard. Mi única experiencia con ese tipo de vehículos era cuando mi tío Luis, estando yo en la secundaria, me había enseñado esa cuestión de los cambios, cosa que para entonces tenía ya casi olvidada, pero la única manera de agarrar práctica – me dije a mí mismo – era practicando, así que una tarde tomé el carro y me enfilé al centro de la ciudad.
Todo el camino transcurrió sin problemas, pero al llegar al paso a desnivel...
La "bajadita", diáfana, ni un problema. Pero diría Arjona, el problema no es la bajada, el problema es la subida. Iba yo en tercera, y cuando empecé a subir, el auto, obviamente, empezó a tironearse y a cascabelear. La lógica me indicó que debía cambiar de velocidad, y en cuestión de segundos, ante esa trascendente decisión (¿qué velocidad debo meter?) hice el siguiente razonamiento: "Necesito más potencia; 4 es más que 3". Así que metí cuarta. Como se imaginarán quienes saben de cambios, el auto se "mató" inmediatamente. Los siguientes minutos me parecieron eternos. Sufrí las de Caín para volver a echar a andar el carro e intentar hacerlo avanzar en primera y en subida, con el montón de carros pitándome atrás (en ese entonces el desnivel era de dos sentidos). Tras varios intentos infructuosos y desesperantes, finalmente salí de ahí, habiendo aprendido que, en cuestión de cambios, aplica la lógica inversa.
Felizmente, no todas nuestras decisiones trascendentes tenemos que tomarlas con tanta presión de tiempo o en condiciones tan adversas. Hay decisiones que podemos tomar con toda calma y con todo el tiempo que necesitemos para meditarlas. Una de estas decisiones (porque es una decisión personal) es la de nunca dudar de nuestro propio valor.
Había un vez un joven que se sentía sumamente deprimido porque en ese tiempo las cosas que había emprendido, sus proyectos personales, habían resultado un desastre (al menos así lo veía él). Había fracasado ya en varias cosas, se había arriesgado y había perdido, etc.
Como decía antes, este joven (llamémosle Juan) estaba profundamente deprimido, desanimado, agotado, sin ánimos de seguir adelante, pensando que él no valía nada, que no servía para nada, que era un fracasado, y que a nadie (ni a Dios) le importaba lo que le pasaba. Estaba a punto de "tirar la toalla".
Platicando con una amiga, ella lo escuchó pacientemente, lo dejó que se desahogara, y cuando terminó de hacerlo, sacó de su bolso un billete nuevecito de quinientos pesos, se lo mostró y le dijo: "Juan, ¿te gustaría que te regalara este billete?". Él le respondió "Claro que sí, ¿a quién no?". Ella tomó entonces el flamante billete, lo hizo bolita, se lo volvió a mostrar todo arrugado y le dijo "¿De todos modos te gustaría tenerlo?", a lo que él respondió otra vez que sí. Tomó su amiga nuevamente el billete, lo tiró al piso, lo llenó de tierra y de lodo, lo levantó y le volvió a preguntar si lo quería. Juan respondió "Pues mira, no sé qué estás tratando de demostrar, pero en tanto que no lo rompas, el billete tiene valor, y claro que me gustaría tenerlo". Entonces ella, tomándolo de las manos, le dijo: "Juan, a veces, la vida nos va a maltratar, nos va a golpear, nos va a pisotear, nos va a llenar de tierra y de lodo, pero no por ello perdemos nuestro valor". Le regaló el billete, y él lo guardó, con la idea de conservarlo para recordar siempre esas palabras.
Querido amigo, querida amiga, igual te puede suceder a ti; igual me ha sucedido a mí. Tal vez todos hemos sentido o estamos sintiendo los embates de la vida, que ¡ah, cómo duelen! Pero de todo corazón te invito a que si estás pasando por algo así, tomes esa trascendente decisión de nunca dudar de tu propio valor, pues si dudamos, es muy probable que eso nos lleve a tomar decisiones equivocadas respecto a nuestra propia vida. En tanto que tengamos siempre presente el valor que tenemos (que no está determinado por lo que nos toca vivir), será más fácil que podamos vencer las pruebas que a cada uno nos toquen.
La próxima entrega continuaré platicando de otras decisiones trascendentes.
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