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La madurez no es la meta, sino un proceso

  • Por: MSGR. JUAN NICOLAU
  • 07 MARZO 2022
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La madurez no es la meta, sino un proceso

La madurez es ambos, un concepto estático y otro dinámico. Es estática en el sentido de ser una etapa definida y separada en sí misma, que emerge de las complejidades, búsquedas y revelaciones de la niñez y la adolescencia. Implica, como lo indica su raíz latina, un estado de madurez, de pleno crecimiento y desarrollo, un estado de plenitud.  Pero a diferencia de las etapas anteriores de la infancia y la adolescencia por la que hemos pasado y abandonado, nuestra madurez estará siempre en desarrollo y sólo puede definirse por el grado y la calidad de su presencia a lo largo de los tiempos futuros de nuestra vida. 

Es como los conceptos de nuestras vidas. Es como los conceptos de amor o conocimiento: nunca puede haber un fin para adquirir ninguno de los dos, solo un intensa aspiración por experimentar más de ambos. Es, por tanto, un concepto tanto del ser como del devenir.

Con la madurez finalmente hemos adquirido un yo, un sí mismo, un centro que, aunque no completamente realizado, podemos aceptar como un comienzo.  Reconocemos su naturaleza dinámica, su deuda con el pasado, pero aceptamos que su realización futura es independiente de ese pasado, que nuestra vida no es meramente un epílogo de lo que ya sucedió. Nos elegimos a nosotros mismos en el presente. 

Aceptamos el el futuro como nuestro desafío, no en el sentido de esperarlo, sino de vivir el ahora de manera de hacerlo realidad de la manera más viva. 

Aceptamos nuestro yo recién descubierto como un concepto en constante cambio porque sabemos que sin un fenómeno tan contundente, potente y en constante cambio, la interacción en un entorno ilimitado nunca puede conocer la plena realización.

Carl Rogers es quizás uno de los principales exponentes de este enfoque dinámico hacia la madurez. Él siente que la buena vida adulta es más que un estado fijo de tensión reducida o una condición homeostática a la que se aspira y en la que uno puede estar cómodo funcionando en una sociedad compleja. 

Él ve la madurez no como una actualización o un estado de realización, sino más bien como un proceso que siempre está en desarrollo.

Hay muchas teorías de lo que constituye una persona humana madura. En general, se acepta que las personas maduras tienen un sentido de identidad del ego, un sentido del "yo" mencionado anteriormente, un sentido de quiénes son, separados y separados de los demás en su vida. Pero estas personas separadas también se dan cuenta de la necesidad de intimidad tanto física como psicológica, una necesidad de relacionarse en un nivel profundo y significativo con los demás.

Las personas maduras tienen un sincero deseo de ser productivas y de dar de esa producción a los demás. Desean crear y compartir sus creaciones. Aceptan su vida y su trabajo con satisfacción y alegría. Viven la vida como, en términos de Otto Rank, un "artista" (no necesariamente un artista que escribe o pinta, sino más bien un artista de la vida). 

Ponen su talento en cada empeño y su imaginación en recrear su vida cada día. Los artistas maduros de la vida son espontáneos, tolerantes, flexibles, receptivos a nuevas experiencias, desconfiados de la realidad.  Son armoniosos con las fuerzas externas, pero autónomos, ocupados en los procesos de inventar sus propias vidas. 

Ven la existencia como una serie de opciones, la selección de las que deben determinar, y de las que son singularmente responsables. Se preocupan, respetan y aprecian el mundo y la sociedad en la que viven y los demás que conviven en ella, aunque no estén del todo de acuerdo con ellos. Creen en sus propias necesidades y potencialidades personales y se dan cuenta de que a menudo pueden entrar en conflicto con las de los demás, pero reconocen que el conflicto puede ser una fuerza positiva para el crecimiento y el cambio.

Las personas maduras tienen un profundo sentido espiritual en cuanto a su relación con la naturaleza y otras personas, y reconocer la maravilla continua de la vida y el vivir. Hacen pleno uso de sus potencialidades, se aceptan a sí mismos como parte del mayor misterio de la vida y comparten su amor, alegría y sabiduría de una manera responsable, abierta y no explotadora.

En esencia, entonces, las personas humanas maduras en pleno funcionamiento están en continuo crecimiento, porque se dan cuenta de que la madurez no es una meta, sino un proceso; que la esencia de la madurez reside en elecciones creativas y responsables. Tienen un sentido de identidad flexible pero inconformista, un sentido vívido y de aceptación de quiénes son, qué pueden ser y dónde residen sus poderes.

Fundamental para la persona madura es la capacidad de formar relaciones profundas, íntimas y significativas que se basan en una "consideración incondicional" por la singularidad de los demás. Son afectuosos, cariñosos y sexualmente receptivos; son sociables, tienen amigos y sentido de comunidad. Son trabajadores productivos y dedicados a sus labores. Abrazan el cambio para mejorarse a sí mismos y a los demás, así como de la sociedad en la que viven. Son autodeterminados, inventivos, de buen humor y cómodos en su mundo, consigo mismos y con los demás. Vive un día a la vez! ... ignite the moment!...Y recuerda que Dios te ama y yo también. 

Msgr. Juan Nicolau, Ph. D. STL. Sacerdote jubilado de la Diócesis de Brownsville. Es psicoterapeuta familiar y consejero profesional con licencias.

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