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La Iglesia y su defensa del INE
Desafortunada —pero además insolente— la forma en que el presidente López Obrador se dirigió a LA CEM (Conferencia del Episcopado Mexicano), que aglutina a toda la alta jerarquía católica de nuestro país, frente a su petición de mantener al INE tal y como está hasta hoy.
En su mañanera —queriendo parecer conciliador ante su público—, mandó el mensaje de que estando cerca del Papa Francisco le importa un comino lo que piense la alta jerarquía de la Iglesia en México y que seguirá adelante con su proyecto.
Parece no entender que las formas diplomáticas que caracterizan a los verdaderos estadistas se conforman de sutilezas y no de confrontación. Los grandes estadistas —como el Papa—, saben leer entre líneas el sentido real de las intenciones y no se dejan guiar en sus percepciones por las lisonjas baratas.
Con toda seguridad el Papa Francisco —como un experimentado hombre de estado que es— debe tener un detallado soporte informativo —actualizado casi en tiempo real— sobre lo que está sucediendo en México y en Latinoamérica. Sin duda su respaldo va a ser a favor de su gente, en la que confía.
Muchos de los obispos hoy en funciones fueron seleccionados por él para dirigir las diócesis que actualmente encabezan.
Los Papas, en función de su liderazgo espiritual y moral, deben ser hombres de modales suaves, conciliadores, pero a final de cuentas son estadistas experimentados que entienden perfectamente las reglas de la política global y tienen convicciones firmes. Si no fuesen así, no se entendería el rol que jugó el papa Juan Pablo II en la disolución de la Unión Soviética y ni se diga, en la caída del régimen comunista y la llegada de la democracia en su país natal —Polonia—, apoyando al sindicato Solidaridad encabezado por Lech Walesa, que incluso llegó a ser presidente de su país.
Nuestro Presidente debiese manifestar más respeto auténtico por lo que representa la Iglesia Católica en este país. Con lisonjas baratas no se oculta la natural animadversión por la alta jerarquía religiosa que hoy —después del asesinato de los sacerdotes jesuitas en el municipio de Urique, en la sierra de Chihuahua a manos de un cártel— pintó su raya con su forma de hacer política.
La alta jerarquía de la Iglesia Católica de México fue bastante empática con él y su gobierno durante los primeros años de su administración. Fue notorio que los altos prelados religiosos compartían sus postulados humanistas y de protección a los más vulnerables. Sin embargo, después de apoyarlo en sus inicios —creyendo en sus buenas intenciones—, se les acabó la paciencia.
Apelar a una cercanía con el Papa Francisco —que evidentemente no existe—, y con ello confrontar a sus legítimos representantes en México, es una peligrosa apuesta, pues se arriesga a que desde el Vaticano le den alguna respuesta.
La intervención de la presidenta de la CNDH Rosario Piedra Ibarra apoyando la reforma electoral fue desafortunada e inoportuna. Hasta el Consejo Consultivo de este organismo desconoció la propuesta de doña Rosario para transformar al INE. A la presidenta de la CNDH le queda muy grande el legado moral de su madre, la luchadora social Rosario Ibarra de Piedra. Ella ha nulificado a una institución que debiese tener un rol fundamental para garantizar los derechos humanos para todos los ciudadanos, en estos tiempos violentos. ¿A usted qué le parece? (Presidente de la Academia Mexicana de la Comunicación)
Twitter: @homsricardo