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Claroscuros de Ernesto Zedillo
Unas simples declaraciones hechas por el expresidente Ernesto Zedillo en el extranjero, -alertando sobre el futuro económico de Latinoamérica y la responsabilidad de los gobernantes populistas en este peligroso panorama-, desataron una andanada de descalificaciones en contra de la gestión presidencial de Zedillo, -destacando la del presidente López Obrador en la mañanera-, la cual estuvo focalizada en dimensionar el impacto del Fobaproa y su significado, convirtiendo en ese momento la deuda privada en pública.
Sin embargo, a la distancia de 22 años del fin de su gestión, se vuelve importante realizar una evaluación integral de su gobierno.
Ha prevalecido una visión negativa de la gestión del presidente Zedillo y de su persona, derivada seguramente de su falta de carisma, -que se manifestó en un bajo índice de aprobación ciudadana-, además de los agravios que él realizó en contra de importantes líderes políticos y ciudadanos, derivado ésto de su carácter irascible.
Es cierto que su administración estuvo marcada por el significado del Fobaproa, la insurrección del Ejército Zapatista y por la matanza de Aguas Blancas.
Sin embargo, no se le reconocen tres grandes aportaciones que fueron: la reestructuración de nuestra economía para darle una solidez y estabilidad que ha llegado hasta nuestros días.
Además, hoy que el INE se encuentra bajo asedio por parte del presidente López Obrador, de su partido Morena y de sus seguidores-, es conveniente dar contexto al esfuerzo que implicó alcanzar la democracia y que se puede acreditar a Zedillo, al impulsar la independencia del IFE como organismo electoral autónomo a partir de la reforma legislativa de 1996, que modificó el artículo 41 constitucional y desligó totalmente al IFE del Poder Ejecutivo. A partir de este momento crucial en que alcanzó autonomía, nuestro organismo electoral se convirtió en garante de la voluntad popular y los partidos de oposición al PRI empezaron a ganar elecciones.
Sin embargo, su más importante legado fue haber generado las condiciones para una alternancia partidista que permitió al presidente López Obrador llegar a la presidencia de la república.
Contra todos los pronósticos, el presidente Zedillo, -con la operación de su secretario de gobernación Diódoro Carrasco, que también tuvo un gran mérito-, se logró una transición ejemplar y madura, que facilitó la llegada del PAN a la presidencia de la república en el año 2000.
Esta decisión suya lo debiese ubicar como un gran estadista con vocación democrática, lo cual injustamente se le ha negado.
Si hoy en el PRI tuviesen visión política, estarían rescatando este hecho histórico, dándole la dimensión y significado que merece.
Hoy que nuestro presidente intenta una reforma integral al INE para regresar a nuestro máximo instituto electoral al contexto de 1996, -previo a la reforma-, cuando dependía totalmente del poder ejecutivo y el presidente de la república en turno lo manejaba a su antojo a través de su secretario de gobernación, es oportuno recordar cuánto avanzó México en democracia en estos últimos 26 años. ¿A usted qué le parece? (Presidente de la Academia Mexicana de la Comunicación)
Twitter: @homsricardo