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´Está mejor la de nosotros´
"Tú tienes la culpa. Siempre me dejas sola". Así se justificó la esposa cuando su marido entró a la alcoba y la vio en la cama con un desconocido. El marido adujo, exasperado: "¡Pero si nomás fui a la cocina por un vaso de agua!". Doña Sebosia le contó a su vecina: "Estoy siguiendo la dieta Uta". La vecina se interesó. "¿Cuál es ésa?". Explicó doña Sebosia: "Es la que empiezas a hacer después de que te subes a la báscula del baño, ves tu peso y exclamas asustada: '¡Uta!'". Avaricio Cenaoscuras, el hombre más cicatero y ruin de la comarca, reprendió con acrimonia a su hijo. Lo amonestó, enojado: "Esos pantalones los usamos tu bisabuelo, tu abuelo y yo, ¡Y tenías que ser tú el que los rompiera!". Tecitoy Mecitas, intelectual y escritor -más lo primero que lo segundo- llegó a su casa un mediodía y encontró a su mujer desgreñada y con las ropas en desorden. Le preguntó, procurando no perder su intelectualidad: "¿Qué te pasó?". Respondió ella, gemebunda y lacrimosa: "Vino tu editor, y aprovechó tu ausencia para hacerme víctima de sus más bajos instintos". Inquirió con ansiedad el escritor: "¿Y no te dijo cómo van las ventas de mi última novela?". En las naciones civilizadas el acusado es inocente mientras no se demuestre lo contrario. En los países atrasados el acusado es culpable mientras él mismo no logre demostrar su inocencia, si es que algún día se le permite probarla. Tal es la base en que se asienta una nefasta institución, la prisión preventiva. Por ella sufren cárcel incontables hombres y mujeres -su número se calcula en más de 100 mil- que no han sido juzgados ni sentenciados, y que a pesar de eso quedan privados de su libertad, a veces durante años. En México la justicia es ciega, pero no por ser imparcial sino por no ver los infinitos sufrimientos que los jueces causan al aplicar esa forma de prisión que mucho tiene de ilegal y más aún de injusta. Ningún mexicano está libre de ser su víctima alguna vez La prisión preventiva debe desaparecer, por más que berreen sus partidarios. Otras formas hay de evitar que el sospechoso de una acción delictiva se sustraiga a la recta aplicación de la ley. Por encima del pragmatismo burdo de los carceleros debe imperar el criterio ético y legal de los juristas. La ley es dura sí, pero sólo cuando debe serlo. Si es dura sin justa causa ya no es ley: es opresión. Con lo anteriormente dicho creo haber cumplido por hoy la modesta misión que me he fijado, de orientar a la República. Puedo entonces narrar un chascarrillo final antes de hacer mutis también por hoy. Conocemos sobradamente a don Chinguetas. Es un marido tarambana. Su esposa se enteró de que su liviano consorte y un compadre suyo tenían amores clandestinos con sendas coristas del Teatro Cuculú. Le exigió a don Chinguetas: "Quiero conocer a la vieja con la que andas". El apurado señor se resistía, pero tan apremiantes fueron las instancias de doña Macalota -así se llama su mujer- que por fin tuvo que llevarla al teatro. Después de la actuación del mago Chang Ho, venido directamente de Pekín, aunque con un sospechoso acento tepiteño, y de las hermanas Sister, contorsionistas cuyas habilidades, según anunció el maestro de ceremonias, podían seguir disfrutando los caballeros que así lo quisieran luego de terminada la función, aparecieron las coristas -eran cuatro- bailando "una bonita acuarela musical". Doña Macalota preguntó, hosca: "¿Cuál es la vieja?". Contestó don Chinguetas, apenado: "La primera de la izquierda". Quiso saber la esposa: "Y la del compadre: ¿cuál es?". Respondió el azorado marido: "La segunda de la derecha". Después de una pausa dictaminó doña Macalota: "Está mejor la de nosotros". FIN
MANGANITAS
Por AFA
´...Lucha libre en el
aeropuerto de AMLO...´
Podrán traer maromeros
-de hecho los trajeron ya-
pero en el AIFA no habrá
aviones ni pasajeros.