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El voto de los científicos agraviados
Claudia Sheinbaum tiene una oportunidad para mostrar su satisfacción porque un tribunal haya exonerado de corrupción y delincuencia organizada a sus colegas
El caso de los 31 científicos de la Conacyt, procesados en 2021 por corrupción, delincuencia organizada y lavado de dinero, se ha quedado en nada. Un tribunal ha exonerado a 12 de ellos, incluido el exdirector del organismo, Enrique Cabrero Mendoza. Hay otras 12 exculpaciones previas, así que solo resta un puñado más para dar por enterrado un caso que originó un enorme oleaje político y situó a la comunidad científica entre los nuevos enemigos del presidente López Obrador, quien este lunes volvió a llamar a algunos de ellos "pseudocientíficos" y criticó que se habían refugiado en la UNAM, "que se ha encargado de protegerlos". "Me da pena, soy más partidario de la verdad", ha machacado el mandatario.
Exonerados, sí, pero como dice el presidente en numerosas ocasiones, la calumnia cuando no mancha tizna. Y así deben sentirlo muchos, si no todos los que quedaron embarrados en un asunto del que la única verdad democrática que se conoce por ahora es que la justicia ha cerrado el asunto por falta de pruebas. José Franco, uno de los imputados y ahora libre de culpa y delito, confiaba la semana pasada en que la siguiente Administración que saldrá de las urnas el 2 de junio cambie el rumbo en su relación con la comunidad científica. "La confrontación del Conacyt con el sistema nacional de ciencia lleva todo el sexenio, es una noche larga y muy oscura", dijo en declaraciones a EL PAÍS.
Esa es la cosa, que la demanda interpuesta en su día por el órgano rector de la ciencia, bajo el mando de María Elena Álvarez-Buylla, pronto se interpretó como una persecución más que como un caso de legítima lucha contra la corrupción. Por excesivo. Esa fue la palabra que usó la ahora candidata de Morena a la presidencia, Claudia Sheinbaum, científica también. "Mi posición personal es que ser acusados de delincuencia organizada me parece excesivo", dijo en 2021 cuando fue preguntada por el asunto. Pero ¿quién restaurará los puentes rotos entre los científicos y el presidente o, por extensión, Morena o Claudia Sheinbaum? No están los tiempos para desperdiciar votos y aquel escándalo constituyó desde el principio un mal asunto para el gobierno de López Obrador.
Este caso es uno de los muchos que tendrá que tratar con tacto la candidata morenista para poner a su favor a un colectivo ofendido. De haber sido las cosas distintas, los científicos habrían mirado con buenos ojos que una mujer de su sector ocupara el sillón de mando en México. Todos esperan que uno de los suyos sea más proclive a atender las causas que defienden, es decir, la ciencia. Uno, una, que entienda sin que nadie se lo explique la importancia que para la sociedad actual tiene un buen sistema científico en cualquier país, para el progreso y para evitar dependencias del extranjero. Para la mejora de la salud y la tecnología, para que el conocimiento guíe las decisiones políticas. Sheinbaum podría haber encarnado esa esperanza de muchos, dada su trayectoria académica, y quizá todavía la encarne. Pero ataques como este, que se entiende parten del Palacio Nacional, dejan muchas reses en el camino.
Es obvio que López Obrador quiere que su partido gane las elecciones en todos los niveles que se disputan, pero también lo es que en un sistema presidencialista de no reelección quizá se desdeña el perjuicio que determinadas acciones tienen para el siguiente aspirante. Máxime tratándose de un líder señalado por su cabezonería en algunas políticas, que ha ido abriendo muchos agujeros innecesarios a lo largo del sexenio enfrentándose con buena parte de su electorado natural. Hay ahora, a menos de un mes de las elecciones, muchos platos rotos que quizá no se recompongan fácilmente. Y esa es una tarea que le toca a Sheinbaum, reacia a desmarcarse de los aciertos pero también de los errores de su antecesor al frente de un partido que se dice progresista y diferente.
Los equilibrios que hay que hacer en campaña para satisfacer las inquietudes de unos y otros no allanan el camino y ese es un reproche que suele hacerse a la candidata, su incapacidad o falta de voluntad para distanciarse por un momento del líder así sea en algunos aspectos, para marcar su propia agenda política y dejar bien claros sus principios. He aquí otra oportunidad, la de salir a mostrar su satisfacción porque un tribunal haya aclarado que no hay corrupción ni delincuencia organizada en la ciencia mexicana. Será difícil con un presidente que, cuando la justicia no avala sus palabras, critica a la justicia. Todo es interpretable, desde luego, pero López Obrador dijo en su día, en referencia a este caso, que sólo se estaba investigando un posible fraude, y templó: "El que nada debe nada teme". Bien, pues la justicia ha hablado y él sigue en sus trece. Ni una pa-
labra de amabilidad para el colectivo, ni una alegría por el hecho de que la supuesta criminalidad de que se le acusaba haya sido incierta. Con lo fácil que sería quitar algunas piedras del camino que ha emprendido su sucesora y dejar de tener la razón por un minuto.