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¿Dónde ponías los pies?
Cuando un ateo llega a la catedral de Colonia siente la tentación de creer en Dios. Ningún adjetivo alcanza a calificar con justicia esa alta y vasta fábrica donde lo humano se volvió casi divino. Yo he estado en ella, y me pareció que no está hecha de piedra, sino de alguna misteriosa materia inmaterial, así de ingrávida y etérea la miré. Ahora me le aparezco en sueños, pues jamás soñé viajar por otro continente a más del de Saltillo, la ciudad donde vine a la vida y donde espero despedirme de ella agradeciéndole haberme tenido en sus brazos. Niño yo de 4 años, o 5, mi padre me señalaba la silueta de los pinos en la cumbre de la azul sierra de Zapalinamé, y me decía que era el cortejo de los Reyes Magos, que llegaban ya a dejarme sus tesoros. Yo veía con la claridad que da la fe las figuras del elefante, el caballo y el camello, y las de Melchor, Gaspar y Baltasar con sus dones de oro, incienso y mirra para el Niño Dios y carritos de lámina, soldaditos de plomo y dados de colores para mí. Pensaba que tenía yo más suerte que la del Hijo de María y José, pues él no podría jugar con sus regalos, y yo sí con los míos. Al paso de los años -¡qué aprisa pasan los malvados!- miré en la catedral de Colonia el relicario donde según la tradición se guardan los restos de los sabios que creyeron en la estrella y la siguieron hasta llegar al Sol, si me es permitida esa frase con ecos de villancico colonial. Oí el tañer de sus campanas con nombres que al mismo tiempo son piropo: la Pretiosa y la Speciosa, o sea la Preciosa y la Bella. Quedó también en mi memoria la colosal imagen de un San Cristóbal medieval, en el rostro del forzudo gigante una expresión de angustia por no poder ya con el peso del Niño Jesús, que en sus pequeñas manos llevaba la el mundo con todos los pecados de los hombres (y de las mujeres, para no atentar contra la igualdad de género). Aquí viene a mi memoria, a cambio de todo lo que de ella se ha ido, la piadosa cuarteta dedicada al santo patrono de los viajeros, defenestrado por la iconoclasia de tinte protestante que trajo el Concilio Vaticano; "Un poder tan sin segundo / Cristóbal, reside en vos, / que cargando al mundo Dios / vos cargáis a Dios y al mundo". (No faltó algún volteriano que comentara esos versos con otros de burlón escepticismo: "Un pensamiento profundo / me asalta, Cristóbal, y es: / cuando cargabas el mundo / ¿dónde ponías los pies?"). Hoy es el día de los Reyes Magos. El hecho de partir y compartir la tradicional rosca da motivo para reuniones de familia y amigos en las que privan dos sentimientos que hoy por hoy andan muy escasos en el mundo: la alegría y la buena voluntad. Los viajeros que en días pasados llegaron a la catedral de Colonia la encontraron cerrada y rodeada de policías por la amenaza de una bomba terrorista relacionada con los sucesos de Israel y Gaza. Gocemos este día nuestro pequeño mundo, el más grande de todos, y con él los mejores dones que la vida, disfrazada de Rey Mago, nos puede regalar: la vida misma; la familia; los amigos; el pan de cada día; los momentos gratos que en medio de las fatigas y penas cotidianas podemos disfrutar. Fechas como la de hoy se van desdibujando. Algunas que en un tiempo fueron grandes, como el Jueves de Corpus, casi han desaparecido ya. No nos desdibujemos nosotros. Si perdemos nuestras tradiciones después no nos encontraremos. Melchor les preguntó a Gaspar y Baltasar: "¿En qué país estamos?". "En México" -le contestaron. "Tengan cuidado -les sugirió el rey mago-. Aquí fue donde me robaron el elefante". (Fue un suceso atípico, determinaron las autoridades). FIN
MANGANITAS
Por AFA
‘…Rosca de Reyes…’
Con gran prudencia te invito
a tener mucho cuidado.
Pídele al que esté a tu lado
que no te toque el monito.