Crisis, chips y China, una gran oportunidad

Podemos importar las malas condiciones laborales de Asia o crear nuestras propias herramientas invirtiendo en investigación
Circula estos días por redes un vídeo de Tim Cook, jefe supremo de Apple, diciendo que ya nadie produce en China por los bajos costes laborales, sino por el alto grado de especialización. "Nuestros productos requieren herramientas realmente avanzadas, y la precisión que se necesita con ellas y en el trabajo con los materiales que usamos es de última generación", explica. "La habilidad en su uso aquí es muy profunda". Cook apunta al sistema educativo por "seguir impulsando eso, incluso cuando otros países abandonaban la formación".
Muchos lo han compartido por Twitter, Instagram y TikTok, como prueba de la debilidad del Gobierno estadounidense, sugiriendo que los oligarcas tecnológicos empieza a revolverse contra el pulso arancelario que mantiene con China. El vídeo, sin embargo, es de una entrevista que le hizo Adam Lashinsky, director de la revista Fortune, hace siete años, en una conferencia organizada por la publicación en el hotel Shangri-La de Cantón, China.
El Fortune Global Forum 2017 celebraba el papel de China en la economía global y su compromiso con la globalización y el libre comercio. Tenían hasta una cita promocional de Xi Jinping, diciendo que "es uno de los foros más influyentes sobre desarrollo económico en el mundo". Un año después, la primera Administración de Trump impuso aranceles que empujaron a Apple y a otras firmas estadounidenses a emprender una "rediversificación estratégica" de sus cadenas de suministro, moviendo operaciones a Vietnam, India, Malasia e Indonesia. En el nuevo contexto, resulta más pertinente la entrevista de 404Media a Todd Weaver, el fundador de Purism.
Weaver lleva 11 años tratando de fabricar un móvil 100% made in América para poder garantizar a sus clientes un control total sobre su hardware y su software. Es la única empresa capaz de verificar y validar los estándares de seguridad de sus dispositivos, el origen de sus materiales y el control sobre sus diseños y componentes. De hecho, Purism vende el mismo móvil con dos encarnaciones: uno fabricado en China que cuesta 800 dólares y otro en EE UU que cuesta 2.000. Dice que, con tiempo y dinero, cualquiera puede producir chips de última generación con las mismas máquinas con las que se fabrican en Asia. Las diferencias son todo lo demás: el precio de la energía y el agua, la propiedad intelectual, el acceso al material y, sobre todo, la mano de obra especializada y la regulación.
EE UU y Europa tienen leyes medioambientales, de seguridad y derechos laborales que no existen en China. Para mantener los estándares sin bajar la producción, es necesario innovar. "China puede echar cuerpos al problema, nosotros echamos ingenieros", dice Weaver. Como apuntó Tim Cook en el foro, el sistema educativo es la parte crucial.
Podemos aprovechar esta guerra arancelaria para cambiar de dealer. Podemos construir una cadena de suministro exportando las condiciones laborales de Indonesia y Pakistán. También podemos desarrollar la clase de habilidad profunda capaz de crear nuestras propias herramientas. China lo ha conseguido en 20 años, invirtiendo en una universidad pública con recursos para investigación.
Decía Milton Friedman que "sólo una crisis, real o percibida, produce un cambio verdadero". Europa baila entre dos potencias en lucha, girando como una damisela en apuros. No es una buena posición. Podemos usar esta crisis para que lo políticamente imposible se vuelva ya políticamente inevitable.